CAPÍTULO 28

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Encajando piezas de un puzle imposible




INDRA





Cuando abrí los ojos, tenía a Acis encima, sacudiéndome los hombros como un maníaco y gritando:

- ¡Indra, despierta! ¡Despierta! ¡DESPIERTA!

- ¡Ya! ¡Ya estoy despierta! ¡Estoy despierta! – exclamé. Me froté los ojos-. ¿Qué hora es?

- ¡Las cinco y media de la mañana! – dijo Acis con una amplia sonrisa.

- ¿Por qué...? – entrecerré los ojos.

- Porque mira... Yo estaba tranquilamente durmiendo, con la sábana sobre mí, los rayos de luz de la luna entrando por la ventana, todo era perfecto – comenzó a narrar. Yo lo observaba seria, mientras él se apoyaba con el codo en la almohada. En serio, eran las cinco de la mañana y ¿tenía que ponerse a contarme un cuento? -. Entonces, se me ha ocurrido conectar con la primavera y ¡adivina qué! ¡No está inconsciente! ¡Ya está despierta! Bueno, está dormida como un tronco, ¡pero su mente está presente! ¡Ya puedo localizarla con exactitud! ¡Cuando abra los ojos y empiece a moverse podré ver lo que tiene a su alrededor! ¡Hay que irse!

Me puse en pie rápidamente. Él voló y abrió el armario.

Nos duchamos y nos quedamos como nuevos. Comimos con Silvia y su madre, quien había dicho que se llamaba Lola. La paella estaba buenísima y Acis se comió su plato en segundos. Se había vuelto a poner la gorra de los Yankees y la bufanda. Nosotros mismos nos encargamos de tirar a la basura aquellos trapos sucios que habíamos llevado puestos porque era imposible donarlos en el estado en que estaban. Lola nos consiguió unos medicamentos específicos para quemaduras y se los puso a Acis alrededor del hombro. Lola no preguntó sobre aquella monstruosidad de quemadura. Luego nos pusimos tiritas de colores sobre todas las heridas leves que teníamos, que no eran pocas. Por fin, después de casi dos meses, nos sentíamos limpios y listos para luchar como era debido. Aunque Acis, en vez de ponerse algo cómodo, se puso unos tejanos de color beige y, alrededor de su cintura, se ató una chaqueta vaquera negra.

- Adiós, Silvia. Adiós, Lola. Muchas gracias por todo- me despedí, cuando ya estábamos los cuatro en la puerta de la librería con todo listo. Le di un codazo a Acis, porque estaba ensimismado con los libros del escaparate. Pegó un brinco del susto.

- Sí, sí, sí, eso. Gracias- Acis sonrió ampliamente y miró a los lados.

- Qué pena que no tengas tiempo para el trabajo que te ofrecí- suspiró Silvia-. Pero bueno, ya sabes que mi oferta sigue y seguirá en pie. Si en algún momento cambias de idea, llámame- le dio una pequeña tarjeta que Acis le arrebató de la mano tan rápido como el viento.

- Lo haré- murmuró Acis con tono de anhelo.

- Toma, Indra. Por si a él se le pierde o te interesa, por alguna casualidad, a ti también- Silvia me guiñó un ojo y sonrió. Me guardé la tarjeta en el bolsillo y le di las gracias.

- Ha sido un placer teneros aquí, volved cuando queráis- dijo Lola. Las dos volvieron a sonreír con ternura.

Asentí. Lo cierto era que no veía posible volver allí después de lo que íbamos a tener que pasar, pero ¿quién sabe?

QUIEN HACE CRECER LAS FLORES || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora