Capítulo 1

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-¡Pero mamá! –esa era mi voz rogando a mi madre, en mitad del supermercado.

-Pero nada Lara. He dicho que no y punto –esa era mi madre a punto de colapsar.

-Mamá, si tuviera dinero, sabes que no te lo pediría –cruzo mis brazos y pongo los ojos en blanco.

-Entonces ponte a ahorrar –mi madre estaba debatiendo internamente qué tipo de olla llevarse.

-Lo estoy haciendo –digo en un susurro, las personas comienzan a escuchar nuestra conversación.

-Bien, ya era hora –mi madre ahora tenía una olla negra Umco llana y otra olla negra igualmente Umco pero con dos franjas plateadas en el centro -¿Cuál te parece mejor?

-¡Mamá! –Alzo de nuevo mi voz –solo tengo ahorrado setenta y cinco centavos –me rio al decir eso, al igual que el señor que pasa con su carrito de compras.

-¡Dios Lara! –Mamá también ríe conmigo al igual que el señor –creo que la que tiene rayitas se ve mejor

-Mamá, me siento hueca –le digo viendo que mi madre se desvió de nuevo del tema.

-Lara, no es para tanto, solo es un libro –lo dice como si nada –Lara, hablo en serio cual prefieres.

-Solo es una olla –le contraataco con lo mismo.

-¡Lara Samantha Sykes! –grita mi madre y llamamos de nuevo la atención.

-Mamá, una olla no va a alimentar mi inteligencia –le digo

-No, tal vez no tu inteligencia, pero si tu estómago

-Mamá, por favor, te estoy pidiendo un libro, un libro –levanto mi dedo índice para enfatizar el “uno” – No te estoy pidiendo para, para… ¿condones? –fue lo primero que se me ocurrió.

-¡Lara Samantha Sykes! –de nuevo dice todo mi nombre y ¡Hey! ¿Ese es el señor que se rio de mis setenta y cinco centavos?

-Ves, es un libro, es algo que me sirve.

-Lara, ya lees mucho en internet, ¿no crees? –mamá ahora me mira alzando su perfecta ceja depilada.

-Sí, pero no es lo mismo, mamá cuando leo por internet me estoy quedando cada vez más ciega y no es lo mismo –mamá pone sus ojos en blanco y ríe –pero, cuando tengo mi libro, es como la gloria: lo siento en mis manos, lo huelo, incluso se siente real la historia, me siento… poderosa –mamá vuelve a reír –Por favor, mamá ¿sí? –digo juntando mis manos.

-No, Lara –mamá da vuelta y sigue observando meticulosamente las ollas que se encuentran en la estantería.

-Bien, entonces ¿puedo comprarme un Snapple?

Mamá ni si quiera da vuelta, solo asiente y sigue con sus apreciadas ollas.

Doy media vuelta y comienzo con mi corto camino hacia el área de bebidas. En el fondo en la primera refrigeradora se encuentra mi preciado jugo: Snapple  de kiwi y fresa. Estoy a menos de diez  pasos para tocar la gloria. Por fin, abro el refrigerador y tomo mi precioso Snapple  esta frio, muero por llegar a casa y acabármelo ya.

Corro hacia las cajas registradoras, mamá debe de estar por ahí, paso por las ocho cajas registradoras, pero nada. Comienzo a merodear por los pasillos, hasta que la veo por la sección de “frutas y verduras” conversando con un señor. Voy en dirección hasta ellos, mamá esta sonrojada y sonriendo: le gusta, y no está nada mal ese señor. Finalmente me acerco a ellos y a mamá rápidamente se le quita la sonrisa. Odio que mamá piense que no voy a aceptar algún novio de ella.

-Lara, ¿conseguiste el jugo? –me pregunta notablemente incomoda.

-Si, aja –le digo, pero mi atención, mejor dicho, curiosidad cae sobre el señor-dos-metros-con—sonrisa-despampanante que al igual que yo, me mira con curiosidad.

-Lara, este es Roberth, Roberth esta es Lara, mi hija.

-Un gusto –digo yo mientras le tiendo una mano, esperando para que la estreche. Pero grande es mi sorpresa cuando él me abraza. Esto es raro.

-El gusto es todo mío –me dice y yo a duras penas le devuelvo el abrazo.

Cuando nos separamos, mamá esta con una gran sonrisa, y yo estoy aún más confundida. Miro a mamá y ella solo asiente.

-Lara, él es un viejo amigo de la universidad –me dice y ahora voy encajando algunas piezas del rompecabezas.

-Sí, tu mamá habla mucho de ti –me dice y el ahora señor-dos-metros-con-sonrisa-despampanante-llamado Roberth mira a mi madre con ese brillo en los ojos del que tanto mis novelas leídas me han relatado. Es hermoso.

-Bueno, mamá, si quieres puedo yo seguir haciendo las compras, pagarlas y llevarlas a casa, tengo las llaves de la casa, ¿podrías darme las de la camioneta?

-No, Lara, como se te ocurre, solo estábamos saludándonos –pero mi mamá ni siquiera me mira cuando habla.

-Mamá, solo dame el dinero y las llaves de la camioneta –Roberth me mira desesperado, quiere ayuda.

-Pero Lara –dice mi madre.

-Mira, Elizabeth, bueno yo…hmm…yo quisiera invitarte a dar un paseo, claro si tú quieres –le dice Roberth con sonrojo en su cara. Sin duda ambos se gustan.

-Yo… –mamá también necesita ayuda.

-Ella acepta –tomo la cartera de mamá saco suficiente dinero y la llaves de la camioneta, le devuelvo la cartera y mamá me mira estupefacta. Le doy un guiño a Roberth y el me lo agradece con una sonrisa –solo no llegues tan tarde –le digo a mi mamá y con eso tomo el carrito de compras y desaparezco de la escena romántica.

Desde que papá murió, mamá ha sido pretendida por muchos hombres, demasiados, pero, mamá tiene ese miedo de que yo no acepte a ninguno de ellos. No entiendo de donde saco eso. Mamá es hermosa, tiene un cabello extraordinariamente hermoso, de color castaño y es rizado; es de estatura normal, pero eso no impide que tenga unas exuberantes curvas, tiene una que otras pecas en su cara, también tiene ojos color café oscuro, y tiene divinamente depiladas esas cejas. Mi madre sin duda alguna es realmente preciosa.   

Termino de hacer la lista de compras y me dirijo a las cajas registradoras, busco la que menos gente tenga: ninguna. Me pongo detrás de un señor notablemente aburrido por la espera. Esto va a ser largo según veo a la viejita que está descargando su carrito lleno de productos. Sí, esto va a estar largo.

HAZME PECARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora