CAPÍTULO 3

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La entrenadora








POL











-          Bien, Florecitas. Me han dicho que te llamas Pol. Pero me da igual. Y lo mismo pasa con que si te haces pupita en la mano como hace poco cuando te has rasgado con el papel y has empezado a gritar porque te salía sangre. Gracias, Florecitas, por haber hecho que nos prohibiesen la entrada a ese restaurante.

Yo la miraba. Se me quedó la palabra "pupita", porque no tenía ni idea de qué significaba. Por alguna razón, me llamó la atención.

Hice el ademán de agacharme, pero Cris me volvió a echar pintura verde en espray. ¿Por qué? Pues no lo sé. Cerré los ojos al instante y me tapé la cara con las manos.

-          No te echo pesticida porque me das pena- aseguró, mirándome a los ojos-. Como te atrevas a agacharte a meterte otra florecita o alguna hoja rara en los calcetines esos que llevas de los tiempos en los que seguían vivos los mamuts, te juro que no dudaré en echarte espray en la cara esa de cachorrito que tienes.

Asentí enérgicamente, asustado.

-          Ahora, siéntate en esa raíz de ahí para que pueda mandarte desde arriba. Así sabemos quién es el superior aquí.

Hice instantáneamente lo que me dijo. Me senté en la raíz más cercana, sin quitarle la vista de encima.

-          Florecitas, hemos venido al bosque porque... ehm, eres la primavera, supongo. Aquí te sentirás más... inspirado y... fuerte, yo qué sé.

La miré con cara de no saber qué significaba "inspirado". Ella respiró hondo y contó hasta diez.

-          Comenzaremos con algo fácil- miró hacia todas partes-... A ver... ¿qué poderes se supone que debería de tener la primavera? – se murmuró a sí misma-. Ya sé. Florecitas, haz crecer esa rama- señaló una ramita que sobresalía de un tronco. Se encontraba a la altura de mis ojos. Me levanté y me acerqué.

Observé la rama con total concentración. Aguanté la respiración. Creo que mi rostro se estaba volviendo del color de un tomate. La miré con gran intensidad. Tuve un tick en el ojo. Y Cris no ayudaba. Me miraba analizándome muy, muy cerca.

-          La rama no crece- farfulló-. Puedes respirar, soldado Florecitas.

Por fin, tomé aire. Y me tiré al suelo, cansado.

-          ¡Eso no ha sido nada, Florecitas! ¡Levántate! – exclamó.

Me levanté con las cejas hundidas y expresión triste. El pájaro volvió a posarse sobre mi cabeza.

Cris miró el suelo. Hierba había crecido sobre él. Se percató de una pequeña flor blanca, y no dudó al enterrar las manos alrededor de ella, de forma que al alzarlas había recogido tierra junto con la flor. No la había arrancado, seguía viva.

Me acerqué a Cris y junté las manos con las palmas hacia arriba. Ella me pasó el montón de tierra, en la cual se hallaba la diminuta florecilla en pie.

-          Deberes, Florecitas: tienes que hacer crecer eso.

Observé sus pétalos blancos y relucientes, la vida que había en un ser tan diminuto.

-          Parece que lo has entendido- murmuró, y respiró hondo-. Sígueme, vamos a un sitio donde haya más señal para poder llamar a Hugo.

Asentí sin dejar de mirar la flor.

Andamos durante unos cuantos minutos hasta llegar a la parada del bus. Todavía nos hallábamos en pleno bosque y solo había una carretera desierta que lo cruzaba.

El viento comenzó a rugir a nuestro alrededor. Nos sentamos en el banco a esperar el autobús. Yo seguía sujetando en mis manos a la flor. Cris se giró para mirarme. El viento movía con fuerza las copas de los árboles.

-          Han contado historias muy malas sobre este bosque. Dicen que está maldito- susurró, con aire misterioso-. Se dice que si sigues la carretera nunca vuelves.

El silencio se me estaba haciendo abrumador. Cris me observaba con ojos sinceros. Y yo me estaba asustando. De repente hizo un movimiento brusco y soltó un grito. Pegué un brinco del susto. Ella se empezó a reír a carcajadas.

-          Eres tan inocente- siguió riéndose. Tardé un rato en recomponerme, mientras miraba cómo se reía. Al final, acabé esbozando una pequeña sonrisa.

Entonces, volvió el viento, y los árboles se retorcieron con más intensidad. La tierra con la flor que sostenía en las manos amenazó con salir volando. Me moví con rapidez y conseguí que no se me cayera, resguardando la flor con la mano, y dejando solo una para posar la tierra.

Algo me susurró al oído. Otra ráfaga de viento llegó, y a su vez, el murmullo sonó más fuerte:

Te observan.

Miré hacia todas partes. Cris seguía sentada en el mismo sitio y había cogido el móvil. Lo tenía en la oreja, llamaba a Hugo. Así que ella no podría haberme susurrado eso, estaba demasiado lejos, y el murmullo había sido cerca de la oreja.

Tampoco sabía si podía hablar bien, o si haría el ridículo. Quería preguntarle, tenía ganas y una necesidad increíble de hablar. Pero no sabía cómo. Le toqué el hombro con los dedos manchados de tierra y ella se giró con mirada interrogante. Yo abría la boca con el intento de formular una frase, pero no me salía y me daba vergüenza. Nunca antes había sentido eso. Pero era un sentimiento incómodo que no me dejaba hacer lo que quería hacer. Me señalé el oído, e hice gestos extraños. Sin embargo, ella seguía sin entenderme.

Intenté contarle que algo me había dicho que nos observaba. Pero parecía seguir sin comprenderme. Era frustrante. Y más teniendo en cuenta que debía cuidar de la flor.

Por fin, Hugo le cogió el teléfono a Cris.

-          Hugo, el bus va a llegar dentro de demasiados minutos, ven a recogernos, ¿sí? – se calló, escuchando la respuesta de Hugo-. ¿Cómo que ahora no puedes? ¡Tío! ... No, no, no. Escucha, no... ¿Y dónde vamos a alojar a Pol? ... ¿¡En mi casa?! Oye, fue idea vuestra, ¿vale?... No, ¡no! ¡Ni se te ocurra colgarme, Hugo Sánchez! ¡Vas a probar mi ira y ...! Ha colgado. ¡Será hijo de...! No escuches, Florecitas, tápate los oídos.

Dejé la tierra con la flor sobre mi regazo, con mucho cuidado, e hice lo que me decía. No quería que me volviese a echar espray verde. Escuché que decía palabras, pero no las entendía. Se estaba desahogando con una furia increíble.

Mientras, vi cómo una figura se hallaba inmóvil, entre unos arbustos. No la distinguía bien.

Pero parecía que nos observaba.

QUIEN HACE CRECER LAS FLORES || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora