Capítulo 25.

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[Tras la bestia.]

Makis.

A veces, cuando el bosque estaba lo suficientemente calmado, podía escuchar como latía su corazón mientras dormía. Esta mañana en específico, no podía encontrarlo, y no era porque ella estuviera en peligro o algo así, sino que esa mañana todos los perros parecieron dispuestos a romper el silencio de ese pueblo escondido al escrutinio del mundo.

Sabía que debíamos estar preparándonos para ir a clases, para aparentar que el mundo completo estaba bien y que n habíamos pasado una semana rebosante del sexo más duro, caliente y vulgar; nadie era conciente de que habíamos colisionado nuestros cuerpos hasta el punto de estar a carne viva y que nos habíamos impregnado de la otra hasta el punto de no poder separar nuestro olor de la piel de la otra.

Apenas me había separado de ella unas cuantas horas para dejarla irla con su familia y ya la extrañaba, extrañaba su piel, sus besos y su dulce risa que era capaz de devolverme directamente a una época en la que realmente era inocente de cada maldad del mundo. Eso me pasaba con Natalia, cada vez que veía sus ojos, sentía que la vida dejaba de lado toda esa violencia, rompía por completos los estigmas y se hundía de una manera indiscutida, en las bondades más hermosas que pudieran existir.

A veces me preguntaba si ella sentía lo mismo, sentía que yo le daba ese sinfín de emociones completamente pacíficas o era más bien, un huracán fuera de control que arrasaba con todo lo que tenía a su paso. He de admitir que tenía miedo de preguntarle y de encontrarme con algo que me rompería el corazón. Así que solo me consolaba diciéndome que no había forma alguna de que nuestro vínculo, fuese amor o no, se disolviese de alguna forma.

—Makis. — La voz temerosa de Juliana llegó desde atrás. — Makis, yo... yo... yo...

—¿Te pasó algo, Juli? — Cuestioné con suavidad, sabiendo que si hablaba rudamente, ella se espantaría y ninguna palabra saldría de sus labios. — ¿Alguien te ha hecho algo?

—A mi no. — Susurró.

—Entonces, ¿a quién le pasó algo? — Volví a preguntar con cierta reticencia. — Necesito que me hables, querida. Es la única manera en la que puedo ayudarte de alguna manera.

Juliana levantó el celular. — Makis acaba de llamarme, me dijo que tu celular no estaba marcando. — Susurró. — Me dijo que cayó en su puerta...

—¿Quién?

—¡No lo sé! —Espetó. — Me dijo que alguien había caído en la puerta de su casa, que estaba herido y que no estaba sanando. — Al parecer, Juliana había entrado a un estado de pánico compartido con el de Natalia. — Ella... ella está asustada.

Debía estarlo, porque ella no se había enfrentado nunca ese tipo de desafío tampoco estaba acostumbrada a las brutalidades de seres completamente dominados por la sed de sangre y por el dolor que podían infringir. Tenía que estar a su lado, sin importar que la escuela quedara en segundo plano o que alguna persona pudiera saber de la vulnerabilidad que nos había alcanzado.

—Me voy con ella. — Anuncié. — Tienes 30 minutos para reunir a las chicas, aunque dudo que te cueste mucho encontrar a Camila. — Ironicé con cierta maldad. — Cuando sepa lo que pasó, necesitaré que rastreen a quien quiera que sea el responsable de este tipo de ofensa contra mi mujer.

—Si, señora.

Desde que había compartido esa experiencia con Natalia, me convertía en un lobo con facilidad, casi como si el hecho de estornudar me llevara a mi forma licántropa con cierta arbitrariedad que me hacía sentir miedo. Solo sabía que seguía teniendo el control de mí misma cuando corría por el bosque en un estado completamente salvaje.

Mi Luna. - (Ventino) [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora