CAPÍTULO 31

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La luz




POL






El brillo de esperanza en los ojos de Cris me hacía feliz.

Ella iba al lado de Felipe, quien le explicaba con todo detalle el tiempo que había pasado con Nora, lo que había ocurrido con sus padres (esa fue la peor parte) y el plan que había ideado con la niña para que, si un día el fuego no volvía, ella pudiese escapar antes de que fueran a matarla, pues si Felipe no estaba para crear ilusiones, Nora era prescindible y un peligro.

Felipe y Acis eran raros. Es decir, eran una pasada, estaba admirado. No sabía que los elementos de la naturaleza también pudieran ser despertados, aunque Vianey (o la falsa Vianey) ya lo había dejado caer cuando estábamos en el bosque de Teruel.

Acis era de arriba abajo perfecto, si existía la perfección. Su cabello era del color de la nieve y su piel era casi pálida: tenía zonas rojas que eran, claramente, quemaduras provocadas por el sol. No paraba de quejarse de que ni con crema el sol lo dejaba en paz. Sus ojos eran de un azul violeta, casi como los de Cris, aunque los de ella no tenían ese brillo de elegancia y curiosidad.

Felipe... Bueno, él parecía un alma libre y descontrolada en todos los aspectos. Su mirada siempre estaba inquieta y su pelo echaba chispas. Su piel era morena y sus gestos eran bruscos. Se podría decir que Acis y Felipe eran totalmente lo contrario, pero encajaban a la perfección el uno con el otro, lo que se notaba en su extraña amistad.

En aquel momento, yo iba andando al lado de Acis, justo detrás de Cris y Felipe. El aire llevaba las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones medio carbonizados e iba con los ojos cerrados, siguiendo a Indra, la estación a la que llevábamos buscando bastante tiempo Cris y yo. Resultó que nunca había estado encerrada en las instalaciones, si no que había estado con Acis haciendo quién sabía qué. Acis no hablaba mucho sobre el tema, sobre todo porque no había cesado su búsqueda en ningún momento e iba con los ojos cerrados para una máxima concentración. Por esa razón, ya se había chocado contra una farola cuatro veces. Íbamos caminando con rapidez por la acera de una carretera que nos estaba sacando del pueblo costero. Yo era el encargado de que no se tropezara con nada ni nadie mientras intentaba localizar a Indra, pero iba inmerso en mis pensamientos. Como en aquel instante y, por eso, Acis volvió a chocarse contra una farola.

- ¡AU! – chilló, llevándose la mano a la frente. Yo me llevé las manos a la boca, preocupado.

- ¿Pupita? ¡Perdón! ¡Perdón! – le exclamé, y le eché una mirada asesina a la farola.

Felipe y Cris seguían andando, ya estaban acostumbrados (o les había empezado a dar igual que Acis pudiera romperse la cabeza contra un poste).

- No pasa nada- murmuró, diría que casi molesto.

- Acis...- farfullé, no muy seguro.

- Dime- suspiró y, por fin, dejó sus ojos abiertos. Fruncí el ceño cuando vi aquellas pestañas de ensueño que tenía.

QUIEN HACE CRECER LAS FLORES || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora