Capítulo 40.

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[Synchóresi]

—Aléjate de mi mujer.— Gruñó inmersa en ese instinto protector que llevó a empujar a Natalia a sus espaldas. — Aléjate de acá. — Ella sentía la necesidad absurda de mostrar los dientes, aunque estuviera a punto de entrar en pánico porque su hijo seguía jugando ajeno al mundo en esa resbaladilla con una niña, y ese pestilente olor que alguna vez desprendió Isaza seguía bailando en la atmósfera.

—Por favor, Makis. — Increíblemente, la pobre chica parecía a dos segundo de ser tomada por el miedo. — Natalia es mi amiga...

—¿¡Se te olvida que intentaste matarla!? — Ese olor rugía el nombre de Isaza, lo anunciaba.— De la nada dejaste de recordar que tú y ese bastardo, intentaron quintarme a la mujer que amor por un estúpida venganza.

—Makis, no...

—¡Yo no me olvido de ese perro!

La cabeza Denisse cayó sumisa, implorando perdón con sus gestos, incluso con su olor. Esa hostilidad se borró de pronto, cuando una pequeña nota de inocencia rompió el agrio aroma que alguna vez marcó a Juan Pablo Isaza, el demonio lobo. Makis lo percibió, entonces se esforzó en encontrar la procedencia de ese peculiar aroma hasta que encontró a la niña que jugaba animadamente con su hijo, absorta en una mirada de admiración al ver las proezas del niño.

Quizás había algo en su nariz aguileña o en la forma de los ojos, quizás en el color castaño del cabello o la forma de sonreír que tenía ese brillo curioso tan diferente, pero a la vez tan igual. La niña que estaba jugando con Artemis definitivamente era cachorro de Isaza y de...

—Cuando él lo supo, solo se fue. — Murmuró ausente con los ojos clavados en la pequeña castaña. — Solo me dijo que yo no era alguien para amar, solo era quien calentaba su cama mientras encontraba con quien realmente tenía el vínculo. — Eso era cruel, incluso para el demonio lobo. — Pero, después de todo fue para mejor. — Recién entonces, las recién casadas pusieron atención a la derrotada mujer frente a ella. — Natalia es lo mejor que me ha dejado un ser tan despreciable, tanto que sin quererlo me dio amor. — Una sonrisa casi dulce apareció. ­— Nunca pensé que una niña tan perfecta podía... nunca pensé que alguien tan dulce podría proceder de Juan Pablo Isaza.

—¿Nunca te ha preguntado por él? — La voz de Natalia provenía desde una especie mundo paralelo, desprendida completamente del rencor que alguna vez pudo albergar en el fondo de su corazón. — Recuerdo... — Esa sola palabra conquistó directamente a sus dos interlocutoras, volviéndolas esclavas de esa mujer que parecía ser tan frágil. —Recuerdo cuando Artemis entró al jardín de niños. Él solo llegó el primer día completamente desconcertado porque todos sus compañeros tenían un padre y una madre o dos padres, incluso dos madre.

Makis sintió la vida removerse al escuchar eso. — Natalia, yo...

—No te estoy culpando. — Murmuró mansamente. — Él me preguntó muchas veces por su otra madre y yo lo único que podía decirle, era que su madre era espectacular y que por eso debíamos compartirla con el mundo. — La alfa la miró absorta en esa belleza casi inmaculada y se frenó para adorarla como si fuese una diosa en la tierra. Quería tanto abrazarla hasta que dejara de sentir que había perdido tantos años. — Recuerdo que desde entonces, cada día le contaba algo de su madre, aunque fuese una cosa pequeña.

—¿Ustedes no estaban juntas? — Inquirió curiosamente Denisse. — Yo pensé...

—Nos hemos encontrado hace poco y nos hemos casado por... — Natalia tentó solo porque le encantaba ver como Makis simplemente se desesperaba y esperaba como una niña ansiosa a que le diera un poco de aprobación. — Porque nunca he dejado de amarla, aunque en ese momento solo dijese que la odiaba.

Mi Luna. - (Ventino) [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora