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Todavía tiemblo.
De rabia, de miedo, pero más de rabia.
La escena se reproduce en mi cabeza una y otra vez y tengo que contenerme de no decir una palabrota y salir a buscar a esos hijos de puta aunque no tenga idea de quiénes eran. No alcancé a ver la matrícula de la moto, solo vagamente de que marca y modelo era. Sus caras tampoco las ví, y ellas no lo recuerdan, no pudieron verlos bien debido al miedo del momento.

Envuelvo el hielo en el trapo y regreso al living intentando aparentar tranquilidad aunque no lo sienta. Saber que estuvo sometida a esa situación de mierda y que seguramente revivió cosas que pasó antes, me revuelve por dentro.

Quiero golpear algo, a alguien, quiero envolverla en mis brazos y quitarle ese terror que todavía tiene en sus ojos.

-Mai... -hablo suavemente cuando me acerco a ella. Retira su mirada de un punto fijo en el piso y me mira, todavía perdida. -Ponete esto en la mano para bajar la hinchazón. -Le tiendo el hielo envuelto.

Baja sus ojos a su mano y se queda mirándola como si todavía no creyera que es suya.
Extiende su otra mano hacia mí agarrando lo que le ofrezco.

-Gracias. -Susurra.

Nos quedamos en silencio un momento, en tanto oímos los pasos de Natalie que viene desde su habitación.

- ¿Te duele mucho? -Se interesa ella sentándose al lado de Maia. -Creo que deberíamos ir al hospital a que te revisen -Opina mirándole la mano cubierta por el trapo.

-Duele pero no tanto, no creo haberme roto nada sino estaría desmayada ahora-Responde con sorprendente serenidad. -Estoy bien, en serio. -Le dirige una mueca que pretendía ser sonrisa.

-Yo todavía pienso que debimos llamar al 911 y denunciar esto. -Digo sacudiendo la cabeza.

Maia alza la vista hacia mí.

-Ninguna pudo identificar nada, sería una perdida de tiempo. No se preocupan por un simple intento de robo, no a menos que nos hayan lastimado lo suficiente para que les importe... Lo sé muy bien. -Su explicación me deja quieto, tenso. Sus palabras no son solo ásperas, sino también resignadas.

Y eso es peor que todo lo demás. Entender que ya sufrió esto antes, que la ignoraron, que subestimaron la locura de ese tipo que atentó contra su vida muchas veces, me enferma y me llena de más rabia.
Nos miramos y sé que nota que lo que dijo me produce malestar y enojo, por su expresión de arrepentimiento, por lo que baja la cabeza de nuevo.

- ¿Cómo hiciste eso? -La pregunta de Natalie hace que los dos la miremos. Maia la observa sin entender. -El golpe. Fue impresionante, ¿Cómo lo hiciste? Fue como si lo hubieras hecho desde siempre.

Pongo mi atención en ella también, curioso. A pesar de no ver lo anterior, llegué a ver cuando le propinaba el golpe y adoptaba una posición defensiva, como si estuviera preparada para darle pelea.

Regalame tu Sonrisa (Libro 2) Retos Al CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora