CAPÍTULO 37

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SER NO IDENTIFICADO 





Acis cayó estrepitosamente contra el suelo. Pensó que los aterrizajes se le daban bien, pero llevar a una persona más encima lo había hecho perder el equilibrio.

Pol fue el primero en levantarse, totalmente enérgico. Acis se quedó tirado bocarriba y despatarrado.

- ¡Ay, mi desventura! ¡Cuánto voy a tener que trabajar, qué desolación! – exclamó el aire, con tono trágico.

- ¡Cállate, Rafa-gas, y creemos nuestro propio tornado! – le bramó alguien que se acercaba desde lo lejos.

Acis alzó solamente la cabeza para mirar.

- ¡Felipe! – sonrió ampliamente y se elevó con rapidez, de manera que se quedó volando a unos metros del suelo.

Pol ya se iba corriendo hacia el gigante.

- ¡No me ha dicho ni gracias! ¡Qué mala educación! – exclamó Acis, con el ceño fruncido.

- ¡Déjalo! – exclamó Felipe, desesperado por luchar-. ¡Hagamos explotar este ejército de rayos!

- ¡Nunca había estado más de acuerdo contigo en hacer explotar algo! – sonrió Acis, impresionado y emocionado a la vez.

El aire extendió sus brazos e invocó todo el viento que se estaba originando, de manera que empezara a dar vueltas. Las llamas del pelo de Felipe no se apagaron, al igual que el fuego de sus ojos. Sentía que el descontrol lo dominaba y lo dejaría salir sin remordimientos.

Felipe sonrió de una forma muy retorcida.

- Por fin- rugió el fuego.

Felipe hizo que las llamas brotaran de sus brazos y se extendieron por el suelo hasta llegar al gran tornado que crecía alrededor de Acis. El fuego subió por el tornado siguiendo la dirección del viento y haciéndose cada vez más grande. El ejército de rayos ya estaba demasiado cerca para frenar, pues iban volando disparados hacia ellos. Dan tensó la mandíbula.

"Pero ¿qué...?", pensó Aarón, quien seguía a Felipe. Tenía que hacer algo. También estaba demasiado cerca de las llamas y se le pasó por la cabeza la pesadilla que tuvo en los túneles. Débil y sin fuerza, rodeado de fuego, a punto de morir.

De repente, un rayo cayó delante de Aarón. Un rayo personificado. Eran todos iguales, como clones. Otro aterrizo a su derecha y otro a su izquierda, rodeándolo e iluminando la noche.

Aarón tuvo una idea. Sabía que esas personificaciones eran inmunes a los rayos, al igual que Dan. Pero a lo mejor podía hacer daño a Tea, a Helena o a Caín.

Aarón comenzó a susurrar llamando a toda el agua que hubiera en cualquier lado (en el aire, la tierra, en las plantas), en posición de ataque, por si algún rayo se le abalanzaba.

Cuando tuvo toda el agua preparada, alzó una mano y a su lado apareció una persona de agua, vestida de soldado. Apareció otra a su lado. Creó hasta cinco. Se acordó de a lo que jugaba cuando estaba aburrido, sobre la mesa donde Tobías dibujaba.

Movió los dedos como si estuviera manejando a una marioneta con cuerdas. Los soldados, armados con sus pistolas (formadas de agua también), se dirigieron con rapidez hacia las personas-rayo y atacaron violentamente. Sin embargo, aquellos soldados eran agua, y traspasaron a las personificaciones. Así que, los soldados no les dejaron sacar la cabeza del agua que los formaba, de manera que de un momento a otro aquellos rayos se quedarían sin aire y volverían a dormirse. Por si no fuera poco, la electricidad se transfirió al agua. Ahora los soldados eran armas mortales.

QUIEN HACE CRECER LAS FLORES || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora