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Regalame tu sonrisa

Maia no deja de mirarme, la expresión de susto en su cara me da pena y ternura a la vez.

—Tranquila, no pasa nada...

— ¿Nada? —Inquiere en un hilo de voz. —Sos alérgico y por mi culpa vas a tener una reacción... ¿Pero no pasa nada? —Se aproxima unos pasos, sin despegar sus ojos negros de los míos. — ¿Qué va a pasarte? —Pide saber atenta a mi respuesta.

Dudo por un momento si responder o no, ya que va sonar mal. Pero ella espera, sin apartar esa mirada oscura de mí.

—Me voy a quedar sin voz debido a que mi garganta se esta empezando a inflamar. Es como tener amigdalitis —explico. — Después aparecen ronchas en algunas partes... Puede que mi cara se deforme por eso —Abre sus ojos con espanto en ellos. —Solo me durará un rato recuperarme, tengo medicación para eso.

—Dios mío... —Murmura impresionada.

Intento sonreírle para demostrarle que todo está bien, aunque la quemazón en mi garganta empieza a hacerme sentir enfermo.

—Maia en serio, no te preocupes. Mirá, ahora voy a ir a inyectarme la medicación y listo; no pasó nada.

Ella no emite palabra. Solo se queda ahí parada, mirándome avergonzada. Quisiera acercarme y tratar de tranquilizarla, sin embargo tengo que ponerme la medicación, o de lo contrario ahí sí se va poner feo.

Puedo percibir como poco a poco la inflamación en mi garganta aumenta, por lo que decido apurarme a aplicarme el medicamento.

—Quedate acá que ya vengo. —Le pido con la voz pastosa.

Ella duda por un instante, y después asiente, suspirando pesarosa.

Dos minutos después entro en el baño con la epinefrina y jeringa. Respiro profundamente, sintiéndome mareado. Odio la sensación que me produce cuando esto me pasa.

Me concentro en lo que tengo que hacer, pero me cuesta... los dedos  tiemblan y la hinchazón en ellas no me permite sujetar bien la jeringa y el frasquito con la medicación. Las apoyo un momento en el lavamanos, el malestar me recorre el cuerpo haciéndome tambalear. El estómago me da un vuelco y las náuseas no se hacen esperar. Bajo la tapa del inodoro y me siento un instante. Mi respiración es sibilante, cuesta que el aire circule con normalidad y el picor e inflamación en la garganta hacen que tosa varias veces, pero lo hago de forma ronca y seca.

Las ganas de vomitar también llegan. Cierro los ojos echando la cabeza atrás, pero poco puedo aguantar. Segundos después vacío mi estómago, y las arcadas hacen me duela peor la garganta y la cabeza.

Golpes en la puerta me distraen, y su voz que traspasa la madera, suena angustiada. Pregunta si estoy bien, e intento responder pero mi voz se niega a salir para tranquilizarla.

— ¿Uziel? —Vuelvo a oír. Como también los ladridos de Coco y sus arañazos en la puerta. — ¿Uziel? Si no salís voy a tener que llamar a alguien, ¿Estás bien? —Pide saber.

Me incorporo, me acerco a la puerta y doy golpecitos rítmicos esperando reciba el mensaje de que estoy bien.

Tanto Coco como Maia se quedan en silencio y luego la escucho a ella;

—Espero que eso signifique que estás bien. —Golpeo nuevamente de la misma forma.

No vuelve a decir nada más, por lo que voy hacia el lavamanos y agarro lo que antes dejé ahí. Después de inyectarme la epinefrina, me tomo unos minutos para lavarme la cara y recomponerme. Me veo fatal, mis ojos llorosos y enrojecidos, algunas ronchas asoman al igual que mis labios hinchados. No quisiera me vea así, pero tampoco puedo quedarme hasta que los efectos finalicen. Puede llevar un largo rato.

Regalame tu Sonrisa (Libro 2) Retos Al CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora