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ADIÓS


Estoy parada examinando con atención a las personas que nos rodean. Los niños delante de nosotros en la fila se quejan y lloriquean fastidiados, una señora pasa por nuestro lado mascullando algo sobre que la envian de acá para allá sin que le den una solución, y al mismo tiempo escucho a una mujer detrás mío decirle a su hija que no ve la hora de que terminen sus análisis para poder irse a su casa.

— ¿Querés que pregunte yo? —Habla Uziel, distrayéndome.

— ¿Qué? —Musito parpadeando algo confusa.

—Si querés que pregunte yo por él.

—Ah —miro hacia adelante, a una de las recepcionistas, quien no tiene una expresión muy accesible que digamos. —Cuando lleguemos hasta ahí te aviso. —Respondo, sonriéndole.

— ¿Estás bien? 

—Sí.  —Afirmo abrazándolo por la cintura. —Hay mucha gente... —comento mirando alrededor.

—Y la mayoría disgustada. —Asiente.

—Casi a nadie le gusta venir a un hospital. —Sigo con el tema, más que nada por decir algo, porque si pienso la razón por la que estamos acá, creo que podría arrepentirme y salir corriendo como desea la gran mayoría de la gente. No me agrada nada estar aquí. Los nervios empiezan a aflorar a medida que la fila avanza.

Cuando nos paramos frente a otra recepcionista, un poco más amable que la que está al lado, inspiro hondo antes de hablarle.

—Hola. Venimos a visitar a un paciente, está internado en terapia intermedia, pero no sabemos en qué planta y habitación.

—Nombre y apellido del mismo, por favor. —Indica. Teclea en la computadora frente ella cuando respondo. —Tercer piso, habitación 178. ¿Es familar suyo?

Me remuevo incómoda.

—No, yo...

—Necesita un permiso firmado para poder verlo. 

—Lo sé, lo tengo... —saco el papel de mi cartera, el que me entregó el abogado el día anterior.

—Muy bien, en ese caso deben subir. El doctor dará el parte médico en unos minutos, se lo muestra a él y al policia junto a la puerta del cuarto antes de entrar. —Nos explica, le damos las gracias, e inmediamente llama al siguiente en la cola.

Subimos las escaleras hasta el tercer piso. Una vez allí seguimos las indicaciones de los carteles, hasta que llegamos a unas puertas batientes dobles. Apenas las cruzamos, diviso al policia parado casi al final del pasillo. Después mi mirada cae en la única mujer sentada frente a él.

Me paro en seco, sintiendo como mi estómago da un vuelco.

La mano de Uziel me da un apretón.

— ¿Qué pasa? 

—Ella... —murmuro. Él sigue la dirección de mi mirada. —Es su mamá. —Digo bajito, sin darme cuenta.

En el momento en que lo digo, como si ella me hubiera escuchado, gira la cabeza y me ve. Abre sus ojos soprendida al reconocerme. 

Me había olvidado lo mucho que se parecen. Sus ojos...

— ¿Querés que nos vayamos y volver cuando ya no esté? —Indaga mi novio, acariciándome la mano, haciéndome saber que hará lo que sea que yo decida, que está conmigo para todo como prometió.

Regalame tu Sonrisa (Libro 2) Retos Al CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora