[El sol, la luna... la verdad]
Makis.
Había salido sin importar lo mucho que había rezongado Natalia cuando cerré la puerta en sus narices y la tranqué con pestillo. Para mi completa suerte, y con la lógica de haber pasado la experiencia de convivir con 3 lobas que, en algún momento fueron inexpertas e impulsivas; las puertas estaban reforzadas con doble pestillo de hierro forjado y las ventanas cubiertas con rejillas gruesas. Natalia no se iría a menos que alguien con una llave las sacara.
Necesitaba salir un momento, calmarme y volver a hablar con ella, teniendo esa completa convicción de que no actuaría como un muchacho recién convertido a lobo, que apenas lograba controlar sus impulsos.
—¿Makis? — La voz de Juliana sonó lejana. — ¿Qué pasa?
—¡No puedo controlarme frente a ella! — Gruñí cada palabra en ese tono bestial. — Es como si no fuese dueña de mi cuerpo, es como si ella me controlara.
Mi amiga dio unos pasos hacia mí. — Esto es extraño, nunca te había pasado. — Era cierto, el descontrol nunca había sido propio de alguien de alguien de mi calaña. —¿Estás segura de que tener a esa chica cerca es una buena idea?
—¡Ella no se va de acá hasta que yo lo diga! — Rugí con fuerza.
Los cristales de la casa se quejaron ante la arremetida de mi propia voz, incluso las chicas sufrieron los efectos de mi enojo desmedido y el descontrol que enfrentaba en un estado transformativo incompleto. Necesitaba salir de ese lugar para calmar a esa bestia que estaba a punto de soltarse y despedazar todo a su paso.
Sali de la casa dando tumbos, sintiendo ese calor desbordante mientras cada elemento de mi cuerpo se acomodaba para adoptar la forma de lobo; era la vista de una bestia despiadada y sangrienta que buscaba eliminar cada rastro de humanidad en su conciencia.
Me interné en el bosque sin saber en qué momento volvería y corté cualquier tipo de comunicación con mi manada; esa noche, solo necesitaba ser un animal. No obstante, había alguien más que estaba al tanto de mi descontrol y estaba completamente dispuesto a aumentar al máximo ese estado de cólera.
De la nada sentí como unos brazos apretaban mis costillas, lanzándome al suelo con un incipiente dolor en el cuerpo.
—¿¡Qué pasó, De Angulo!? — Lanzó Isaza con la burla viva en sus pupilas rojas. — ¿Ya te dijo la humana que el lobo que la atacó era café y no negro? ¿Ya te diste cuenta de que no fuiste tu quien la dañó?
—Fuiste tu. — Gruñí, sabiendo que él podría entenderme. — Tu dañaste a mi Luna.
—Si, fui yo. — Sonrió mostrando los dientes afilados sobresaliendo. — Y de no ser por ti, la habría matado, la habría hecho pedazos para que encontraras sus miembros esparcidos sobre su cama.
—¿Por qué? — Cuestioné sintiendo como la cólera recorría mis venas. — ¿Por qué te metes con mi Luna?
Isaza comenzó a rodearme, mirándome con ese ojo analítico y haciendo movimientos metódicos. Se estaba burlando, pese a que sabía que con un movimiento podía despedazarlo y reducirlo a nada.
—Porque con ella, tu te rompes. — Declaró burlesco. — Si la destruyo a ella, te rompo el control y te convierto en la bestia que siempre estuviste destinada a ser. — Isaza se detuvo frente a mis ojos, tentándome a hacerlo pedazos con mis fauces salivantes. — Pero primero, te pienso hacer sentir el dolor de perderla en vida.
—No te acerques a ella. — Gruñí. — ¡No te vas a acercar a mi Luna!
No sé quien dio el primer paso a para atacar, solo sé que mis dientes se hundieron en el tedioso pelaje café, estiré su cuero y rompí todas sus barreras con mis fauces. Lo lancé a un lado sin contemplación, haciéndolo girar hasta quedar sobre su lacerado lomo.
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Mi Luna. - (Ventino) [Makia]
Fiksi PenggemarNatalia Afanador vivía en un pueblo en el que "normalidad" no se podía definir como una palabra muy usada, porque hasta el cartel de bienvenida era raro. Un día cualquiera, una noticia llegó, el ataque de lobos hambrientos había inquietado a su ciu...