C24 | Morajela, acuerdos y promesas

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No espero que lo entiendas ni que me perdones —su voz es baja, como si no estuviera en sus planes que le escuche, pero lo hago—. Yo… necesitaba algo para salir y pareciste tú: Sincera, accesible e ingenua. Tome mi decisión y no tengo remordimientos.

—¿De qué…?

—Fue un placer conocerte, pero espero no volver a verte nunca —en cuanto dice eso, sus ojos de color zafiro se posan sobre los míos.

No comprendo la mirada que me da y que comience a inclinarse lentamente hacia mí me hace buscar a Julietta entre los comensales. Sus ojos verdes brillan con emoción, pero lo que ha pronunciado el chico sigue dando vueltas en mi mente. La piel fría de sus labios colisiona contra mi mejilla, y me sonrojo con fuerza porque él no es solo agradable sino también muy bonito, pero el momento no se siente correcto, sino más bien equivocado.

—¿Qué haces? —inquiero, alejándome de su tacto. Pasando con rapidez mis ojos en las personas que consumen algunas reposterías de lugar.

—Sígueme —ordena, poniéndose de pie, pero me quedo en mi silla—. Sígueme.

—No, ¿a qué te referías con tu elección hecha sin arrepentimientos?

—Es muy tarde para que preguntes eso.

Y vaya que lo era.

Cinco minutos más tarde estaba siendo arrastrada hacia el pasillo del local y lo peor, es que mi compañía me importaba demasiado como para detener mis movimientos cuando el filo de una daga rozo su cuello…

Sacudo el cabeza rechazado el recuerdo de la noche en la que la Agencia nos presentó como sus nuevas agentes. Esa noche en la que no entendía que era lo que pasaba, pero que debía hacerle frente.

Y que todavía sigo haciéndolo.

—Nunca fui reclutada por la organización o siquiera me enliste de forma voluntaria… —hable rompiendo el silencio que se había formado desde que las Benedetto terminaron su presentación. Julietta se tensa y solo puedo darle una media sonrisa para tranquilizarla.

Los ojos de todos recaen sobre mí con intriga y algo que no puedo definir. Aún estamos de pie, ya nos hemos presentado, pero antes de pasar a otro plano debo de informales como fue que termine en la Agencia. Tomo una respiración profunda, estabilizándome y preparándome para lo que diré a continuación.

Necesito hacer esto.

—No tenía una jodida idea de lo que era la Agencia, pero eso cambio después de conocerlo a él… Era un objetivo y lo sabía perfectamente. Tenía bastantes problemas y la factura para pagarlos era aún más larga y le dieron una solución… —sin quererlo una sonrisa irónica se dibuja en mis labios. De reojo veo a Julietta moverse y subirse al capo de uno de los vehículos—.Por primera vez se hizo una excepción, pactándose un acuerdo entre un objetivo y su ejecutor. Todo consistía en darles algo mejor como ofrenda, y el donativo fui yo.

Durante mi tiempo al lado de Caleb olvide por completo todo lo que mis padres me enseñaron desde pequeña: No debes confiar en extraños, pero la forma en que interactuábamos diluyo eso tan básico e importante. Todo lo que compartimos no fue más que un papel para alcanzar lo que quería.

Debí hacer caso a la enseñanza de mis padres.

» Me convertí en un blanco. Uno muy fácil de consumar —eleve mis hombros tratando de aparentar indiferencia—. Coincidimos en lugares y nos volvimos cercanos. Creí en cada palabra que salía de su boca como una ingenua. Confié y esa confianza me hundió...

Porque todas las mentiras me las trague.

Y aún no logro recomponerme.

Harry me observa como si me acaba de salir un tercer ojo. Su expresión es de desconcierto y me deja en claro que no se esperaba que algo así fuera el por qué estoy dentro de la Agencia. Pero bueno, uno es protagonista de tanta estupidez que a veces cuesta creer. Thomas y Rafael tragan grueso y mientras que las chicas sueltan una exclamación de asombro.

X no despeja su mirada de mí y es que esto que estoy diciendo no aparece en los datos que la organización. Rean se lleva una mano a la boca y me repara de pies a cabeza y sé lo que está pensando antes de que lo verbalice.

—Lo lamento… —dice con torpeza, porque ha entendido la razón de Juli para actuar como lo hizo al enterarse de lo de Lerman.

Aunque entre nosotras hay un gran abismo.

—Soy un trueque —retomo mis palabras, poniéndome erguida, pasando por alto la disculpa innecesaria—. El objetivo al cumplir con su parte dejo de ser uno y desapareció sin explicarme nada.

—¡Que desgraciado! —musita Aria, sacándome una sonrisa.

Pero pago con creces.

Caleb Kennedy probablemente va acordarse de mí el resto de su vida, y pueda que también en las siguientes.

—Para la Agencia una novata no es un elemento indispensable, pero en esta ocasión no estaban obteniendo solo una, sino dos —sigo hablando. Y lo que pronuncio a continuación es otro acontecimiento que aborrezco—. Porque Julietta se quedó conmigo, aun cuando le suplique que no lo hiciera... Fuimos arrastradas y presentadas como postulantes dando inicio así a nuestro adiestramiento.

Uno que fue de todo menos fácil.

Todo era jodidamente difícil y aunque terminamos varias veces en la sala de escarmiento. Nos volvimos buenas, resaltamos en ello sin siquiera quererlo. Sin embargo, eso no quita que por ingenua termine cometiendo el error más grande de mi vida y que este, no solo arrastro conmigo sino también con mi mejor amiga.

—La capacitación y los castigos siguieron hasta que finalmente obtener nuestra primera misión. Una que no queríamos, pero que tenía que cumplirse —humedezco mis labios—. Nunca nos especificaron cuanto tiempo estaríamos en "servicio", puesto que este carece de fecha de caducidad gracias al "benefactor" —hago comillas en dos palabras que me saben a burla—. Y esa es la razón por la que hemos aceptado trabajar con ustedes: Queremos libertad.

Ahora sé detectar lo que me conviene y lo que no, todo me ha dado la compresión de que en esta vida uno debe de saber jugar.

No importa si es limpio o sucio.

• 3 •

¿Astuta?

Si.

¿Impulsiva?

Mierda, sí.

¿Honesta?

La mayor parte del tiempo.

No sé con exactitud a qué hora regresamos a la casa, lo que sí sé es que el primogénito Potter se la paso mirándome de manera suspicaz todo el trayecto devuelta y eso, me insta a caminar lentamente hacia mi habitación.

Él quiere decirme algo.

O quiere saber algo que no estoy dispuesta a decirle.

Siento sus pasos detrás de mí y aunque no debo hacerlo me giró para encararlo. El pasillo está a oscuras y reina un silencio solemne, que me hace observar el entorno, antes de poner mis ojos sobre él.

—¿Qué quieres? —indago.

—¿Quién es?

Por un segundo no entiendo a qué se refiere, pero al otro si lo hago.

¿Y a él que le importa?

Que les contará como termine en la Agencia no quiere decir que voy a empezar a contarle cada uno de mis secretos, que aunque ya son de menos peso siguen siendo míos. Aquí cada quién tiene un papel y hasta que nosotras no estemos fuera de la organización, ellos van a seguir siendo enemigos, por tanto no hay que confundirse.

—No te debo explicaciones, Potter.

—Cierto, no le debes —dice una voz femenina que me pone rígida.

Mierda.

—¿No deberías estar dormida, mamá? —pronuncia Harry con dejé fastidioso.

Sin rastro de nervios o siquiera una pizca de inquietud por ser descubierto por su madre a tantas horas de la madrugada.

Lo odio.

—¿No deberías estar haciendo eso tú?—le devuelve la pregunta ella con recelo—. Pero no, estás llegando y no sólo, sino con los ojos de la cara de Lucas Helman.

El chico frente a mí mantiene la mirada hacia donde sea que esté su progenitora, por mi parte sigo sin moverme aplicando la de: “Si no me muevo, no me ven”.

—Eso no funciona conmigo, Aliss —habla la Tía Martina—. No te preocupes que soy una tumba y no diré nada, pero... ¿Me permites conversar con mi hijo?

No lo pienso siquiera una vez.

—Por supuesto, todo suyo —digo, lista para huir y refugiarme en mi cuarto—. Que descanse, señora Potter.

Sin esperar alguna contestación camino a paso apresurado y cierro despacio la puerta de mi habitación. No me cambio la ropa, solo me dejo caer en la cama y mi cuerpo se permite unas horas de relajación.

• 3 •

HARRY:

Me exaspera.

Me confunde.

Me intriga.

Ella, ella, ella.

—Fallaste —repite por undécima vez, el estúpido de Xavier.

—¿Nunca te has equivocado? —sale nuevamente a defenderme, Rafael—. Deja de joder, que si se emputa no te lo quitaré de encima.

El pelinegro le lanza un vistazo mortífero y yo sólo me levanto para alejarme de los dos porque también me están exasperando.

Se supone que hice un buen trabajo escaneando el perímetro. Uno en el que ni Aliss o Julietta tenían que ver con la Agencia, pero confíe demasiado en mí, pasando por alto que a veces hay que repasar por lo menos dos o tres veces para descartar inconvenientes. Lo que nos llevó a quedar como idiotas ante las habilidades de Julietta Carrier.

Maldita sea.

Sacudo la cabeza alejando esos pensamientos, puesto que lo hecho, hecho está y no hay forma de modificarlo. Llegó al balcón del pequeño departamento en que se hospedan Thomas y Rafael desde que se inicio está misión, buscando en mis bolsillos un encendedor para el cigarro que tome de Xavier Miller al llegar, pero no encuentro el objeto, porque no fumo con frecuencia.

Idiota.

—¿Qué puta me pasa? —me pregunto, tirando lo que iba a consumir.

He estado tan despistado que no solamente lo he notado yo y la conversación de la madrugada con mamá me da vueltas en la cabeza, mordiéndome el estado de ánimo.

Como siempre esa mujer tiene razón.

Al contrario de Aliss Helman mis progenitores saben que estoy dentro de la Sociedad. Misma a la que entre desde los 15 cuando Rean Doop rompió códigos contándome como le obligaron a sostener un arma sobre la sien de un tipo que había estado haciendo tratos sucios.

Martina Scott de Potter fue la primera en enterarse, con exactitud no sé cómo carajos comprendió que aunque me acostase a dormir, sabía que estaba fingiendo. Es decir, era muy bueno mintiendo, ya que papá siempre me creyó, pero ella jamás. Luego de informarle todo y que fuese a conversar con el padre de Rean —quién a escondidas nos impuso con castigo por soplones—, termino haciendo un trabajo exprés sobre validez para portar armas.

Por un instante pensé que iba a darme la validez rápido por ser su hijo, pero que equivocado estaba.

Hasta este año me concedió el permiso.

Por muy lucidas que tuviera las facultades mentales y la percepción sobre el mundo no le dio la validez a ningún chico del equipo para portar una arma de fuego, lo que aunque nos puso en desventaja muchas veces, nos sirvió de impulso para ser los mejores en las diversas prácticas de entrenamiento físico.

—¿Ahora hablas sólo? —indaga, Rean colocándose a mi lado.

—No me jodas, que no estoy para bromas.

—¿Y cuándo tú estás para eso? —le doy una mirada cargada de molestia y éste suelta a reír—. ¡Joder, que amargado eres!

—Que novedad.

El pelinegro saca una cajita de cigarro, toma uno y de bolsillo trasero del jeans saca un chispero para encenderlo. Ni siquiera me ofrece uno, porque solo recurro a ellos de vez en cuando y por esa misma razón deja salir el humo para el lado contrario.

—¿Crees qué podemos con...? —no termina la pregunta, pero sé con exactitud a que se refiere.

—Sí, ¿lo dudas?

—Tengo contradicciones, pero lo apoyo y respeto si tú estás de acuerdo, ¿estás seguro? —dice chocando el cigarro contra el barandal que evita nuestra caída.

—Se lo prometí —me sincero—. Y sabes que soy de los que creen que toda promesa se cumple y está no va a ser excepción.

Rean asiente despacio seguramente sopesando la idea y el significado de la misma. Ni Aliss, ni Julietta o siquiera las Benedetto se detuvieron a preguntar qué iba a cambiar a partir de nuestras presentaciones y ese detalle no puede pasarse por alto, ya que ahora seremos un equipo, y la primera misión está por comenzar.

—Iremos a la ubicación que encontraron.

Perfecta Mentirosa © [Completa ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora