CAPÍTULO 23

11 4 0
                                    


Girasoles




INDRA





Al siguiente día, por fin, comenzamos a ver una carretera por la que pasaban coches.

- Por la Madre Naturaleza... ¿Esto significa lo que creo que significa? – exclamó Acis al borde de echarse a llorar.

- Sí- afirmé, con los ojos muy abiertos-. Civilización.

- ¡Ah, por fin! – gritó él, alzando los brazos, echó a correr siguiendo un coche-. ¡Duchas, ropa limpia, una cama en la que dormir, leer, ver series! ¡Desolado me encontraba, qué final más placentero de mi travesía!

- ¡Espera! – tuve que echar a correr detrás de él.

Sin embargo, aun habiendo visto coches, todavía nos quedó un buen trecho. Al menos, comenzaron a aparecer campos de cultivo. Campos de cultivo de girasoles. Estaba lleno. A un lado y al otro. Acis estaba fascinado. Su expresión había cambiado del todo, tanto que hasta él mismo se había dado cuenta y me soltó:

- Ya me veía con un trágico final en un desierto, sin agua que beber y bajo un árbol, pero ¿ahora? ¡Un final trágico en un hermoso campo de girasoles es mucho mejor!

Con cada hora que pasaba, más energía tenía él. No paraba de decirme: "¿Lo has visto? ¡Más girasoles! ¡Oh! ¡Y por ahí hay más! ¡Ah, y allí!".

Por otro lado, yo iba cada vez más exhausta. Nos habíamos quedado sin agua.

- Acis... - lo llamé-. Nos hemos quedado sin...

- ¡No te preocupes, Indra! Estamos en un campo de girasoles- sonrió ampliamente. Lo miré seria y alzando las cejas.

- Ni siquiera has escuchado lo que...

- Comandante- me interrumpió, acercándose y agarrando mis manos con fuerza. Poseía una ilusión infantil contenida en sus ojos-. Un. Campo. De. Girasoles.

- Acis, ¿te has tomado al...? – le iba a preguntar, cuando de repente, Acis voló hacia arriba y me arrastró con él, sujetándome de las manos. Reprimí un chillido de la sorpresa.

Dimos vueltas en el aire por encima de los cientos de girasoles y bajo el cielo resplandeciente, mientras él se reía con regocijo.

- ¡Acis, Acis! – exclamé, con los ojos abiertos como platos.

Dejamos de dar vueltas y me estrechó entre sus brazos para que no cayera, quedándonos suspendidos en el aire. Respiraba con dificultad.

- Acis, ¿qué...? – le iba a preguntar con un hilo de voz.

- ¿Sabes? Haber estado en un ataúd te da mucho que pensar.

- Ya, pero...

- Creía que íbamos a morir- soltó-. Y ahora... Nunca había visto algo tan bello- murmuró-. Quería verlo desde lo alto, pero no lo iba a hacer sin ti- sonrió, mirándome detenidamente a los ojos. Me quedé sin respiración cuando observé sus largas pestañas albinas y sus ojos azules violáceos. Se lo veía tan lleno de vida, muy diferente a lo que había estado viendo en él estos últimos días.

QUIEN HACE CRECER LAS FLORES || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora