Χαρούμενο τέλος

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—¡Mami! — Ese mero grito resonó en la mansión de la familia De Angulo Afanador, moviendo desde los cimientos hasta el mismo cielo. — ¡Mamá dijo una grosería!

—¡Eso no es cierto! — Makis venía corriendo desde atrás de la niña de apenas cinco años, peleando de la misma manera afanosa como si fuese una chiquilla más. — Esa pulga miente. — Y claramente usaría el argumento más convincente. — ¡Yo soy la adulta en esta casa! ¡No le puedes creer! — Luego miró a la niña con enojo y gruñó. — Pséfti

Agenís. — Respondió la niña con la misma naturalidad. — Yo te escuché.

Artemis giró los ojos sabiendo todo lo que se vendría. — Mamá, no puedes olvidar que Atenea habla español, griego y francés, también entiende el italiano, irlandés y portugués.

La pelinegra con un par de arrugas que no hacían justicia a todos los años que llevaba viviendo miró a su segunda hija con el entrecejo fruncido, intentando recordar como es que ese pequeño diablo se había vuelto políglota a tan corta edad. La amaba con todo su corazón, era sus ojos desde su nacimiento, pero también era el dolor más grande de cabeza que podía tener, porque era quien más le rebatía.

—No me ayudes, hijo.

—Yo he escuchado a mami decir groserías. — Ares llegaba a su rescate con esos grandes ojos castaños y esas mejillas pecosas que tanto adoraba. — Pero las dice cuando piensa que nadie la escucha.

—Es cierto. — Hera, la melliza de Ares miraba con sus grandes ojitos y con el cabello azabache revuelto, dando esas caras que derretían completamente a la alfa milenaria. — Una vez se golpeó el dedo en la mesita y como ya no se puede agachar para sobarse, se puso a maldecir.

Natalia apareció resoplando, mirando a su propia familia reclamar el sinfín de cosas tan naturales en ellos que solo la hacían sonreír ampliamente lo que tenía. Se puso la mano en la parte baja del vientre abultado de unos seis meses embarazo, esta vez, un embarazo gemelar.

—Mi luna. —Jadeó la morena al verla entrar tan suelta en esos bellos vestidos de verano que tanto adoraba. — ¿Esos diablos te están molestando?

—¡Oye! — Fue la réplica enérgica de los pequeños De Angulo Afanador, incluyendo una patada maliciosa en ese abultado vientre.

Makis no dudó en sonreír, entrelazando los dedos con los de su mujer, sobre ese pequeño bulto lleno de vida que apenas podía imaginarse que era la mezcla perfecta de ambas volvía a crecer en las entrañas de la mujer que amaba con dedicación absoluta. Lo corroboraba cada vez que sentía esas inquietas pataditas de protesta por sus malos chistes.

—Tal parece que a ellas tampoco les gusta que les digas de ese modo. —Susurró embelesada por esa protesta suave de sus hijas. — No suelen moverse tan fuerte, a menos que estén realmente enojadas contigo.

—Tu solo asumes lo peor de mí. — Refunfuñó posicionándose sobre sus rodillas casi de manera instantánea. — Es que no comprendes que nosotras tenemos una conexión especial y que cuando me escuchan hablar se alborotan para poder llegar a mis brazos.

La parada en la espinilla llegó tan pronto como dijo eso, mostrando los ojos furiosos de la pequeña Hera.— Pensé que yo era tu pequeña princesa. — Gruñó cada palabra, decepcionada a más no poder y con esa desagradable sensación de ser remplazada por unas bebés que ni siquiera habían nacido todavía. — Tu... tu... ¿Te olvidaste?

La castaña vio como los ojitos expresivos de la menor de sus hijas se volvían cristalinos y la profunda herida se su alma parecía haberse ampliado más a cada momento que su apanicada esposa no profería palabra. Cuidadosamente se puso de rodillas, pese a esa protesta insistente frente a la reducción de espacio, estrujando a la princesita de los ojos brillantes entre sus brazos.

Mi Luna. - (Ventino) [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora