A Aarón le gusta la sopaONI
- ¿Más? ¿A qué se refiere? – pregunté. Los tres nos acercamos más a él.
El humano nos miró con ojos oscuros y sabios. Se notaba que era anciano. Su piel era oscura y mechones de pelo blanco ya se le podían observar en su cabello ensortijado. Volvió a coger el hacha y se la apoyó en el hombro.
- ¿En qué situación os encontráis? ¿Quiénes sois? – nos preguntó.
- Llevamos mucho tiempo perdidos por este bosque, es una suerte enorme que lo hayamos encontrado- respondió Tobías, acercándose más a él. Aarón se hallaba más alejado, cauteloso.
- Seguidme- nos dijo-. Mi pueblo no está muy lejos.
El anciano comenzó a andar y nosotros lo seguimos bajo el cielo nublado. El viento cada vez rugía con más fuerza. Deseé que Acis estuviese bien.
- Han llegado muchos viajeros perdidos y desorientados, procedentes de este bosque. Algunos se han vuelto locos- nos contó-. ¿Cuánto tiempo lleváis ahí?
- Pues... desde septiembre, habrán pasado unas pocas semanas- contestó Tobías.
El humano se rio a carcajadas. Provocó un eco que rebotó ensordecedoramente por todo el bosque.
- ¿Qué? – dijo Tobías, con rostro confundido.
- A todos los viajeros como vosotros les pasa lo mismo. Empiezan contando los días, se van pasando las semanas, se mezcla el ayer con el antes de ayer y así sucesivamente hasta que pierden la noción del tiempo y terminan contando menos meses de los que son. Muchacho, desde el último septiembre se han pasado más de dos meses. Estamos a principios de diciembre.
...
Una gran angustia me comenzó a recorrer las tripas... ¿Lo había oído bien? ¿Se habían pasado dos meses, casi tres? ¡¿Desde que dejé a mis hermanas?! ¡¿Desde que dejamos a todos atrás: a Acis, a Indra, a Vianey?! ¡¿Qué había sido de ellos?! No podía ser cierto. No podía serlo.
Entonces yo ya tenía diecisiete. Aarón seguía teniendo catorce. Sin embargo, cumplía quince dentro de poco, el doce de diciembre. Y si no me equivoco, el despertar de Tobías fue el veintiocho de octubre. Tobías, tenía dieciocho. ¿Qué acababa de ocurrir?
- Eso no puede ser cierto- afirmó Tobías, con el ceño fruncido.
- Pues lo es. Supongo que estaréis hambrientos- opinó el anciano.
Los tres nos miramos a los ojos. Mi estómago y el de Tobías soltaron un rugido lo bastante fuerte como para poder oírlo a un radio de cincuenta kilómetros.
Decidimos seguirlo y comenzamos a andar. Pronto, los árboles fueron siendo cada vez menos hasta que nos adentramos en un pueblo. Las calles eran de piedra. Las casas también y los portales estaban iluminados por velas, algunas se balanceaban por el viento y otras se desvanecían. Se oía algún que otro chirrido de ventanas cerrándose a causa de la tormenta que se avecinaba, rompiendo el aplomado silencio. Todo a nuestro alrededor parecía estar estancado en la época medieval. Las pocas personas que vimos vestían igual que por aquel entonces. Sus rostros eran serios, pálidos y desalmados; su ropa, andrajosa y sucia. Nos observaban con cierto interés, pero con la mirada vacía y entornada. Aparentaba que estuviesen planeando un asesinato. Todos se quedaban paralizados como estatuas al vernos.
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QUIEN HACE CRECER LAS FLORES || TERMINADA
FantasyCuatro estaciones. Cuatro elementos de la naturaleza. Un mundo contaminado y una humanidad en vías de extinción. Un ser misterioso que se esconde tras las sombras. El reloj gira en dirección contraria y se acaba el tiempo, pero ¿son ellos los que e...