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Regresamos después de haber ido a una cafetería. Maia se había sorprendido al vernos cuando salió de su trabajo, y a mí me encantó ver su sonrisa por eso. Estaciono el auto y los tres bajamos para dirigirnos hacia el interior del edificio. Coco camina detrás de ella contento también, y sonrío cuando le abre la puerta para que entre. Él lo hace dando saltos alegres, Maia se ríe y lo sigue. Atravieso la puerta yendo hacia ellos que esperan frente al ascensor. Me acerco y paso mi brazo por su cintura atrayéndola a mí.

— ¿Te gustó que fuéramos a buscarte? —Le pregunto al oído.

Alza la mirada y sonríe. Adoro ese gesto.

—Sí, fue una linda sorpresa —afirma.

Nos besamos, en ese momento se abren las puertas y ambos nos separamos para entrar. Pero no lo hacemos al ver quien está en su interior.

Los ojos verdes de Georgina se desplazan de uno a otro, incómoda, y luego baja la mirada hacia Coco que se acerca para olerla.

—Hola. —Nos saluda saliendo del ascensor.

—Hola. —Decimos a la vez.

Durante unos segundos ninguno dice nada. Ella no nos mira, tiene su atención en mi perro que la rodea olisqueándola. Maia me observa de reojo, y yo a ella, la incomodidad es palpable.

— ¿Cómo estás, se arregló el problema del otro día? —Pregunta mi novia.

Los dos sabemos que sí, ya que había hablado con Adán, pero sé que Mai lo pregunta por decir algo y romper el hielo.

—Ah sí, al día siguiente vinieron a arreglarlo —responde mi ex mirándola a ella. —Y estoy bien, contenta porque terminé los trámites que vine a hacer y mañana vuelvo a Mar del Plata. —Comenta afable, mientras tanto acaricia la cabeza de Coco que se le acerca cada vez con más confianza. — ¿Ustedes bien? —Nos pregunta, pero en ningún momento me mira directamente.

Respondemos que sí, y el silencio vuelve a instalarse.

—Coco basta, vamos. —Lo llamo.

Él obedece, viene hacia nosotros y se para junto a Maia.

—Que tengas un buen viaje entonces, Georgina. —Le desea Mai con una sonrisa amistosa.

—Gracias —le corresponde de la misma forma. Nos movemos, pero antes de avanzar la voz de Georgina al pronunciar mi nombre nos detiene. Giro hacia ella, que esta vez clava sus ojos en los míos. Con tristeza me observa, e intuyo lo que va a decir. — ¿Puedo hablar un momento con vos? —Pide nerviosa.

Quiero suspirar y negarme, pero al notarla ansiosa retorciendo sus manos, me abstengo de hacerlo.

—Me llevo a Coco... —Ofrece Maia.

Regalame tu Sonrisa (Libro 2) Retos Al CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora