Capítulo 21

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[La verdad.]

Natalia.

Había algo creciendo en mi bajo vientre, como si siempre estuviera excitada cuando estaba a mi alrededor. Makis despertaba de alguna forma todo lo que había estado dormido hasta entonces, como si mi lívido reaccionara únicamente a ella. Esa mujer me miraba por un segundo y era como si el mundo completo ardiera en llamas a nuestro alrededor.

Makis aún seguía reticente a tocarme de cualquier manera, alegando al miedo de poder hacerme daño de alguna forma inesperada. Por otro lado, estaba tan temerosa de encontrar a Isaza una vez más, así que cada noche se sentaba bajo mi ventana cada noche, a la espera de que cualquier monstruo irrumpiera dentro de mi habitación. A veces se negaba incluso a entrar a mi habitación para descansar cuando su corazón se ralentizaba a tal punto que demostraba un estado de somnolencia tremenda.

Una semana llevaba así y yo no comprendía las razones de su aprensión. Parecía como si siguiera siendo la humana débil que un licántropo me podría usar como palillos para dientes. A veces me preguntaba las razones verdaderas por las que me había convertido, si me seguía tratando con tanta delicadeza.

Había algo que me estaba ocultando.

¿Makis? — Llamé. Sabía que sin importar lo que pasara, ella me escucharía. — ¿Makis? ¿Me escuchas?

—Siempre, Mi Luna. — Su voz sonaba queda, casi en agotada. — ¿Estás en peligro?

—Necesito verte. — Le hice saber. — Necesito que vengas acá.

—Luna, ¿está en peligro? — Esa voz era extraña, pero familiar. No comprendía, hasta ahora solo había tenido conexión con Makis. — ¿Necesita ayuda?

¿Qué diablos?

—Nosotras podemos ir de inmediato. — Estaba abrumada. No estaba acostumbrada a escuchar tantas voces. — Podemos ayudar en lo que sea.

—Makis, te necesito.

El cuerpo se me sacudía en una especie de expectación que no lograba descifrar. Ella llegaría en escasos minutos, irrumpiendo en mi cuarto con la forma de ese robusto lobo que se paseaba por el bosque como si fuese el dueño del mundo. Ese calor tan conocido se comenzó a esparcir desde el vórtice entre mis piernas hasta cada una de las extremidades y volvía casi dolorosa la experiencia de estar esperándola.

¿Por qué reaccionaba así? ¿Por qué necesitaba su piel rozando la mía a todas horas?

El ruido de las tablas crujiendo advirtieron que ella había llegado y que se removía con violencia para deshacerse del pelaje que había cubierto su cuerpo lobuno. Sentía como su hocico exhalaba aire caliente contra la piel de mis muslos y como el restante del pelaje hacía cosquillas en la piel que escapaba de la corta camiseta y de los cortos shorts.

Estoy aquí, Luna. — Escuchaba su voz en mi cabeza. — Estoy para lo que necesites.

—Te extrañé. — Susurré. No puse reparos en hundir mi cuerpo contra su pecho. — Me hacías falta.

—Te vi esta tarde en la escuela. — Puntualizó. — Y te he visto cada noche.

—Sabes a lo que me refiero. — Murmuré. Me giré entre sus brazos, encontrándome con los ojos inquisitivos. — Ya no me tocas, Makis, es como si me temieras. No comprendo porque hiciste todo eso, si al final terminases poniendo una especie barrera entre ambas para refugiarte en algo que desconozco.

Makis intentó dar un paso más cerca, pero la detuve con un empujón que la hizo trastabillar hacia atrás. Quise arrepentirme y volver a hundirme entre sus brazos, pero había tantas cosas que no comprendía y que ella necesitaba explicar, que me retuve lo más que pude.

Mi Luna. - (Ventino) [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora