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»Que me gustás Maia, y te juro que estoy haciendo un esfuerzo muy grande por no acercarme y besarte como llevo queriendo desde hace horas, desde que llegué y te ví así; toda engripada y despeinada

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»Que me gustás Maia, y te juro que estoy haciendo un esfuerzo muy grande por no acercarme y besarte como llevo queriendo desde hace horas, desde que llegué y te ví así; toda engripada y despeinada. «

»Tranquila, nunca me aprovecharía de una mujer, y menos enferma. Te respeto, y solo cuando tenga tu permiso, te voy a robar todos los besos que ahora quiero. «

Sus palabras no dejan de repetirse en mi cabeza, como si un botón de repetición se hubiera quedado bloqueado. La piel me cosquillea y el corazón bombea acelerado igual que momentos antes cuando estaba frente a mí.

¿Por qué no reaccioné? Es lo que no dejo de preguntarme.

Paralizada. Asombrada. Incrédula.

No pude más que sentirme así, lo que condujo a que quedara como una tonta, que él se fuera y yo consiguiera moverme minutos, horas después... Ni siquiera sé cómo llegué acá en la habitación de Nat. Solo supe que no quería estar en la mía, sentirme tentada a espiar si lo veía en la cocina (que es adonde mi cuarto tiene vista) y sentirme más tonta por eso.

»Vos capturaste toda mi atención... prácticamente desde que te conocí. « 

Y vos también a mí; quise decirle. Pero nada, ni una miseria palabra brotó. Ni respiraba, creo.

— ¿Por qué seré tan tarada? —Sacudo la cabeza, elevando mi cabeza y mirando el cielo oscuro con sus estrellas titilando acá y allá. —Él no es igual... no puede serlo...

¿Pero y si sí?  Aparecen las dudas.

Hernán. Él fue la razón de mi quietud. Él es la raíz de mis desconfianzas. El diablo en mi hombro que me susurra y me detiene cuando quiero avanzar. Quien me recuerda que en ocasiones la maldad viene disfrazada de amabilidad. Que quien tenemos enfrente no siempre es lo que parece, y que solo cuando es tarde se muestra de verdad.

Así fue él al inicio. Paciente, cálido, cariñoso...

—Uziel no puede ser así... —Susurro volviendo a menear la cabeza. —No puedo seguir con este miedo... No pueden ser todos los hombres malos. No puede pasarme lo mismo dos veces...

»No voy a dejar que te olvides de mí. Vos sos mía... «

Estremecida por ese recuerdo me aparto de la ventana. Cruzo al otro lado de la cama de Nat, y salgo de su cuarto. En ese momento escucho el timbre de la puerta principal, y debe ser mi amiga, ¿O será él?

Voy hacia ahí preguntándome qué hora es y cuánto tiempo estuve en la habitación. Me acerco a la mirilla y los veo. Me alejo rápidamente, son ellos y están besándose. Unos segundos después un par de risitas atraviesan el panel y sonrío. Toca de nuevo y espero un poco para abrir.

Cuando lo hago, mi amiga aparece ante mí sonriente, le devuelvo la sonrisa mientras saco apenas la cabeza para mirar a Adán alejándose hacia el ascensor. Él me ve y me saluda con su mano, regreso el gesto y luego entramos.

Regalame tu Sonrisa (Libro 2) Retos Al CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora