CAPÍTULO 11

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Una española, un brasileño y un escocés





AARÓN











¿De verdad ahora tengo que narrar yo?

...

Genial, espero que te gusten mis espantosas pesadillas y pensamientos tanto como a mí.











Andábamos por el túnel con paso rápido. El anciano nos había dejado un candil y lo llevaba Tobías, quien iba en cabeza. Los tres llevábamos ahora mochilas con provisiones y otras cosas importantes que nos ayudarían a sobrevivir bajo tierra.

Cuando caminábamos a lo largo del túnel, yo iba detrás de Oni. Me situaba el último, con ese abrigo que era diez veces yo y el cuenco de la sopa entre mis manos, sorbiendo el caldo caliente despacio. No quería que se me acabase antes de tiempo.

No me gustaba ese túnel, me producía escalofríos. Además, sentía oportuno sacar el tema escalofriante de aquella leyenda:

-          Oye, ¿no os parece que algo no encajaba con aquel viejo? – pregunté.

-          ¡Lo sabía! Sabía que algo no te cuadraba- exclamó Oni-. Pero... ¿el qué?

-          A mí me ha parecido muy normal. A lo mejor te ha parecido extraño que supiera tanto de nosotros. Parecía que llevara un rollo mágico oscuro o algo así, no sé- argumentó Tobías, encogiéndose de hombros.

-          No... No, pero era muy raro. Y, encima, ese pueblo era raro ya de por sí. Y los dibujos en las paredes del túnel también. Parecía que los hubiesen dibujado hace demasiados años para que ese tío estuviese vivo. Ha dicho que él había estado cuando se dibujaron- expliqué. Oni se mantuvo callada.

-          No seas tan cínico, Aarón. Tranquilo- dijo Tobías, con un hilo de voz. Lo conocía muy bien y sabía que él ya no estaba tan seguro de seguir las indicaciones de aquel anciano.

Ya no volvimos a hablar mucho más después de aquella conversación. En los descansos vigilaba uno de nosotros, mientras los demás dormían. Empecé vigilando yo, porque no tenía ganas de dormir. Dejé que se echaran una siesta y aproveché para juntar mis manos como si fuese a coger agua de un río. Fijé mi mirada en las palmas de mis manos y susurré unas palabras. El agua comenzó a brotar de mi piel y se formó una especie de pantalla. Me comuniqué con las televisiones que tenía más cerca hasta encontrar una que tuviese la serie que estaba viendo. Así es como había pasado las noches desde mi despertar, y la mayor parte de los días, porque no había nada mejor que hacer.

No estaba interesado en asesinar humanos y extinguir a toda una sociedad. ¿Para qué? ¿En qué me beneficiaba? Y si les pasaba algo a los humanos, ¿qué más me daba? Sinceramente, nací hace milenios y lo único que han hecho es hacer que coma pura basura. Yo estaba muy bien sin la vida en la tierra. ¿Por qué tenía que haber pasado lo de...? Ah, no. El origen de la vida es un secreto, claro. No lo puedo decir.

Pero el caso es que solo estaba ahí porque Tobías lo estaba también y porque no tenía otra alternativa, supongo. Tampoco me importaba mucho. Por no decir que esto parecía mucho más divertido, obviamente.

En el segundo descanso Tobías vigilaba. Maldije para mí porque él no me dejaría seguir viendo la serie. Me dijo que durmiese. Me eché sobre el duro suelo y cerré los ojos. Caí rendido en un profundo sueño y tuve una pesadilla. No me gustan las pesadillas. En mi vida anterior estoy seguro de que no las tenía.

En ella estaba echado sobre el suelo, bocarriba. Un dolor atroz me recorría cada parte del cuerpo. Todo a mi alrededor estaba cubierto de humo, muy negro. Y las llamas me rodeaban. Cada vez estaban más cerca. Intentaba utilizar mis poderes, pero me encontraba muy débil. Sentía cómo me iba. Cómo dejaba de existir. Cómo los pálpitos de mi corazón se iban parando poco a poco, despacio.

QUIEN HACE CRECER LAS FLORES || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora