Capítulo 29

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Dos meses después.

-Sigo creyendo que es una locura –jadeo y siento mis piernas doler.

-¿Por qué? Mujer es sólo un viaje –Lenin corre a mi lado en la caminadora.

-Porque no quiero viajar –bajo un poco la velocidad de la caminadora –y ni siquiera tengo papeles.

-Eso es lo de menos –Lenin para de correr y siento su mirada –Vamos Lara, acompañame.

Resulta que Lenin tiene una casa a los tres kilómetros del pueblo. Una casa grande. Una casa jodidamente grande. Es hermosa y lo mejor de todo es que está lejos y escondida.

No he sabido nada de Trevor ni de los chicos, lo cual agradezco, aunque tuve que cambiar mi número de celular. Lenin ha estado conmigo todos estos dos meses, apoyándome,  levantándome el ánimo, soportando mi mal genio, todo como si fuéramos amigos inseparables. Este hombre me ha ayudado tanto.

Pero no importa cuánto tiempo él me ayude, Trevor no sale de mi cabeza.

Jodidamente no lo hace.

No lo hace porque regresaron las voces, los sueños. No entiendo lo que sueño. Cuando me levanto, lo único que recuerdo es una pequeña parte de mi sueño, pero no es claro, sólo la vos de él.

"Mierda, Lara, ¿no lo entiendes?"

"Tal vez entendiera si dejarás irme"

Y eso es todo lo que recuerdo. ¿Qué rayos significa?. ¿Qué se supone que deba entender?

No importa cuánto haga para olvidarme de él, nada vale, es como imposible. Él regresa, una y otra vez.

Y odio eso.

Odio tener este maldito sentimiento de mierda. Odio pensar en él cada dos segundos de cada día,  porque su nombre ,"Trevor", se demora dos segundos en decirlos y pensarlos. Necesito despejar mi mente de él, pero por más que intente no puedo. Tal vez sí debería irme de viaje con Lenin. Sólo tal vez.

-Tengo que pensarlo, ¿de acuerdo? –paro la caminadora y no espero por la respuesta de Lenin, sólo dejo la caminadora para hacer algunos abdominales.

-De acuerdo, sólo por si acaso, voy a seguir reuniendo tus papeles.

-Lo que sea –susurro.

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-Creo que es mucha información para él –gruño al teléfono –¡se supone que sólo tenía que ir allí, recoger lo que pedimos y desaparecer!

-Sí, lo entiendo, el problema es que no sabemos como obtuvo esa clase de información, tiene que saber los códigos de seguridad y pocas son las personas que tienen esos códigos.

-Bien, quiero que tengas toda la información de cada individuo que posea el maldito código y me lo traigas a la oficina, ¿de acuerdo?

-Los tiene en su oficina, señotita Sykes.

Con eso cuelgo. Gruño y trato de no romper el teléfono.

Comienzo a ojear algunos papeles  y fichas del personal de la oficina, leo algunas cosas y las apunto. Según la poca información que Lenin me ha dado, resulta que soy presidenta de una organización. Jodidamente estaba feliz pensando que era una organización de caridad o algo por el estilo, pero la felicidad duró poco cuando descubrí que se trata de una organización delictiva. Pero no somos los malos, de eso me aseguré personalmente. Resulta que somos algo parecido a Robin Hood, sí, robamos a los malos para dar a los pobres. De ahí el reconocimiento de El Jefe  y el odio de Martín hacia mi. Y por ahora eso es todo lo que sé. Lo cual es un poco lógico. Aunque tengo preguntas.

HAZME PECARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora