Capítulo 20

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[La nueva Alfa.]

Makis.

Rota, así me sentía desde que su corazón había comenzado a silenciarse de a poco, rota porque la estaba perdiendo y apenas la había encontrado. No podía rendirme y aceptar el hecho de que ella pudiera desvanecerse sin yo hacer nada.

—Ruge. — Casi imploré, masajeando su pecho para que su corazón no se detuviera del todo. —No me dejes, por lo que más quieras, no me dejes.

—Makis. — La voz calma, pero triste de Juliana llegó a mis oídos, pero nada me permitía moverme. — Ella... ella ya se fue. — Intentó tirar de mí, para alejarme del cuerpo inerte de mi mate. — Ya no está, Makis.

—¡No! — Me sacudí violentamente, liberándome de su ataque. — Te ordeno que vuelvas, te ordeno que te mantengas a mi lado. — Vociferaba a su lado, sintiendo como frustrantes ríos migraban de mis ojos. — Te ordeno que rujas.

Quise meter la mano dentro de su pecho y bombear yo misma la sangre directo a cada órgano de su cuerpo, pero no podía, simplemente no podía hacer nada. Rugí con fuerza, alejando de inmediato todas las manos que quisieron tocarla a ella o a mí, rugí porque estaba frustrada y por primera vez en mi vida estaba sintiendo dolor.

—Makis.

—¡Ella no sea ha ido! — Farfullé entre sollozos perdidos. — Ella no puede irse.

En un arranque violento y casi irracional, golpeé su pecho con tanta fuerza, que no me atreví a abrir los ojos por el miedo de haber maltratado más su cuerpo.

Un rugido estridente estremeció al bosque completo, como si un huracán hubiese migrado desde su pecho y hubiese arrasado indiscutidamente con todos lo que estaba a su paso. Aturdida ante la fuerza de ese rugido atronador, que apenas pude encontrar el valor de buscar la procedencia de ese ruido violento y casi aterrador que me estremeció hasta las entrañas.

"Duele." — Su voz débil volvió a aparecer en mi cabeza. — "Makis, me duele"

Entonces fui consciente de lo que estaba pasando a mi alrededor, donde su cuerpo se arqueó contra mi mano, mientras el ruido estridente de su rugido comenzaba a parecer y sus ojos se abrían completamente brillante, sorprendentemente de un rojo tan fuerte que era capaz de opacar el mismo color brillante de la sangre que la rodeaba.

—¿Natalia? — Susurré su nombre. — ¿Tu... tu... tu...?

—Duele, Makis, duele mucho. — Jadeó cansada, retorciéndose mientras sus heridas comenzaban a cerrarse lentamente frente a nuestros ojos. — ¿¡Qué me pasa!?

Nunca había visto algo similar, nunca había visto arbitrariamente que una persona tomara los colores de un alfa apenas siendo mordida; eso no pasaba, nunca en la historia de los licántropos se había visto que alguien fuese un alfa sin una declaración de poder violenta o la conformación de una manada. Quizás era por su corazón, por la inocencia o por la pureza de su alma, quizás era por esa manera calma que tenía de latir su corazón o probablemente era por ese algo especial que bailaba alrededor de su alma; no lo sabía en absoluto, ero completamente la amaba.

Tomé su mano con fuerza, intentando tomar parte de su dolor. — Te estás convirtiendo en todo lo que estás destinada a ser.

Mi cabeza bajó hasta que nuestras frentes se juntaron y por breves instantes, nuestros corazones se sincronizaron en un estrecho vínculo que compartía cada una de las sensaciones, emociones y dolores. Sentía lo que ella sentía, pensaba lo que ella pensaba y lograba experimentar cada una de las cosas que experimentaba. El vínculo era tan abrumador que apenas era capaz de pensar en ser fuerte para ella en este momento.

Mi Luna. - (Ventino) [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora