Cansada del largo y agotador día de trabajo; entro al departamento exhalando un suspiro. Dejo mi cartera y el maletín con mi laptop en el sofá e ingreso a la cocina. Luego de guardar las compras para la cena, me dirijo a mi cuarto donde me quito los zapatos, busco un cambio de ropa y voy directo a la ducha. Tardo alrededor de 25 minutos en la bañera, disfrutando de este momento de relajación y soledad.
Cuando me siento satisfecha salgo del baño deseando correr a mi cama para dormir, ya que el agua y las sales que usé de Nat; relajaron cada músculo tenso debido al día. Pero nop. No lo hago ya que me toca cocinar, y si no lo hago Natalie es capaz de comerme viva, así que no tengo mucha opción.
Pongo música en nuestro pequeño equipo, algo tranqui para seguir con este estado relax. Comienzo a preparar todo lo que utilizaré para hacer la comida, pero en cuanto me doy cuenta de una cosa; me detengo en seco.
Miro mi muñeca desnuda, frunciendo las cejas.
— ¿Y mi pulsera? —Me pregunto alarmándome de inmediato. —Dónde está.
Pienso con rapidez y me apuro a entrar al baño. Busco, busco y rebusco en cada rincón, sobre todo en la bañera donde más tiempo estuve. El pavor empieza a invadirme cuando no la encuentro. ¡No pude haberla perdido así como así! ¡No puedo perderla!
Durante varios minutos revuelvo cada espacio por el que pasé, mi cartera, el maletín, todo, pero no la encuentro.
—Ay no, no, no, no… ¿dónde está? ¡¿Cómo pude perderla y no darme cuenta?! —Me recrimino sentándome en la silla y tratando de hacer memoria de en qué momento pude haberla extraviado.
Repaso una y mil veces cada instante del día, rogando no haya sido en la casa que estamos remodelando, si fue ahí, chau no la voy a encontrar mañana cuando vaya.
—Qué tarada soy, ¡qué tarada! —Me angustio.
Esa pulsera es lo más importante y valioso que pude traerme de casa junto a las fotos de mi familia. Fue el regalo que me hicieron mamá y papá para mis 15 años, razón por la cual elijo usarla lo menos posible temiendo puedan robármela ya que es de oro.
Resoplo enojada queriendo gritar y golpearme por mi descuido. ¿Cómo no me di cuenta hasta ahora?
Mi celular empieza a vibrar y sonar sobre la mesa al lado mío, y lo agarro con manos temblorosas por la rabia que me da. Cuando veo que se trata de una videollamada de mi hermano, cierro los ojos y respiro profundo intentando disimular mi tristeza y enojo por perder ese tesoro para mí.
Deslizo el dedo por la pantalla cuando me siento lista.
— ¡Hola! —Saludo sonriente, escondiendo mi desazón.
La cara Beltrán, Tomi y Elo; aparecen frente a mí y esta vez sonrío con sincera alegría por verlos.
— ¡Hola!
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Regalame tu Sonrisa (Libro 2) Retos Al Corazón
RomansEl corazón no siempre acierta cuando se enamora. El corazón de Maia cometió el error de latir por alguien que no lo merecía, y eso casi le cuesta la vida. Afortunadamente, sobrevive. Sin embargo, todavía hay mucho por superar, y es por eso que decid...