CAPÍTULO 15

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Disparado hacia el cielo en un ataúd

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Disparado hacia el cielo en un ataúd





ACIS











Abrí mis ojos. Pero aun sin tener los párpados cerrados, estaba envuelto en una gran oscuridad. El hombro seguía ardiéndome como si la esfera de fuego solar siguiese allí. Y ahora, se añadía el dolor de las heridas en mi rostro y en mi cuerpo.

Poco a poco, fui recordando qué había pasado.

Me habían arrastrado hasta una sala. Oía voces lejanas y veía una guillotina al fondo de la estancia. Era mi fin, o al menos en la forma humana.

Indra contaría mi historia, estaba seguro. Una persona tan maravillosa como yo no podía ser olvidada. Aunque suprimiría lo de que no podía moverme y lo cambiaría a que me estaba sacrificando por todos mis compañeros. Sí, qué estupenda historia sería esa.

Bueno, el caso es que por alguna razón no me cortaron la cabeza. Aunque no los culpo. Vieron que esa cabeza debía estar unida a un cuerpo que estuviese a la altura de su grandez...





...

¡¿Qué pasa, Vianey?! ¡Estoy diciendo la verdad!

...

Ejem...





Al final acabaron por darme una paliza. Me pegaron y me dieron puñetazos entre todos mientras se reían. Lograron dejarme inconsciente. (Si vais a contarle esto a vuestros nietos añadís que lo hicieron porque sabían que no podían derrotarme con una simple guillotina, suprimís que me desmayé y termináis con que salí victorioso dejando a Caín guillotinado... Uy, no, pobrecito... Uhm...).

Lo curioso fue algo que tengo grabado en la mente y que pasó justo antes de que me dieran el puñetazo que acabaría con mi lucidez. Observé, con la mirada teñida de sangre y ya casi inconsciente, cómo Felipe me miraba en una esquina. Estaba encadenado y me gritaba algo... Me chillaba que había una cuarta estación. Pero, ¿cómo podía él saber eso? Y, sobre todo, ¿qué quería que yo hiciese con esa información? No tuve tiempo para hacer nada porque: primero, lo agarraron del pelo y lo estamparon contra la pared de piedra, dejándolo sin sentido y, segundo, yo no tenía fuerzas ni para mantenerme en pie.

Una cuarta estación... Y me chillaba que la había. No que la habría, ni que la hubo. Aunque, sinceramente, no sabía qué pensar. A Felipe se le iba la olla, tenía fama de estar loco (un secreto: esa era la mejor parte).

Y ahora, bueno, me encontraba en... un lugar... extraño.

Todo estaba oscuro y sentía una especie de incomodidad. Estaba nervioso y el corazón me palpitaba muy rápido. Me dolía todo y notaba que empezaba a sudar.

Palpé las paredes y me di cuenta de que estaba encerrado en una especie de caja de madera. Acostado bocarriba porque no había hueco para sentarme. Me estaba agobiando tanto...

QUIEN HACE CRECER LAS FLORES || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora