C16 | Toda acción tiene su reacción

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—Se rumorea que cuando vengo las cosas se ponen pesadas —habla X, atrayendo la atención de todos en el lugar—. ¿Es eso verdad? Vamos a comprobarlo.

Hay un momento en la vida donde uno sabe que las cosas que hace están mal y cambia para bien. Si, recapacita dándole la espalda a todo lo que fue y comenzando desde cero, como si ese hecho borrará el daño que hizo en el pasado. Quizás estoy juzgando incorrectamente, pero yo no podría aceptar vivir fingiendo que no cometí fallos graves de la noche a la mañana.

Sería una hipócrita.

Y no lo soy.

Tengo total conocimiento de estoy haciendo mal, pero también sé que ese mal es inevitable… ¿Qué se hace en ese caso? No tengo respuesta para esa pregunta, y por esa razón estoy donde estoy.

—¿Alguien podría decirme que fue lo qué pasó?

Julietta Carrier eleva su mano como si estuviera en el colegio dispuesta a contestar, sin embargo, es totalmente ignorada y aunque no debería de sentir tranquilidad, es lo que siento. Sus ojos verdes se posan con fijeza sobre mí y le sonrió como si todo estuviera bien.

Aunque nada está bien.

—¿Saben por qué pasa esto?

Nuevamente el silencio se apodera de toda la sala. Dejo de ver a mi mejor amiga para recorrer los rostros de las demás chicas en la estancia, mismas que me observan con neutralidad. Una de las cosas que siempre voy a admirar de la Agencia es como nos ayudan a controlar nuestras emociones y que aunque estemos sintiendo mil cosas a la vez nuestros rostros no muestren nada de nada.

El colorido cabello de las hermanas Benedetto es lo que más destaca entre el típico castaño y negro, que existe entre los convocados para esta reunión. No sé cómo es que ellas terminaron aquí y tampoco me interesa, lo que sí sé es que aunque no las conozco en totalidad ahora estoy amarrada de manos y tobillos a una silla a instantes de recibir un castigo por no suspender a dos novatas dentro de nuestra misión.

Nos dieron a elegir.

Ellas o nosotras.

Está muy claro que accedimos a lo segundo, pasando por altos las protestas de Aida y Aria.

Al principio imagine que el castigo sería leve, es decir, el error no fue de nosotras sino del sistema, pero cuando la Jefa nos dio a elegir entre las dos y mencionó a X, la idealización cayó como castillo de naipes.

Era Juli o yo.

Por supuesto que no podía dejar que la rubia pasará esto.

Cuando la compañera de alguien se somete a castigo, el espectáculo se da frente a las agentes para que vean lo que pasa sucede con los fracasos. Una forma de intimidar y de hacerle saber a los de más la posición de cada quien. Porque como toda organización tiene una jerarquía y aunque la Agencia es pequeña goza de mucho peso. El sexo femenino lo gobierna todo y el poco masculino está distribuido entre el entrenamiento y escarmiento.

Solamente hay 4 varones activos en la organización y éstos acatan a lo que se les ordena sin rebatir. Como si fuesen robot, pero con almas que sientes placer al recordarnos la manera en la que deben ir y realizarse las cosas.

X es uno de los 2 que está en escarmiento, y con él no me llevo muy bien.

Creo que me odia.

Por ello, cuando a mis oídos llega que X puede andar por la base, prefiero no poner un pie dentro o siquiera en la planta de arriba.

Su altura es hasta cierto punto intimidante. Su cabello negro siempre esta peinado hacia atrás. Su complexión es musculosa, pero no de un modo exagerado. Su rostro está bien proporcionado, pero lo que me da escalofríos no es nada de lo que anteriormente mencione, sino el color de sus ojos: Avenilla.

No puedo negar lo obvio, X posee un atractivo exótico.

Sí, está bueno, pero da miedo.

Debido a todos los castigos que he presenciado, sé cuál es el que él va a aplicarme al empezar a rodearme y por eso me preparo para dar un buen entretenimiento. Trato de no mostrar el alivio que me envuelve, porque esperaba un desafío de humillación y no un breve interrogatorio. Uno donde va atacarme con preguntas a las cuales yo debo de dar una respuesta rápida y concisa, porque si no las cosas pueden ponerse feas para mí.

—¿Crees que eres inocente? —indaga, dando un giro sobre sus talones quedando frente a mí.

—Soy inocente, X.

—¿Por qué no avisaste a la Agencia de la llegada de As?

¿Quién es As?

Me quedo en silencio, mientras en mi mente se hace un caos porque no sé quién es a quien menciona. No obstante, lo dejo de lado, porque la pregunta no se trata de As, sino de contexto.

X hace tronar sus dedos con impaciencia al tiempo que digo:

—No hay que establecer comunicación con la Agencia en misiones de rango C, y esa misión lo era.

—Sí, lo era.

Observo como se moja con la punta de la lengua el labio inferior para no reírse. Siento como mi sangre se calienta debido a la molestia que me genera el simple gesto.

¿Me creé su payaso o qué?

—Li, ¿en qué fallaste?

—En nada, entregué el objetivo.

—¿Entregaste?

—Entregué —repito. Su mirada viaja un segundo hacia la Jefa, quién nos contempla con una máscara de hielo.

—La Agencia trabaja en parejas, no en equipos.

—Lo sé.

—¿Y?

—Asumí que el... —me interrumpe.

—¿Asumiste?

—Si.

—Entonces, Li —el tono frio y cruel, no esconde el humor que le provoca la situación—. ¿En qué fallaste?

—En nada, porque la misión se concretó.

—¿Por qué no suspendiste a las novatas?

—Porque no me correspondía.

—¿Por qué?

—Porque si hay un fallo no es mío ni de ellas, sino del sistema.

Nuevamente la estancia se envuelve en un espeso silencio, pero en este X ni por un segundo deja de observarme como si en cualquier momento fuera a abrir mi cabeza y ver qué es lo que tengo adentro.

• 3 •

Camino a paso apresurado, sintiéndome bien en medio del caos que he pasado.

El escarmiento no fue como lo imaginé, porque siendo honesta espere que X en algún momento me diera azotes en la piel o algo peor enfrente de la organización. Avanzo entre el pasillo del subterráneo pensando en donde se habrá ido Julietta, después de que las hicieran salir de la habitación.

Escucho como una puerta se abre, pero no volteo porque no me causa intriga ver de quien se trata, así que sigo hasta llegar al centro de mando en donde pido que me dejen ver las cámaras de la Agencia para localizar a mi mejor amiga. Las chicas de las computadoras me dan el acceso y en menos de 4 minutos, encuentro a rubia haciendo cardio en el gimnasio del lateral izquierdo.

¿Qué mierda? La rubia odia hacer cardio.

Le doy las gracias y salgo de ahí, lista para pedirle a Carrier que nos vayamos de una vez. No soy fan de la Agencia, no me gusta venir, no me apetece permanecer más de lo obligado, no me agrada nada de lo que tenga que ver con ella.

Como desearía no haber terminado dentro de esta.

Pero no todos los deseos se hacen realidad.

Otro ejemplo de ello es el chico que está recargado contra la pared del pasillo por el que debo de continuar. Me hago la ciega y a él lo minimizo a un cuadro inexistente en la pared, pero se pone en medio de mi camino obstaculizándolo.

—Li, ¿adónde con tanta prisa?

—No es de su inconveniencia, X.

—Totalmente de acuerdo —musita y el tono bajo que usa, me pone en alerta—. ¿Sabes que si lo es?

—No, ilumíname.

Y que deja de joderme la vida.

—El fallo que mencionaste en el sistema, es real y la Jefa les ordena que lo encuentren.

—¿Nueva misión? —suelto un quejido irritado al verlo asentir, pero de inmediato agrego buscado remediarlo—. Vale, nos encargamos de ello.

—Li y As.

¿As? ¿Quién demonios es As? Estoy por hacerle la pregunta, cuando mi mente decide funcionar sacándome de otro seguro castigo.

Las gemelas.

—Li y As, se encargan.

Sin decir nada más X gira sobre su eje y desaparece en tiempo récord del pasillo. No sé porque experimento la misma sensación inquietante que sentí la noche en la que terminamos en la Agencia. Sacudo la cabeza mandando lejos ese tipo de pensamientos y continuó hacia donde mire a mi mejor amiga. Al encontrarla no tuve oportunidad de decirle nada porque salto de la bicicleta, me tomo la mano y comenzó a correr hacia la salida.

No hablamos ni siquiera cuando estuvimos en el elevador, mucho menos en la faceta de la pastelería, sino hasta que estuvimos a menos de tres cuadras de lugar fue que nos permitimos conversar.

—X es tan caliente, Aliss.

—No me jodas, idiota —le doy un empujón y está se carcajea, algunas personas que van por la calle nos ven con extrañeza.

—¡Ay! —se queja—. Es la jodida verdad, ¿estoy mintiendo?

—No voy a responder a eso. Estás loca.

—Claro que sí, soy una loca igual que tú —pronuncia con seguridad y no puedo evitar sonreírle porque me encanta el poder que tiene para hacerme olvidar los malos ratos y me odio por no lograr disfrutarlo como debería, porque debo informarle la nueva orden.

—Nos dieron una...

—Sí, ya lo sé —eleva su mano, cortando mis palabras. Junto mis cejas confundida y antes de que le pregunté cómo ella me responde—. X me informó, explicó que luego te diría a ti y As.

—¿Las As son...?

—Aida y Aria.

—¡Lo sabía! —me felicito mentalmente y de repente experimento la sensación de que estoy siendo observada. Tomo la mano de Carrier acelerando el paso y con sólo el apretón que le doy ella entiende lo que pasa, porque no cuestiona sino que iguala mi ritmo.

No sé porque mi mente evoca el recuerdo de la noche, en la que mis padres estaban esperándome luego de una misión, más allá de eso, es que ese día también me sentí observada. ¿Ya me volví loca? ¿Estoy alucinando que me vigilan?

—No, Aliss, también me siento así —susurra la rubia, ni siquiera investigo si he hablado en voz alta porque es un demás.

—¿Desde cuándo?

—La vez del bar, la misión de desaparecer activos.

—Mierda, debemos hablar lo antes posible con As.

Carrier me da un asentimiento y tomamos el camino contrario hacia nuestros hogares. Llegamos a la plaza comercial más cercana, la cual siempre está a reventar de personas y nos separamos para perdernos entre la gente. Ella por la derecha y yo por la izquierda, miro me teléfono cronometrando el tiempo de una hora para esperar por su llamada.

Si no llama en una hora, debo de marcarle yo.

Busco una de las salidas de emergencia con paso tranquilo y al salir por está, avanzo como si fuera algo normal irme por el estacionamiento cuando no tengo auto. Tan distraída voy en aparentar serenidad que no me percato del chico que me sigue hasta que grita con fuerza mi nombre.

—¡Aliss!

—¿Issac? —se acerca a mí trotando y su cabello rubio se mueve con el viento—. ¿Qué haces aquí?

—Papá me envió a la ferretería por unos clavos —agita la bolsa y el acero suena al chocar entre si—. Quiere probar sus dotes en carpintería, ya que mamá le pidió una nueva mesa de noche, ¿y tú?

—¿Yo? —estoy despistado a quien sea que me seguía—. Viene a comprar una blusa, pero todo lo que me gusta está muy caro.

—Oh, ¿te gusto algo en particular? —indaga ladeado levemente su cabeza y el gesto me da cierta gracia.

—Sí, pero no tengo el dinero —le restó importancia. Planteándome seriamente dejar de mentirle a los que me importan.

—¿Me dejas regalártela?

—¿Cómo? —espero haber alucinado. Sin embargo, el que vuelva a repetirlo me dan ganas de desaparecer—. No, no es necesario, Issac.

Las facciones del chico se contraen y un pequeño rubor se posa en sus mejillas ante el rechazo.

Ay, no.

No sé ni porque siento que debo remediarlo, pero le tomo la mano al tiempo que le digo:

—Quizás otro día, por ahora sólo llévame a casa, ¿vale?

—Vale.

17. “Un idiota más pero nunca uno menos”.

Repaso nuevamente la hoja con ejercicios de matemática en mis manos y cuando finalizo el escaneo sonrío ante el diez sobre diez.

¡Pase la materia!

Estoy contenta, pero no puedo celebrarlo como debería de estarlo haciendo puesto que Julietta y Joe han dejado la clase.

Después de las semanas de exámenes, el docente de matemáticas permito realizar un trabajo que hiciera de salvavidas para lo que estaba por botar la asignatura —la mayoría del curso, porque su examen fue una mierda—, por lo que a cada estudiante le otorgó 5 ejercicios absolutamente diferentes. Sí, el hombre se dio todo el tiempo del mundo para fijarse que ningún jodido ítem sea igual al de otro. Y aunque intenté ayudar a la rubia, no lo logré. Así que cada una decidió hacer los suyos por su cuenta.

Ya sabemos el resultado de ello.

Me meto una cucharada del postre que compre hace unos minutos, al tiempo que veo de reojo a Dante Carrier teclear sobre la pantalla de su teléfono como si su vida dependiera de eso. Pasó la vista a los otros dos chicos en la mesa, quienes están concentrados en terminar sus respectivos alimentos.

—¡Joder, me lleva la que me trajo! —habla Juli, dejando caer su bandeja de comida y tomando asiento en medio de Joe y Ryan—. ¿Qué le voy a decir a mis padres?

No le digo nada, primero porque no sé qué decirle y segundo porque un sabor amargo se instala en mi cavidad bucal ante la culpa que surge al recordar que ella hizo el trabajo sola. Sí, estaban todo mal pero lo entregó confiando en ella. Mientras que yo, los hice sí, pero antes de entregarlos me guardé mi orgullo y se los mostré —como me había sugerido mi mamá— al primogénito Potter, ese quien ha resultado ser un cerebrito matemático.

—¡Como sea, rubia! —dice Cooper y sé por la forma en que le regala una sonrisa que hará mención a un meme—. ¡X somos chavos, la vida sigue!

Carrier suelta a reír y no puedo suprimir la carcajada. No es solo por lo que dijo, sino también por el tono agudo en que lo dijo.

—¡No me hagas perder la seriedad! —se recompone ella—. Se van a molestar, puede que no dejen irme a Helden... ¡¿Por qué me pasa esto a mí?!

—¿Por qué no prestas atención en la clase? ¿Por no estudiar? —pronuncia Ryan cortado el drama.

—Cállate —masculla irritado Dante, dejando de lado el celular. El pelirrojo enmudece de inmediato y ojos oscuros enfocan los verdes de su prima—. Si quieres puedo hacer que mis padres hablen con los tuyos antes de que les muestres las notas.

» Es un rojo en la esquela, no en el boletín. Puedes recuperar la nota en el parcial que viene —la rubia asiente de forma rápida y él vuelve su mirada al aparato electrónico.

¿Con quién se escribe?

La curiosidad me pica pero lo dejo pasar, ya que las personas a nuestro alrededor comienzan a levantarse de sus lugares causando confusión. Algunos corren hasta las ventanas para ver y otros salen por la puerta principal de la cafetería hacia a fuera.

—¿Qué pasa? —le pregunta Joe a una chica que no conozco.

—Marcus está retando a uno de los nuevos —informa, apresurando el paso.

Harry.

Julietta y yo nos levantamos como si nos hubieran puesto un tomo de adrenalina para luego caminar hacia el bullicio. No me fijo si los chicos nos siguen o no, pero espero que lo hagan. Me muevo entre la gente sintiendo un temblor en todo mi cuerpo cuando capto un círculo, porque eso no es una buena señal, sigo avanzando y tengo que aventar a un par de estudiantes de primer año, ya que no me daban lugar ni dejaban ver nada. Sin embargo... Al instante, me arrepiento.

¿A mí qué carajos me importa si le rompen la cara a Potter?

La respuesta llega con rapidez a mí y es lo que me hace moverme con velocidad, dejando a Juli —quién le pide disculpas a las dos niñas de primero—, para terminar entre el cuerpo Lerman y Potter.

—¿De qué me perdí? —indago, posando mis manos en el pecho de cada uno.

—¡Quítate! —demanda poniendo sus ojos grises sobre mí, el idiota de la clase de química.

—Quítame... —lo reto, ladeando la cabeza y dándole una sonrisa de labios cerrado.

Marcus Lerman deshace el puño en una de sus manos y la posa sobre la mía, no la mueve, no la presiona, no hace nada más que seguirme mirando y mentalmente me maldigo por eso.

Lo que me faltaba.

—¡No la toques! —le ordena el otro idiota que vive en mi casa y de un inesperado movimiento me pone contra su pecho.

No sé qué pasa por la cabeza de Harry, pero sí que pasa por la mía,  por lo que me despego de forma molesta de él, obteniendo una risa llena de burla por parte del hermano de Meghan.

—¿Qué te causa tanta gracia, idiota? —digo, pasando la vista por  la aglomeración que se mantienen a la expectativa, deteniéndome en los 5 chicos que lo respaldan, justo como con Dante.

¿Dónde se mete el director cuando es muy necesario?

Maldita sea.

La estúpida sonrisa se le borra y los pocos que alcanzaron a escuchar emiten un: "Uhhh".

—La disputa no es contigo...

Creo que espera que le diga mi nombre ya que alarga la oración, pero ni está ni en la otra vida va a pasar, no de mis labios. Mis ojos dan con Julietta y sin decirle nada, les da un asentimiento a las dos chicas a su lado y ambas gritan:

—¡EL DIRECTOR!

Con ello, los estudiantes comienzan a dispersarse rápidamente.

Trato de llevarme a Potter, pero aunque haga presión en su brazo derecho, no se mueve ni voltea a verme, ya que toda su atención está en Lerman.

¡Es un imbécil!

Me muero la lengua para no gritarle que si quiere pelear con éste, que lo haga después de la presentación de baile, puesto que, somos sometidos a un examen que muestra la complexión física y por supuesto, que descalifican a quién lleve algún golpe.

Esa fue la razón por la que me moví tan veloz para detener el espectáculo, porque de ser lo contrario, me quedaba a ver quién de los dos daba más golpes, ya que como me dije una vez respecto a Harry, lo que haga o deje de hacer: No me incumbe.

Me aparto de ambos dejando que hagan lo que se les dé la gana, miro a mi alrededor y entre los pocos que quedaron, veo a Issac junto a Dante, Joe, Ryan.

—¿Dónde está Rean? —escuché decir a Juli cuando llego a su lado, me escogí de hombros y quise acomodarme en el césped, pero la exclamación de asombro de todos y el porqué de esta me hace quedarme de pie.

• 3 •

Luke Carrier observa y escucha muy emocionado como su hermana le cuenta el melodrama del área verde. Cuando la rubia termina, los ojos de él se posan en el chico que se mantiene con semblante antipático desde que llegamos del colegio y que se vio obligado a informarles a sus padres que tenían una cita con el rector.

—Entonces... ¿Lo noqueaste de un golpe? —la admiración es clara en el tono de Luke.

Un idiota más, pero nunca uno menos.

Harry cabecea un sí y me levanto cuando los dos empiezan una conversación de la que no me interesa ser partícipe, así que me levanto de ahí y camino hacia la entrada de casa con muchos pensamientos dando vuelta por mi mente.

Tengo tantas cosas en la cabeza, que a veces creo que podría colapsar. Pero la que más me preocupa es que debemos reunirnos con As para plantear como vamos a actuar con este nuevo objetivo.

Déjalo estar.

Trato de minimizar ese pensamiento y solamente logro eso, recalcando que no solamente debo de concentrarme en eso, también hay otras responsabilidades que necesitan de mi atención, como por ejemplo la petición de mamá y la tía Martina.

Están locas.

De eso no tengo una pizca de duda. Aunque más loca estoy yo al aceptar su locura.

—¿Estás bien, Aliss? —la voz de mi mejor amiga, me saca de la cavilaciones y siento el peso de haber omitido las correcciones en mi trabajo matemático.

—Sí, ¿y tú?

Asiente, empujando mi cuerpo para que salgamos y hace que me siente a su lado en los primeros escalones.

—¿Vas a contarme que pasa con Issac? —su pregunta me descolocada, porque no era algo que veía venir y porque no tengo una respuesta para ello.

—No tengo nada que contar sobre él.

—Le gustas, Li —afirma y no puedo evitar reírme porque ha usado nuestro apodo de agente.

—Estás loca, simplemente es un buen amigo.

—Ningún amigo ha intentado regalarme una blusa solo porqué sí —dice en un tono que te hace creer que para eso no hay contradicción, pero falla porque si puedo contradecir ese argumento.

—¿Y el pantalón que te compré solo por qué sí el mes pasado? —le recuerdo—. ¿Yo no soy amiga tuya? ¡Pase toda mi vida creyendo que sí! Li, no seas tonta, Issac no tiene ese tipo de sentimientos por mí, únicamente trato de ser amable.

Carrier suspira como si yo no tuviera remedio y aún si quiere decir algo, no lo hace porque no le doy oportunidad.

—¿Vas a contarme qué pasa con Rean? —Su cara toma un color rosa pastel y cuando abre la boca espero más de lo que sale de ella.

—Nada.

Joder.

—¿Por qué?

—Él de verdad me gusta mucho, pero no estoy lista para darle lo que quiere recibir... —musita con neutralidad.

El verde de sus ojos me trasmite lo que en sus palabras no se refleja: Miedo. Nuevamente quedo en silencio, ya que no sé qué puedo decirle, nunca he estado en una situación así y tampoco he conocido a alguien que sí. Lo único que hago es darle un abrazo que ella acepta y corresponde con gusto.

—Lo lamento, Julietta —digo y para cambiar de tema, le hago saber lo que callé desde hace semanas—. Mis ejercicios pasaron por la vista de Harry para asegurarme que estaba bien, le dio unos retoques y creo que por eso pase la materia, y tú no.

» Lamento eso también.

La rubia no dice nada y tampoco se aparta de mí, simplemente suelta a reír como una demente total.

—¿Estás bien?

—¡Ya lo sabía! —me informa—. Mi madre me dijo que hiciera lo mismo, pero no quise hacerlo... Porque quería que me asignaran un tutor, así que, no hay rencor.

—¿Tutor?

—Sí, el profesor explico que debemos apelar a un tutor para mejorar en la clase —comunica y siento que me está escondiendo algo.

—¿Qué me omites, Julietta del Socorro?

—¡No hay que juzgar!

—¡No lo hago! —nos damos una mirada seria y ella ríe para decir:

—Ayer me enteré de que cierto chico se inscribió para impartir tutorías y pues... —se encoge de hombros como si lo que está diciendo no atentara contra todo lo que se supone que no está dispuesta a dar en este momento.

Cabeceó comprendieron dos cosas:

Julietta Carrier está loca.

Cosa que ya sabía.

Rean Doop, su tutor, está por conocer toda esa locura.

Perfecta Mentirosa © [Completa ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora