Capítulo 41.

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[Ischyrótera mazí]

Se sentía insegura, quizás furiosa consigo misma e incluso se llegó a sentir ingenua por haber permitido que esa mujer volviese a irrumpir en sus vidas cuando todo parecía haber comenzado a ir realmente bien. Estaba molesta y seguía mirando hacia el basto mar que se escondía tras la oscuridad de la noche, expectante a que los ojos de otro lobo apareciese asechando en su hogar.

La puerta se azotó con fuerza. — Usted ha sido una grosera. — Gruñó furiosamente la castaña, mostrando el inicio de sus dientes blancos. — No puedo creer que se haya comportado de esa manera tan infantil e inmadura. — Makis solo se giró sobre sus talones, aún con las manos en los bolsillos y con el rostro impasible. — ¡Se supone que confía en mí!

—Confío en ti. — Murmuró suavemente. — De quien desconfío es de Denisse por obvias razones y creo tener razón. — Por primera vez Makis dio un barrido al cuerpo de su esposa, cubierto por un camisón de satín que era demasiado corto y muy delgado como para protegerla del escrutinio lascivo de la alfa que ya sentía las consecuencias burdas de la excitación en su entrepierna. — Además, es mi esposa, no comprendo las razones para tratarme de "usted".

—¡Porque estoy horriblemente enojada con usted! — Espetó ya un poco consciente de la mirada encendida de su esposa. — No me mire así, estamos enojadas.

—Usted está enojada. — Jugó tiernamente con el tono profundo de su voz. — Yo siento... otro tipo de cosas

—Deje de pensar con su pene, María Cristina. — Natalia también sentía ese algo que ya estaba despierto en Makis se estaba despertando en ella también, aunque realmente quería estar furiosa. — ¡Estoy furiosa contigo! ¡Fuiste grosera! — Por alguna razón, la castaña la apuntaba con todas las alarmas en alto para detener ese avance amenazante. — Has espantado a mi amiga y a su hijo.

Makis solo gruñó amenazadora ante la negativa. — Pero ella no quieres ser solo tu amiga. — Soltó sin más, rodeando el cuerpo de su esposa en un baile casi animalesco que encerraba a su presa y dejarla arrinconada contra la gran ventana. — ¿Crees que no me di cuenta de como te miraba? — Solo faltaba extender su mano para para tomar todo lo que deseaba. — Además, la muy descarada se atreve a admitirlo bajo mi techo, en mi cocina, de manera descarada.

—Yo... yo...

La alfa ni siquiera dejó que su compañera hablara, simplemente tomó la cintura de su mujer con posesividad, pegando ese tentador trasero a su erección y presionando ese pecho relleno desde que amamantó a Artemis, a su hijo. Gimió ante la idea de volver a embarazar a Natalia, de ver como su vientre se hinchaba, como su cuerpo cambiaba y aceptaba a su otro cachorro, y, finalmente tener la dicha de acariciar esos senos de fantasía que adoraba.

Presionó fuerte contra la ventana, sintiendo y sabiendo que esa mirada cargada de asombro era la de Denisse que las asechaba. Se sentía dichosa de ser ella quien podía tocarla, amarla y hacerla suya, mientras que esa mujer solo podía mirar desde fuera.

—Tú no sabes lo que esa mujer me ha dicho. — Casi ronroneó cuando comenzó a pasar sus dedos por el muslo desnudo de Natalia, trazando desde su rodilla hasta terminar por violar el espacio entre sus piernas, tentando sobre la ropa interior. — Se ha atrevido a insinuar que no eres mía. — Eso salió como un gemido gutural, lleno de esa furia por imaginar que se la arrebataban de los brazos. — Cuando nos hemos pertenecido desde que nacimos. — Los labios firmes y carnosos succionaron ese punto de pulso, y las manos, hambrientas de piel recorrían a la par el vientre y apretaban el cuello. — Eres mía, completamente mía.

La morbosidad de saber que alguien les estaba viendo tomó por completo el curso de sus propios actos, llevándola a arrastrar definitivamente el camisón sobre las caderas de su mujer y arrancó las bragas hechas despojos a sus pies, aunque desearía tremendamente guardarlas en el bolsillo de su pantalón como trofeo.

Mi Luna. - (Ventino) [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora