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Dejo el bolso en el suelo y toco el timbre de su puerta. Miro hacia abajo a la correa que sostengo de Coco. Él mueve la cola, expectante observando la puerta del departamento de Maia. Los dos esperamos a que ella aparezca, ambos ansiosos por verla y salir rumbo a nuestro fin de semana juntos. Solos.
Estoy nervioso.

La puerta se abre entonces revelando a la chica que me da vueltas la cabeza.
Me sonríe con alegría, y luego baja la vista hacia mi perro que se acerca a ella para saludarla.

—Buenos días chicos. —Saluda ella acariciándole la cabeza con cariño.

—Buenos días señorita Miyagi. —Maia me lanza una mirada divertida al tiempo que me da un golpecito en el brazo por mi referencia. Me acerco a ella con una sonrisa y le doy un beso. — ¿Estás lista?

—Sí, voy por mis cosas —apunta con su pulgar hacia adentro.

Pero antes de que se voltee le agarro la mano y observo atento.

— ¿Está mejor? —Miro con atención su mano que hace dos días atrás estaba vendada.

Es bueno poder hacer bromas respecto a su reacción del otro día. Sin embargo cada vez que pienso en que pudieron ser otras las consecuencias; me lleno de renovada rabia.

—Sí, ya no siento dolor alguno —contesta sonriéndome con dulzura.

Vuelvo a acercarla a mí para darle otro beso.

—Me alegro —retrocedo un paso. — ¿Desayunaste?

—Nop.

—Buenísimo, desayunamos en el camino. —Propongo.

Acepta y gira para entrar por sus cosas.

Diez minutos después nuestras pertenencias están en el baúl. Coco ladra desde el asiento de atrás, y Maia ríe por su algarabía. Pongo el auto en marcha y salimos del estacionamiento.
Nos rodea un silencio cómodo que solo es llenado por la música que puse y los ocasionales ladridos de Coco que va de un lado a otro en la parte de atrás.

Hago una parada unos veinte minutos después para desayunar. Entramos en el bonito restaurante al que suelo venir cuando voy a Las Marianas. Pedimos café, tostados y jugo de naranja. Coversamos sobre cualquier tema que surge, ríe ante mis bromas y juro que no hay nada más lindo que escucharla hacerlo, así que me esmero en lograrlo cada tanto.
Cuarenta minutos más tarde volvemos al coche y seguimos nuestro camino.

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Llegamos luego de casi tres horas debido a las paradas que hicimos para comprar algunas cosas. Descendemos del auto y le abro la puerta a Coco que está desesperado por salir. Baja y sale corriendo hacia la parte trasera de la casa dando saltos alegres.

Regalame tu Sonrisa (Libro 2) Retos Al CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora