Capítulo 7

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Caminamos en un silencio muy incómodo. Ni Trevor ni yo hemos dicho nada. Veo a Trevor sacar solo tres llaves de su pantalón y seguimos caminando. Este hombre es raro.

-¿Ya casi llegamos? –pregunto para romper el hielo. El solo asiente y sigue caminando. Me siento como un perrito siguiendo a su amo.

Trevor para frente a un edificio excesivamente alto y –como dice Lily –“finolis”. Lo veo buscar entre las tres llaves la correcta y cuando la encuentra con un hábil y sutil movimiento abre el gran portón.

-Sígueme –es lo único que dice. Alzo mi ceja y lo miro.

-Me quedo afuera. –el gruñe.

-Sígueme –esta vez suena como una orden.

-No quiero –le digo

-Eres frustrante –me dice, mientras se pasa una mano por ese cabello rebelde.

-No hablaría si fuera tú.

-Pero no eres yo, así que eres muy frustrante –Trevor está al otro lado de la puerta y yo estoy en la calle.

-Eres frustrante –digo imitando, pesimamente, su voz. El me mira y veo diversión en sus ojos, ya no hay rastro de odio ni nada del pasado. Sonrió, orgullosa, por lo menos el ambiente no sigue con aires de incomodidad. Pero él está serio, su cara demuestra seriedad, pero yo sé que quiere reírse. Saco la lengua y me cruzo de brazos.

-No es bueno que te pongas caprichosa y berrinchuda –me dice y yo vuelvo a sacar mi lengua. Trevor rápidamente toma mis antebrazos y, como si no pasara nada, me arrastra dentro de la puerta y la cierra. Me acorrala en la misma y su cercanía hace que toda yo tiemble. Alzo mi cabeza y él me está mirando, su mirada sigue siendo de diversión.

-Suéltame –susurro.

-Suéltame –me remeda. Frunzo el ceño y rio.

-A ti no te sale –le digo y él sonríe, dejando ver una dentadura completamente blanca, perfecta.

-No me interesa –sus manos bajan a mi cintura y las rodea, apretando un poco. Mis brazos tocan su pecho y mi nariz está completamente fascinada con su aroma. Nuestros ojos nunca se despegan.

-Suéltame –repito, pero realmente, en lo más profundo de mí ser, no quiero que lo haga.

Mis pies ya no tocan el suelo y nuestra mirada choca, azules contra cafés. Ni él ni yo hacemos ningún esfuerzo por separarnos. Su respiración es más profunda, mis brazos ahora rodean su cuello.

-Me gusta tu intento de alejarte de mí –su aliento ahora huele a menta acaramelada. Oficialmente su aroma y aliento me manda a estupilandia sin vuelo de retorno. Tengo unas insaciables ganas de besarlo.

“No debes y no puedes” –me digo a mi misma.

Nuestras miradas siguen fijas, y no quiero apartarla. Este hombre es un adonis, aunque su actitud es la de un vagabundo.

-Suéltame –le digo y él sonríe. Estupilandia es perfecto.

-Eres impresionante –me dice y yo frunzo mi ceño y ladeo mi cabeza.

-¿Qué? –le digo y el ríe.

-Me pides que te suelte, cuando claramente se nota que quiero besarte –me dice como si fuera lo más normal del mundo –y yo sé que tú también lo quieres –siento que mi rostro es recorrido por pintura carmesí. Tiemblo un poco.

-N...no lo quiero –digo tartamudeando. El ríe pesadamente. El me suelta delicadamente y me empuja contra la puerta. Baja su mirada a la mía y sus brazos se posan en la puerta, acorralándome.

-No es bueno mentir –me dice, ya no hay rastro de diversión, pero yo sé que hay algo más.

-No me interesa –uso su frase.

-Pero a mí sí –me dice, alzo mi ceja y sonrió.

-Pero a mí no –contradigo, el cierra los ojos y gruñe. Me siento orgullosa.

Cuando abre los ojos, no me da tiempo de descifrar que hay en su mirada, su mano toma mi nuca, su cabeza baja aún más y me besa. Soy torpe en esto. Se nota que él es el experto. Como si mis manos conocieran el camino, toman su nuca, haciendo que yo me ponga de puntillas. Sus labios están entrenando a los míos. Sus brazos rodean mi cintura y me pegan a él. Su pecho sube y baja rápidamente. Mis manos toman un poco de cabello y lo jalan, Trevor suelta un gruñido. Sus brazos aprietan más mi cintura. Muerde mi labio inferior, ¡esto es demasiado bueno! Mis manos aprietan el agarre y el aprieta más mi cintura. Me alejo de él, respirando rápidamente, como si hubiese corrido una maratón. Mis ojos van rápidamente a los suyos, pero él los mantiene cerrados, veo una sonrisa en su cara. Me da un último apretón y me suelta.

-Ahora, ¿me vas a seguir? –me dice en un susurro, su voz es un poco dulce y ronca. Solo asiento y al igual que él, estoy con una sonrisa.

Trevor comienza a caminar por un largo y estrecho pasillo, el suelo es negro y pulcro, es iluminado por una tenue luz, las paredes son de rojo y blanco intercalando, de una u otra forma combina con el piso, haciendo lucir algo intelectual, algo… innovador.

-Señor Kross, señorita –nos dice un señor de probablemente unos cincuenta y dos años, Trevor, con la misma sonrisa, asiente, al igual que yo.

Cuando llegamos al ascensor, Trevor toma mi mano y caemos en un silencio muy cómodo esperando al ascensor, siento el pulgar de Trevor hacer círculos por encima de mi dedo índice, su mano es muy grande comparado con la mía. Cuando el ascensor se abre, Trevor suelta mi mano y la pone en mi espalda baja, empujando un poco para que pase, esto es raro. Me siento rara. Trevor aplasta el número cinco.

-Lara, yo, bueno yo no –alzo mi cabeza y puedo decir que está nervioso.

-Al grano, Kross –le digo y el me mira con una sonrisa, mostrando su hoyuelo. Seductor innato, no hay duda.

-Perdón por lo que viste –frunzo el ceño –con Martín.

-No deberías –le digo y aparto la vista –solo estuve en el momento y sitio equivocado –me encojo de hombros.

-Tienes razón –me dice y se aleja un poco de mí. Ya decía que todo el cariño y el beso era algo raro.

HAZME PECARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora