✯ 5 ✯

85 36 13
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




— ¿Más tranquila ahora? —Le pregunto a Nat, sentándome al lado suyo en el sofá.

Nos acomodamos, poniendo entre medio de nosotras la pizza que calentamos. Ella pone Netflix mientras yo tomo un poco de Sprite.

—Síuup... —Es todo lo que dice,  buscando el episodio de la serie que vamos a ver.

Sonrío levemente agarrando una porción. Pone play y nos concentramos en el capítulo.

Pasan varios minutos sin que ninguna diga nada.

—Era lindo al que le rompiste el labio. —Comenta de repente.

— ¿Eh?

—Que es lindo... igual que el otro. —Se encoge de hombros ligera. Giro para mirarla fijamente por unos segundos. — ¿Qué, qué pasa?

— ¿Después de tremendo escándalo, vas a decirme que tuviste tiempo de mirar si eran lindos?

Natalie pausa el episodio y también voltea a mirarme.

— ¡No hice tremendo escándalo! —Se defiende. —Y vos sabés que puedo ser peor que eso. Ese lanudo me asustó, ¿cómo querías que reaccione? Eso en primer lugar —Apunta. —En segundo;  no me puse ciega a pesar del enojo. Y en tercer lugar... es difícil no ver cuando tenés dos cosas lindas adelante, ¿o me vas a decir vos, que no te diste cuenta?

Ruedo los ojos negando la cabeza divertida.

—No, no vi cosas lindas. —Resalto ese calificativo. —Y vos lo disimulaste bien porque fuiste muy grosera con los dos. —Le hago ver.

Emite un "bah" acompañado de un movimiento de su mano.

— ¡Ah dale, Mai! ¿Sos monja ahora? —Revira con burla. Niego, aunque me cohibe un poco. —Decime que no están que se parten solos de lo buenos que están.

—Otra vez estas exagerando. Me parece que esa comida japonesa te hizo mal. —Digo mirando a la tele.

—Admitilo. —Me desafía. —Porque no te creas que no me di cuenta como te miró él.

Frunzo el entrecejo.

— ¿Él, de qué hablas?

—Del dueño de la bestia peluda. Le gustasteeeee... —Canturrea.

Me pongo seria.

—Nat, dale; mejor poné el capítulo y dejá de decir tonterías.

—Le gustaste... no dejaba de mirarte.

—Sí. Seguramente lo hacia porque se preguntaba cómo es que soy amiga de una loca como vos. —Replico bromista. —Cómo aseguras eso, no nos conocen ni nosotras a ellos.

—Maita, no hace falta. O no sabés que lo bueno primero entra por los ojos. Después vas viendo lo demás. —Expone con ligereza.

—Claro, y cuando eso demás queda expuesto; termina siendo una mierda... —Declaro tensa sin pensarlo.

Regalame tu Sonrisa (Libro 2) Retos Al CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora