Capítulo 5

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El rugir del motor cesa y el viento ya no azota mi piel. Abro los ojos y levanto mi cabeza de su espalda. Observo el aparcamiento y reconozco el lugar. Todo está en silencio y absolutamente vacío, probablemente la mayor parte de gente sigue en la hoguera. Casi puedo escuchar el latido acelerado de mi corazón. De pronto recuerdo que mis manos todavía siguen agarrando su ropa con la misma fuerza y la suelto apresurándome a bajar de la moto. Le devuelvo el casco y trato de acomodar un poco mi pelo bajo su atenta mirada. Parece dudar, pero finalmente saca las llaves del contacto y se baja conmigo.

—Te acompaño. Por seguridad.

Se me escapa una diminuta sonrisa y bajo ligeramente la cabeza tratando de ocultarla. Caminamos despacio por el aparcamiento, casi arrastrando los pies por el asfalto, como si ninguno de los dos tuviese prisa por llegar a nuestro destino. Él mete las manos en sus bolsillos y yo cruzo los brazos sobre el pecho para resguardarme un poco del frío.

—Bueno— rompo el silencio mientras apoyo mi espalda en la puerta de mi habitación, volviéndome hacia él —es aquí. Te agradezco que me hayas traído hasta aquí—.  Murmuro mientras el volumen de mi voz va disminuyendo en cuanto él apoya una mano en el marco de la puerta, quedando su cuerpo a pocos centímetros del mío y mantiene la mirada puesta en la mía. Me pongo rígida, tratando de aguantarle la mirada.

—Está bien, Violet. No importa—. Su tono de voz es bajo y monótono, y sus ojos se deslizan hacia mis labios para un segundo después volver la mirada a mis ojos. Mi nombre suena diferente cuando es él quien lo pronuncia. Se forma un silencio que dura unos largos segundos mientras nos miramos el uno al otro y por un momento creo que va a besarme. No se me ocurre nada que decir. Me muerdo el interior del labio y muevo mi cuerpo ligeramente buscando a tientas con mi mano el pomo de la puerta.

—Supongo que ya nos veremos por aquí—. Está lo suficientemente cerca como para que pueda sentir sus palabras rozando la piel de mis mejillas. Me limito a asentir rápidamente y me humedezco los labios. Me noto la boca seca. Coloco la mano sobre el pomo y desvío la mirada cuando esta se la puerta se abre.

—Sí, claro—. Consigo responder antes de  dar un paso hacia atrás para adentrarme en la habitación y cierro la puerta a mi espalda cuando él se gira para marcharse por donde habíamos venido. Me apoyo en ella y dejo escapar un suspiro.

Saco el móvil del bolsillo de la cazadora y la cuelgo en la silla del escritorio. Lo desbloqueo y miro si tengo algún mensaje o llamada de Marcus. Nada. Seguramente sigue cabreadísimo por todo lo ocurrido. Noah le dio un buen golpe, solo espero que esté bien. Dudo entre escribirle o dejarlo pasar por esta noche para que se le pase el enfado.

Me pongo uno de los pijamas y me deslizo entre las sábanas con el móvil en la mano. Abro su contacto y barajo las distintas opciones con sus distintas respuestas. Si no le escribo es posible que mañana ya esté mejor, o... es posible que me lo eche en cara y aún esté más mosqueado. Sin embargo, si le escribo es posible que podamos solucionar las cosas e irnos a dormir bien, pero... también es posible que solo sirva para echar más leña al fuego y empecemos otra discusión vía mensaje, y eso lo odio. Cuando discutimos por mensajes siento que tergiversa todo lo que digo y no soy capaz de defenderme de sus ataques, así que al final me limito a cargar con la culpa y pedir perdón.

Clavo la mirada en el techo y me mordisqueo el labio inferior mientras le doy vueltas a lo sucedido.

"Espero que estés bien. Siento mucho que la noche haya terminado de esta forma, si quieres mañana nos vemos y hablamos tranquilamente. Que descanses. Te quiero."

Pulso el botón de enviar sin pensarlo demasiado y bloqueo el teléfono dejándolo sobre la mesita de noche. Me giro dándole la espalda como si me diera miedo afrontar su respuesta. Se escuchan unas voces en el pasillo que pasan de largo mi puerta. En ese momento recuerdo que Sophie no está aquí y me pica la curiosidad por saber donde estará en este momento. En la hoguera ya no estaba y por aquí no parece haberse pasado ya que sus cosas siguen en el mismo sitio que las dejó cuando nos fuimos.

Poco a poco siento como se me cierran los ojos y ya no puedo pensar. Mañana, con lo que a ella le gusta hablar, seguro que me lo cuenta todo. Mi respiración y mi cuerpo se van relajando hasta sumirme en un profundo sueño.

El fuego hace que mis mejillas ardan, doy un pequeño sorbo al vaso que sostengo en mi mano y noto un sabor metálico en mi lengua. Mi cara se arruga y me estremezco bajando la mirada al espeso líquido rojo.

-¿Qué estamos bebiendo?- pregunto volviendo mi cabeza hacia Sophie pero ella no está ahí, en su lugar se encuentra Marcus, clavando sus ojos en mi rostro con furia. De su nariz gotea el mismo líquido rojo que hay en mi vaso y... <<¡Sangre!>> tengo ganas de vomitar, dejo caer el vaso y trato de levantarme pero no puedo. Algo me atrae con fuerza hacia el suelo. Sus dedos rodean mi muñeca, tirando de ella con fuerza. Siento que no puedo respirar, quiero salir corriendo pero mi cuerpo no se mueve, quiero decir algo pero no me sale la voz. Cierro los ojos y mi boca se abre como si un grito fuera a salir desde lo más profundo de mi garganta.

El estridente sonido de la alarma me despierta de golpe y percibo, todavía con los ojos entrecerrados, como un rayo de sol inunda toda mi cama viéndome obligada a meter la cabeza debajo de la almohada por un momento mientras mi mano busca a tientas el teléfono. Apago la alarma y me regalo unos segundos más en la cama.

Me pongo un de mis vaqueros vintage y una blusa blanca con las mangas ligeramente abullonadas. Me la meto por dentro del vaquero y me peino el pelo con las manos, haciéndome un semirecogido informal. Converse altas color beige, un poco de rimel para despertar mi mirada y ya estoy lista para afrontar el primer día de clase. Preparo mi tote bag con todo lo necesario para las clases de hoy y salgo pitando.

El campus está abarrotado de gente que va de un lado a otro, el césped esta lleno de grupitos de gente sentada con su primer café de la mañana y yo me siento como un pez fuera del agua. Consulto mi horario y doy una vuelta sobre mí misma tratando de encontrar el camino. Alguien coloca sus manos sobre mis hombros y me sobresalto volviéndome rápidamente.

—¡Hola! ¿Estás preparada para echarte a los leones?— Su voz aguda y alegre me tranquiliza de inmediato. Sophie se encuentra frente a mí, lleva un vestido de tirantes con estampado de florecillas lilas que le llega hasta los tobillos y está pletórica, su sonrisa parece ocupar toda su cara y sus ojos brillan de felicidad. Me contagia su sonrisa y asiento con firmeza.

—Por supuesto, siempre que encuentre el camino.

Pasa su brazo, agarrando el mío y tira ligeramente hacia el interior de la facultad. Me dejo guiar mientras no quito ojo de todo lo que ocurre a mi alrededor. El bullicio, las grandes masas de gente y, por supuesto, las personas desconocidas no son absolutamente para nada mi punto fuerte. Sin embargo ella parece estar en su salsa.

—Oli me ha ayudado a hacerme un mapa mental, está todo controlado—. Su sonrisa se vuelve un poco más tierna y los ojos le brillan todavía con más fuerza a la vez que sus mejillas adquieren un ligero color rosado. Así es como debería verse el amor. Pienso en Marcus y en que ni siquiera he mirado el móvil para comprobar si me ha respondido.

Nos adentramos en un aula enorme y frena sus pasos como esperando a que yo elija donde sentarnos. Me adentro por el pasillo hasta una de las filas del medio del aula, siempre he sido del medio. Delante de todo siento que estoy demasiado expuesta y que llamaré demasiado la atención, y en la parte de atrás suelen situarse los menos participativos y no quiero pertenecer a ese grupo. Ambas ocupamos nuestros asientos cuando el aula aún se encuentra casi vacía, salvo por un par de personas que ocupan la primera fila.

—¿Qué tal la noche?— Pregunto queriendo entablar conversación con mi nueva amiga, además de que me mata la curiosidad de no saber donde pasó la noche.

—Genial. Fue una pena que os marchaseis tan pronto— dice haciéndome sentir por el tono de su voz que le doy un poco de lástima —pero bueno, Oli y yo tampoco tardamos demasiado en irnos, el jueguecito empezó a desmadrarse y la verdad preferimos acabar la noche en su casa.

—¿Casa? Creía que él también estaba en la residencia.

Nuestra conversación se ve interrumpida con la entrada de la profesora de historia del arte en el aula,  dándonos la bienvenida a su materia. Historia del arte era una de mis asignaturas favoritas en el instituto así que la clase se me pasa volando y la disfruto demasiado. No puedo dejar de tomar notas de todo lo que dice mientras su voz, suave y cálida, suena de fondo. Estoy tan feliz de estar aquí. El miedo y los nervios se van mitigando con el paso de las horas y poco a poco me voy sintiendo más cómoda en este nuevo ambiente. Es mi primer día de clase, ya tengo una amiga, algunos conocidos y la mañana ha ido de fábula. Nada mal para un primer día.

Tan fácil como decir te quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora