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Con los nervios a full en mi sistema termino de vestirme. Todavía no me creo haber aceptado su invitación, mucho menos cenar en su casa.

Corrección.

¡Que vaya a cocinar para los dos en su casa!

En serio que estoy sorprendida de mí misma, pero es increíble; mis emociones se mezclaron, los cables se me cruzaron y actué sin pensar siquiera.

Como sea no hay vuelta atrás, ya acepté, ya pactamos juntarnos y no puedo retractarme sin ser quedar en evidencia.

Mirándome en el espejo, arreglo mi pelo todavía húmedo. Observando la ropa que elegí, no puedo más que pensar que en realidad, es lo que quería. Muy dentro de mí deseaba que me invitara a salir de nuevo.

Me gustó su compañía hoy a caminar, y ayer... Me hizo sentir cómoda todo el tiempo. Incluso cuando me abrazó en la fila mientras esperábamos pedir las bebidas. La sensación que tuve cuando sus brazos me envolvieron, cuando percibí su protección alrededor mío fue algo que lejos de incomodarme me agradó. La verdad es que me hubiera gustado quedarme ahí, cerca de él y no sentir más este miedo que me impide abrirme del todo nuevamente.

No debería ser así, sentirme bien cerca suyo. ¿Pero tampoco puede ser malo,no? Me cuestiono mirándome directamente.

—Mejor dejo de dar tantas vueltas. Si estuvo bien o mal, lo sabré después. —Digo mirándome directamente en el espejo.

Termino de arreglarme y salgo rumbo a la cocina. Ahí guardo lo que pienso podría necesitar para prepararnos la cena, pongo todo en una bolsa y después reviso la hora.

19:57pm.

Durante un fracción de segundo dudo. Pero luego sacudo la cabeza y me dirijo a la puerta, sin antes dejar la nota que escribí para Natalie avisándole.

Cruzo el umbral de la entrada comenzando a percibir mis vellos erizarse. Cierro la puerta y acto seguido camino hacia la suya.

Música de rock, suave, se filtra a través de la madera. Antes de tocar el timbre, respiro hondo varias veces, mirándome, sintiéndome insegura. Aún así llevo mis dedos a la tecla junto a la puerta, y el sonido se reproduce.

Acomodo un mechón de mi pelo suelto tras mi oreja mientras espero. Un instante después la puerta se abre, y Uziel, luciendo injustamente más atractivo que de costumbre, se queda parado frente a mí exponiendo su sonrisa perfecta.

—Bienvenida. —Musita, recorriéndome completa.

Respirá Maia, RES-PI-.

—Gracias. —Consigo balbucear.

Por un breve momento solo nos miramos. Sus ojos pardos se ven brillantes y risueños.

Regalame tu Sonrisa (Libro 2) Retos Al CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora