Steve Aoki me acompaña en todo mi trayecto, realmente me siento libre y rebelde. Me siento una chica mala.
Muevo mi cabeza al ritmo de Aoki, este hombre sabe hacer música.
¿Mi celular? Apagado, no me quiero arriesgar.
Me hubiese gustado ver la cara de decepción de Trevor, pero eso implicaría ser atrapada y escuchar más mentiras y ya estaba cansada de eso.
Hace dos horas encontré un letrero que me decía que el pueblo más cercano estaba a siete kilómetros de distancia. Al principio me sentí cansada, me dolía mi trasero. Pero ya estoy a menos de un kilómetro para llegar, ahora mi trasero está gritando del dolor.
El pueblo es pequeño, pero de alguna forma es acogedor. Hay pequeñas casas y uno que otro edificio, pero no son los tipicos rascacielos que encuentras en las grandes ciudades, son solo edificios. Aquí si hay árboles, vegetación y gente.
Comienzo a ver algunas parejas tomadas de la mano, disfrutando del día y haciendo un poco de ejercicio. Detengo la camioneta cerca de un parque y me bajo lo más rápido posible de la tediosa camioneta.
Veo la bolsa llena de dinero que está en el asiento del copiloto. Sonrío, no tengo ni idea porque, pero lo hago. Me estiro hasta llegar a la funda que contiene el six pack de Heineken, la abro y tomo una lata, abro la gloriosa lata y bebo de ella como si mi vida dependiera de ello.
–Es bueno saber que hay una chica en este pueblo que pueda abrir una cerveza sin el miedo de romperse una uña –la voz profunda a mis espaldas hace que deje de beber mi hermosa cerveza. Doy media vuelta y lo miro, ni siquiera disimulo cuando paso mis ojos desde sus Converse hasta sus gafas caras.
-¿Y tu eres...? –pregunto tratando de siquiera sonar un poco desinteresada. Hay que admitir la verdad. Él está bueno.
-Lenin –el susodicho se saca las gafas, dejándome ver unos hermosos ojos color miel –para servirte, ¿tu?
-Lara –llevo la lata de cerveza a mis labios y bebo un poco más, sin despegar mis ojos de él.
-¿Qué trae a una chica demasiado sexy a este pueblo? –sinceramente, Lenin era jodidamente guapo. Alto, bronceado, sonrisa de comercial, cuerpo malditamente trabajado, ojos miel, cabello castaño oscuro, nariz recta y con un maldito pearcing en el extremo del labio inferior. Pero, no es suficiente para mi. Ningún hombre es suficiente para mi.
Sólo Trevor Kroos. Maldito Trevor Kroos.
-Realmente, nada –digo –sólo me detuve porque mi trasero pedía a gritos un descanso –me encojo de hombros, mientras bebo un poco más de mi cerveza. Lenin se ríe.
-Vaya, un bonito trasero parlante –Lenin dirige sus ojos a mi trasero y vaya que disfruta de mi trasero.
-Mira, niño bonito, si aún quieres tener completos esos dientes, te aconsejo –me acerco a él –deja de mirar mi trasero, ¿entendido? –lo miro a los ojos para transmitir mi enojo, pero él sonríe de lado, haciéndolo malditamente atractivo, más de lo usual.
-Yo miro cuando yo quiera, el trasero que yo quiera, a la hora que yo quiera, ¿de acuerdo? –responde él. Sonrío.
-Conste que lo dije –me separo de él, doy media vuelta y a propósito saco un poco más si trasero. Lo escucho reír. Término mi cerveza y tiro la lata en el asiento del copiloto. Hago el intento por subirme a la camioneta, pero sus manos toman mis caderas y aprieta.
Este tipo acaba de cavar su propia tumba.
-Si al contar tres no sueltas tus manos de mi cadera, créeme, no sólo tus dientes van a caer –digo, bajando la voz.
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HAZME PECAR
RomanceÉl siempre estuvo sin que ella lo supiera. Él regresó para hacerle recordar, porque no sólo él la necesitaba, sino los del grupo igual. Tal vez ambos necesiten recordar como solían pecar, pero las cosas tienen que ser como antes: lento, paso por pas...