Capítulo 26

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Nunca antes llegué a creer que la expresión "me rompiste el corazón" pudiese sentirse tan real, pero de verdad es así como te sientes cuando no puedes mantenerte cerca de la persona que amas. Como si ese órgano tan vital, que bombea sangre desde nuestro pecho a cada rincón de nuestro cuerpo, de pronto se partiera por la mitad. Ya no late, la sangre se estanca y el oxígeno deja de llegarte al cerebro. Es entonces cuando te pasas semanas en la cama en un estado de letargo mientras tratas de sanar eso que ahora yace herido.

—Violet, ¿estás aquí?— Pregunta Daniel de forma cautelosa.

—Un momento— consigo responder algo confusa con su inesperada aparición.

—¿Estás bien?— Inquiere —Te vi entrar corriendo y pensé que te vendría bien hablar con alguien.

—Estoy bien, de verdad—. Miento mientras arranco un buen trozo de papel higiénico para sonarme la nariz. Me limpio los ojos y me arreglo un poco el pelo mientras intento poner mi mejor cara antes de salir de mi escondite. —Pero tú no deberías entrar en el baño de chicas. Alguna podría escandalizarse si se encuentra contigo rondando por aquí.

—Anda, ven aquí tontorrona— murmura después de examinar mi rostro con una ligera expresión de asombro. Sus brazos me rodean con fuerza y yo tengo que hacer un gran esfuerzo para no romper a llorar de nuevo. —¿Qué ha pasado? ¿A quién le tengo que dar una paliza?

Río suavemente ante su pregunta y acurruco mi cara en su pecho mientras dejo que sus brazos me reconforten y una vez más me frustra no poder quererle a él. Con él siempre parece todo tan fácil.

—No será necesario, tío duro. Pero gracias por ofrecerte—. Separo un poco mi cuerpo del suyo para mirarle a los ojos cuando me doy cuenta de que mis lágrimas, o quizás mis mocos, han mojado su sudadera. Me mordisqueo el labio inferior a la vez que doy un par de palmadas sobre su pecho. —Y perdona por esto.

La mirada de Daniel baja hasta mi mano y su boca se curva en una sonrisa al percatarse de la pequeña mancha en el centro de su pecho.

—¿Estás de broma? No pienso volver a lavarla.

Suelto una carcajada ante su inesperado comentario y le doy otro pequeño golpe con la palma de la mano al mismo tiempo que murmuro llevando la mirada hasta su rostro sonriente.

—Serás idiota.

—Anda, ven. Vamos a hacer que tu día mejore. Necesitas salir y despejar un poco esa cabecita tuya—. Dice a la vez que estira su brazo para alcanzar mi mano y de forma repentina tira de mí mientras yo dejo caer mi peso hacia atrás en un intento de oponer resistencia.

—¡¿Qué?! ¿Pero tú me has visto? Tengo los ojos hinchados y la cara roja, yo no voy a ninguna parte con estas pintas.

—Venga, ¿es que prefieres encerrarte en tu cuarto y seguir lamentándote por alguien que probablemente no se merezca ni una sola de tus lágrimas?— Gruñe mientras continúa arrastrándome a lo largo del pasillo.

—¿Pero a dónde me llevas? ¿Puedo por lo menos ponerme presentable?

Daniel se detiene en el acto y se vuelve hacia mí frunciendo ligeramente el ceño mientras vuelve a examinar mi rostro. Me observa un momento antes de asentir con una sonrisa jocosa a la vez que suelta mi mano.

—Tienes razón, debería dejar que te limpies esos chorretones negros que llevas por toda la cara— bromea pellizcando mi mejilla, aunque probablemente sea cierto y tenga las mejillas llenas de máscara de pestañas —pero rapidito eh.

Le dedico una última mirada entrecerrando los ojos y giro sobre mis pies para dirigirme a mi cuarto. Levanto la mano por encima de mi cabeza y le hago un gesto para que me siga con la esperanza de que así lo haga.

Tan fácil como decir te quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora