Capítulo 16

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Son las cuatro de la tarde y me he pasado todo lo que va de día encerrada en mi habitación bajo las mantas: dormí hasta el mediodía y ví una de esas comedias románticas que tanto me gustan. Sigo con resaca, con dolor de cabeza y me rugen las tripas, pero la idea de tener que salir a por comida me martiriza, así que trato de posponerlo todo lo que mi cuerpo pueda aguantar. Después de una larga lucha interna, decido que como mínimo es hora de darse una ducha. Huelo a humo y alcohol mezclados con sudor, y me siento sucia.

El estómago me vuelve a rugir de camino a la habitación y empiezo a fantasear con toda clase de comida, necesito salir a comprar. Me pongo unas mallas negras con una camiseta ancha y las Converse, cojo el móvil y mi cartera y ni siquiera me molesto en secarme el pelo antes de salir. De camino a la zona de pequeños bares y cafeterías que tenemos cerca del campus trato de decidirme por lo que voy a pedir. En un primer momento se me ocurre ir a tiro fijo y pedir en el mismo sitio que comí ayer ya que la comida estaba buena, pero la idea se me borra de la cabeza cuando las palabras de Marcus invaden de nuevo mi mente: "necesitamos un descanso". No quiero nada que me recuerde a él en estos momentos ya que posiblemente eso haría que no pueda disfrutar de mi comida. Finalmente me decanto por acercarme a otro local que está en la zona, tiene un gran letrero con luces de neón en el que se puede leer Food&Drinks así que por lo menos sé con seguridad que ahí voy a encontrar algo para llenar mi estómago.

La puerta suena cuando se abre haciendo que el chico que está detrás de la barra se vuelva hacia ella. Me acerco ocupando un taburete y le saludo de forma amable antes de hojear el menú que tengo a un lado. Me llevo la mano al estómago cuando este ruge de nuevo queriendo hacer acto de presencia. Llevo sin comer desde ayer al mediodía y estoy muerta de hambre. Finalmente me decido por la empanada de pollo y setas, una ración de patatas fritas y otra de edamames picantes. Mientras espero a que mi comida esté lista navego por mi cuenta de Instagram, poniéndome al día con las novedades. Comento un par de fotos en el perfil de mis amigas de Bristol y recuerdo que desde que me vine a Londres aún no hemos hecho videollamada. La puerta del bar se abre volviendo a hacer ese sonido, como si alguien sacudiera una campana , que me intensifica el dolor de cabeza. Puedo ver por el rabillo del ojo como un grupo de gente pasa por mi lado, apoyándose en la barra a unos metros de mí mientras yo mantengo la mirada en la pantalla de mi teléfono.

—¿Qué va a ser?— Escucho de fondo como el camarero se dirige hacia ellos.

—Para mí un zumo verde con mucho hielo.

—A mí ponme una pinta.

—Una cerveza negra.

<<No puede ser... ¿Es que no hay más bares en la zona?>> Reconozco cada una de las tres voces nada más empiezan a hablar y me arrepiento de haber elegido este sitio. Levanto levemente la mirada cuando me dan la espalda para dirigirse a una de las mesas y puedo reconocer el pelo descolorido de Beatrice, el rubio de Neil y el pelo oscuro y ligeramente despeinado de Noah. Me mantengo medio encorvada sobre mi teléfono con el único fin de ocultarme y pasar desapercibida, pero mi elaborado plan se ve truncado cuando un chico sale de la cocina con la que supongo es mi comida.

—Violet, ¿no?— Lee el nombre que va escrito sobre la bolsa de papel y yo asiento tratando de sonreír mientras puedo ver como Neil levanta la cabeza en mi dirección.

—¡Anda! Pero mira quien está aquí, ¿qué tal está Daniel?— su tono es ligeramente burlón, pero así es Neil. Siempre tiene algo que decir. Yo ruedo los ojos ante su comentario, cogiendo mi bolsa de comida y dejando el dinero sobre la barra.

—Seguro que está bien—. Le dedico una sonrisa de forma incómoda y me dispongo a levantarme para ir hacia la puerta y salir de aquí cuanto antes, cuando su voz me frena de nuevo.

—Eh, espera. Quédate a tomarte una con nosotros. Venga.

Mis pies giran de nuevo hacia él con un solo movimiento al mismo tiempo que suspiro. Veo como Beatrice pone los ojos en blanco con una mueca de desacuerdo y Noah se limita a mirarme de esa forma tan intensa e indescifrable que puedo llegar a sentir como me atraviesa.

—No, creo que he tenido suficiente. Otro día—. Añado eso último tratando de zanjar la conversación y funciona. Echo un último vistazo al rostro de Noah y casi puedo advertir un atisbo de decepción en su mirada. Me despido dirigiéndome de nuevo hacia la salida, esta vez con éxito.

Una vez a salvo entre las cuatro paredes de mi habitación dejo la comida sobre mi cama y me deshago de las zapatillas y las mallas, guardando cada cosa en su lugar, y dejándome la camiseta blanca puesta. Me siento sobre mi cama y abro el portátil revisando todas las novedades de Netflix. Tras unos minutos me decido por otra comedia romántica, 10 razones para odiarte, un clásico. Me recojo el pelo en un moño despeinado y me acomodo entre los cojines y almohadas, rodeada de comida y dispuesta a disfrutar de una tarde de cine.

Tras dos películas, media empanada de pollo, una ración de patatas y unos cuantos edamames, el sol ya se ha ocultado y la luz de mi portátil es la única que ilumina mi cuarto. Me desperezo estirando cada músculo de mi cuerpo y suspiro llevándome las manos a la barriga,  todavía estoy bastante llena. Enciendo la pequeña lámpara de noche y coloco los envases de comida dentro de la bolsa que dejé sobre el escritorio. Busco el teléfono entre las mantas. Las nueve y diez. Me debato entre ir a por la tercera peli de la tarde o irme a dormir cuando alguien me interrumpe aporreando con fuerza mi puerta.

—¿Qué demonios....?— Los golpes vuelven a retumbar sobre mi puerta y dudo entre si abrir o no. Sea quien sea, parece ser alguien con quien no quiero compartir espacio por la forma que tiene de dar golpes. Escucho algunas voces en el pasillo y de pronto reconozco una de ellas.

—¿Pero a ti qué te pasa? ¿Qué haces aquí?— Noah está frente a mi puerta, el pelo le cae sobre la frente de forma despeinada y sus ojos verdes están vidriosos. Varias personas han salido de sus habitaciones debido a todo el estruendo y ahora nos están observando como si fuéramos los protagonistas de algún tipo de película. Él se abre paso para entrar en mi cuarto y yo echo una última mirada a nuestros espectadores antes de cerrar detrás de mí.

—¿De verdad crees que puedes venir en mitad de la noche a mi cuarto, tratar de tirar la puerta abajo y colarte en mi habitación?— Mi enfado parece no molestarle mientras se quita su cazadora de cuero y se deja caer sobre la cama de Sophie. —¿Pero qué haces? ¿Qué quieres Noah?

Me paro en el medio de la habitación con los brazos cruzados sobre el pecho y dando golpecitos con la punta del pie en el suelo mientras espero una respuesta que parece no llegar nunca. Suspiro dándome por vencida y por un momento me olvido de que solo llevo puesta una camiseta. Me dirijo rápidamente a la cómoda poniéndome unos pantalones cortos color caqui y me dejo caer sobre mi cama suspirando nuevamente.

—Como quieras. Cuando vuelva Sophie ya negociarás su cama con ella— murmuro entre dientes con la mirada clavada en el techo y las manos cruzadas sobre mi estómago.

—Probablemente esté en mi casa con Oliver— musita casi de forma inteligible y sin darme cuenta me veo a mi misma asintiendo ante su afirmación. En el tiempo que llevamos aquí han sido muchas las noches que duerme fuera, así que no sé por qué esta no iba a ser una de ellas.

Pasan varios minutos en los que el silencio reina dentro de mi habitación y empiezo a creer que Noah se ha dormido en la cama de mi compañera. Cierro los ojos llevando mis recuerdos a la noche que pasamos juntos, si por la mañana no se hubiese comportado como un auténtico capullo probablemente las cosas entre nosotros dos habrían sido diferentes.

—Violet— su voz pronunciando mi nombre de manera cautelosa hace que la fantasía se disipe, obligándome a abrir los ojos al mismo tiempo que puedo sentir como se me forma un nudo en el estómago —¿estás despierta?— Me limito a responder con un breve "sí" y siento que vuelven a pasar minutos de silencio, aunque probablemente solo hayan sido algunos segundos.

—Tengo que decirte algo—. Su voz parece dolida, como si realmente hubiese algo que lo estuviera torturando.

Tan fácil como decir te quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora