CAPÍTULO 7

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Calor y rayos de sol





POL





Mis párpados se juntaron, cerrando los ojos con fuerza. Todo estaba oscuro, hasta que una especie de resplandor lo iluminó todo durante unos segundos. Cris gritó, al igual que todos los demás. Por un momento creí que me había caído el rayo encima.

Abrí los ojos.

La contaminación salió despedida hacia la pared, emanó una especie de humo contaminante y oscuro, y cayó al suelo con un golpe brusco. Dan dejó de sujetar a Cris y una columna de nubes lo arroparon, de forma que, al desaparecer, él ya no estaba ahí. Cris gritaba palabrotas con las manos en los ojos, aparte de exclamar: "¡Quema! ¡Quema!".

Entonces, justo en el momento en que la contaminación se levantaba gruñendo, una chica cayó de algún sitio, abalanzándose sobre él con un grito de guerra. La contaminación chilló del susto. Yo seguía paralizado donde estaba y no podía ver con claridad, ya que el oscuro humo que había en el aire cada vez era más denso.

La chica, de un pelo rubio que le llegaba hasta el suelo, lo agarró del cuello de la camiseta y con otro grito de esfuerzo lo lanzó hacia arriba con una fuerza descomunal.

-          ¡Cierra los ojos, Primavera! – me gritó la chica rubia y misteriosa. Yo le hice caso. Me estaba acostumbrando a ello, porque tampoco era capaz de hablar y decir que no.

Se oyó una especie de sonido, muy raro. Y volvió a iluminarse todo. No pude aguantarlo, abrí los ojos por curiosidad. Cris seguía tapándoselos.

La chica rubia lanzaba rayos de una mezcla de color amarillo, rojo y naranja, por las manos. Su cabello dorado relucía, revolviéndose alrededor de ella, mientras gritaba con odio. Y yo no sentía que mis ojos quemaran... Bueno, puede que me escocieran un poco y algunas lágrimas cayeran sobre mis mejillas, pero no sentía que me ardieran.

Los rayos se dirigían hacia la contaminación, la cual había lanzado hacia arriba la chica rubia, y ahora caía a la vez que los rayos de luz corrían hacia él.

Antes de que impactaran contra el oscuro chico, un manto de petróleo lo envolvió en el aire y los rayos chocaron contra la masa negra. Otra nube de humo que olía a gasolina y a contaminación cubrió el ambiente, cegando mis ojos, los cuales comenzaron a arderme finalmente. Los cerré con lágrimas saliendo del escozor. La capa de petróleo que me tenía prisionero desapareció, y caí al suelo con un estrepitoso golpe.

-          ¡Vuelve, cobarde! – chillaba la chica rubia. Yo procuraba no abrir los ojos, porque el humo parecía hacer que escociesen de una manera angustiosa.

Se oyeron unos pasos que se acercaban hacia mí.

Una mano se posó sobre mi hombro.

-          Ya puedes abrir los ojos- me susurró-. Se ha ido.

Los abrí y me encontré con los ojos del color del sol de la chica de cabello rubio, agachada delante de mí, con su mano ahora en mi mano. Me ayudó a levantarme y a ponerme en pie. Me quedé observándola (como últimamente hacía con la gente) mientras ella me quitaba algo de la camiseta y me la arreglaba. Aunque no sé qué se podía arreglar de una camiseta empapada de petróleo y manchada de restos de gas contaminante.

Finalmente, me miró.

-          Soy Vianey. Puedes llamarme Via- se presentó, y me ofreció una mano. No sabía qué hacer, así que me puse nervioso. No sabía nada, nada, pero nada, nada, de este mundo, ni de lo que estaba pasando. Se me hacía imposible adaptarme.

QUIEN HACE CRECER LAS FLORES || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora