El silencio inunda cada rincón de la gran sala de arte en esta soleada mañana de domingo, permitiendo que el único sonido que perciban mis oídos sea el del pincel deslizándose sobre el lienzo con cada uno de los trazos. La calma que me aportan los lugares vacíos me hace entrar en un estado de relajación y me evado por completo mientras dejo que mi mano se mueva con gracia y delicadeza, alejando cualquier pensamiento de mi mente.
Sentarme delante del caballete, con el olor de las pinturas al óleo y el aguarrás, es algo casi terapéutico para mí. Recuerdo que empecé a aficionarme al dibujo gracias a las sesiones de terapia a las que mi madre me llevaba de pequeña, después de que mi padre nos dejara. Sentía que de esa forma me resultaba más sencillo expresar lo que quería decir y lo que sentía en ese momento, las palabras nunca fueron mi fuerte. Unos años más tarde me apunté a clases extraescolares de pintura y ahí encontré mi vocación. Pasaba mi tiempo libre rodeada de cuadernos y pinturas, más adelante empecé con los lienzos, que mi madre todavía guarda a día de hoy como si de un tesoro se tratasen. Según ella, el día que yo sea una pintora de éxito, esos garabatos tendrán muchísimo valor. Su apoyo incondicional y optimismo me reconfortan, a pesar de que yo soy un poco más realista. La vida del artista es dura y hacerte un nombre en este mundillo no es tarea fácil, así que yo no me obsesiono con eso y únicamente disfruto de lo que hago sin buscarle un "¿por qué?" o "¿para qué?".
El eco de la puerta cerrándose detrás de mí invade todo el espacio pero yo me mantengo impasible, con la atención centrada en la pintura que tengo frente a mí. Pasa los segundos y me percato de que nadie ha entrado en el aula, levanto la mirada revisando los caballetes que tengo al frente por si se me hubiese pasado por alto la compañía de alguien y a continuación vuelvo la vista hacia atrás para hacer lo mismo. La imagen de Noah con la espalda apoyada sobre la puerta de forma relajada y una amplia sonrisa en sus labios me coge por sorpresa. En este momento solo puedo pensar en que me habría gustado tomarme un poco más de tiempo esta mañana para adecentarme.
-¿Cómo me has encontrado?- Trato de averiguar al mismo tiempo que me levanto del taburete, estirando un poco el vestido lila de punto que decidí ponerme para el día de hoy.
-Sophie me dijo que probablemente estarías por aquí.
Puedo observar como su mirada se levanta por encima de mi cabeza y una sensación de vergüenza se apodera de mí al recordar que mi pintura sigue ahí expuesta. Me muevo tratando de bloquearla con mi cuerpo y Noah niega conteniendo una pequeña risa al darse cuenta de mis intenciones. Atraviesa el aula en mi dirección mientras yo noto como me sudan las manos. No me siento cómoda mostrándole a la gente mi trabajo, quizás es por eso que no soy tan optimista como mi madre con la idea de ser una artista reconocida algún día. ¿Cómo iba a llegar a serlo si no quiero que nadie vea lo que hago?
-Ni siquiera descansas en domingo ¿no?- Su voz relajada suena cada vez más cerca y yo todavía no me creo que realmente él esté aquí.
-Bueno, en realidad estoy descansando. Pintar me relaja.- Musito al mismo tiempo que echo un vistazo de reojo al lienzo. Noah lo examina con detenimiento mientras yo espero que diga algo para romper este incómodo silencio. -En realidad es una tontería, un montón de garabatos... Solo quería despejar la mente. Ni siquiera es bueno.
Me recojo algunos mechones de pelo con un coletero que llevo en la muñeca y empiezo a recoger todos los utensilios de pintura mientras Noah continúa analizando las manchas de colores que tiene frente a él. Hace que me sienta cohibida y ligeramente intimidada. Me cuesta mucho encajar las críticas y los comentarios sobre mis trabajos, es por eso que normalmente no suelo mostrarlos a no ser que sea algo obligatorio.
-Pues a mí me parece muy bueno. La paleta de colores que has elegido y el juego de luces y sombras que estás utilizando me parecen una pasada. Me gustaría verlo terminado.
Escucho su voz al mismo tiempo que sus pisadas se dirigen hacia mí. Me vuelvo hacia él cuando siento que está cerca y no puedo evitar recorrer su cuerpo con la mirada cuando se detiene a menos de un metro de distancia. Me gustaría abalanzarme sobre sus labios, pero el miedo a hacer el ridículo me frena. Desconozco en que plan viene hoy y como es una persona tan impredecible finalmente me decido por esperar a que él de el paso.
-¿Qué haces aquí tan temprano? ¿No deberías estar durmiendo o algo, después de pasar la noche en alguna fiesta?- Vuelvo a darle la espalda para terminar de recoger con el único fin de apartar mi mirada.
-No fui a ninguna fiesta después de marcharme de tu habitación. Y te recuerdo que hoy habíamos quedado... ¿O es qué te has olvidado, Violet?- Puedo ver como ladea su cabeza cuando vuelvo la mirada hacia él ante su pregunta. Niego centrando mi mirada en sus ojos inquisitivos. -Puedo irme si es lo que quieres.
-¡No!- me apresuro a decir antes de que termine de hablar -Me alegra que estés aquí. Solo estoy sorprendida. La verdad, no pensaba que fueras a aparecer-. Me mordisqueo el labio nerviosa mientras él me mira como si le hubiese desconcertado mi respuesta.
-Bueno, pues aquí estoy-. Encoge los hombros y extiende sus brazos hacia los lados como si estuviera mostrándose ante mí al mismo tiempo que sus labios se vuelven a curvar en una pequeña sonrisa que me tienta a besarlo. -¿Lista para irnos?
-¿Irnos a dónde?- Inquiero de manera curiosa.
No obtengo una respuesta. Noah se limita a ensanchar la sonrisa que tiene en los labios y encoge los hombros antes de recorrer el camino de vuelta hacia la puerta. Frunzo los labios observando como se aleja y finalmente me decanto por seguir sus pasos. Guardo mis cosas en la bolsa de tela y me la coloco en el hombro al mismo tiempo que apresuro mi paso para alcanzarlo.
-¿Sabes? Odio las sorpresas... Así que te agradecería que me dijeras a dónde estoy yendo-. De nuevo obtengo un largo silencio como respuesta. -¡¿Noah?!
-Por Dios, ¿puedes relajarte y dejarte llevar?- Camina de forma calmada con las manos metidas en los bolsillos de su cazadora y vuelve su mirada hacia mí como si ahora fuera él el que espera una respuesta. -¿O acaso necesitas tenerlo todo bajo control en todo momento?
-¿Qué? Por supuesto que no-. Pongo los ojos en blanco y me limito a caminar a su lado sin hacer más preguntas.
Reconozco su moto estacionada en el aparcamiento y no puedo evitar deslizar la mirada hacia el vestido que llevo puesto. Otra vez no llevo la ropa adecuada para montarme en ese trasto. Observo como Noah se apoya en el asiento de la moto y yo me detengo frente a él con las manos en mi cintura.
-¿En serio crees que voy vestida para la ocasión?- Recorro mi vestido de arriba a abajo señalando con el dedo índice y arqueo una de mis cejas. -Por eso no me gustan las sorpresas. De haberlo sabido me habría puesto otra cosa.
Noah pone los ojos en blanco y ríe suavemente mientras se toma su tiempo para recorrer mi cuerpo con su mirada. -Yo creo que estás genial, pero si vas a estar más cómoda sube a cambiarte. Yo no voy a moverme de aquí.
Puedo sentir como la piel se me eriza cuando él me observa de esa forma y por un momento mi mente se evade fantaseando con el tacto de sus manos sobre mi cuerpo hasta que su voz me trae de vuelta.
-¿Qué decides Violet? Aunque este aparcamiento me trae algunos recuerdos, pasar el día aquí no es lo que había planeado.
Inclino ligeramente la cabeza hacia delante tratando de ocultar mis mejillas sonrojadas cuando el recuerdo de esa primera noche, en la que él me acompañó hasta la puerta de mi habitación, invade mi mente. Lo miro fugazmente antes de echar a correr hacia mi residencia.
-¡Ahora vuelvo! ¡Cinco minutos!
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Tan fácil como decir te quiero.
RomanceElla es una chica introvertida y llena de inseguridades, viviendo una vida que no desea con alguien a quien ya no ama. Él es un chico borde, temperamental y distante que ha decido no dejar entrar a nadie en su vida. Pero cuando sus caminos se cruzan...