C1 | Demasiado tarde

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Correr, correr y correr.

Eso es lo que necesito y lo tengo que hacer. Sin embargo, mis extremidades bajas parecían pegadas a la cerámica de color negro del local. Tome una respiración profunda tratado de que mi cerebro decidiera obligar a mis pies a avanzar.

¡Corre, maldita sea!

No me importo las miradas que recibí, tampoco empujar a una que otra persona. El único pensamiento que ocupaba mi mente era salir de ese maldito lugar. Sabía que había sido una mala idea venir desde un principio, pero la rubia decidió ignorar olímpicamente mi advertencia. Cosa que no es de sorprenderme, porque ella nunca escucha lo que le digo.

Una vez atravesé la salida de emergencia, seguí haciendo lo que mejor sabía hacer: Escabullirme.  Sin voltear a ver atrás, escuche como perseguían mis pasos, quizás a 5 metros de distancia, demasiado cerca todavía. Me quite la hostigosa mascarilla y la hice bola en mis manos,  ya no la necesitaba, el propósito de esta era que no conocieran mi rostro durante el ocio, y eso estaba cumplido.

Tome un pasadizo y salí de ese sitio, ganándole una gran ventaja a mis perseguidores. Sus voces molestas podía escucharse aun detrás de mí, pero no podrán alcanzarme ni volviendo a nacer ¬—y no es solo ego—, estuve estudiando el perímetro de la zona dos semanas antes y trace un buen plan para perderlos antes de que siquiera llegue a casa. Por esa razón, estoy corriendo en sentido contrario a mi hogar.

Aunque sé que tengo ventaja y podría tomarme un descanso, en ningún me detengo, a pesar de que mi respiración se torna pesada y mis muslos queman, mantengo el mismo ritmo unas cuantas cuadras más.

Cada uno de sentidos alterados y la tortura de los músculos de mis piernas e pantorrillas empiezan a subir y a volverse complicada de ignorar, entiendo que ya no puedo avanzar a la misma velocidad, darme cuenta de esto hace que un escalofrió me recorra de pies a cabeza. Siento que no hay suficiente aire para inhalar y que no sopla en ninguna dirección, pero sé que nada de eso no es verdad, porque la noche es calidad y el viento me da de lleno en el rostro. La sensación que experimento es solo mi mente tratando de jugarme una mala pasada.

Puedo contra esto.

Puedo hacer lo que sea.

Y sí, claro que puedo.

Me convenzo al doblar sobre una esquina, detallo ese local en el que planeo esconderme para despistar a los que me siguen. Suelto un suspiro de alivio, llenándome de una inmensa tranquilidad que jamás espere concebir al ver un Walmart.

Una vez dentro del local, me dirijo a la única caja que está abierta a estas horas. Esa que atendida por el chico que conocí hace unos días cuando estaba buscando un lugar donde podría ocultarme hasta que todo se calmará.

Espero que la rubia también esté bien.

— ¡Li! —dice el chico sonriente, su gesto cambia radicalmente cuando nota mi estado—. ¡¿Que carajos?! ¡¿Estás bien?!

Estoy por sacar en un vomito mis pulmones, ¿tú qué crees?

Por supuesto que no voy a decirle eso, el sarcasmo no suele estar presente en el tipo de situación que le explicare, así que pongo una mano en mi pecho tratando de controlar mi agitación. El chico de cabello rojizo y ojos cafés –llamado West Park– espera una respuesta, sus facciones son finas y sus cejas pobladas, están fruncidas con preocupación.

Cuando estoy casi segura de que puedo hablar sin desmayarme, lo contemplo unos minutos sin revelar nada. Esto sirve para brindarle un poco de drama al asunto y hacerlo más creíble.

—Tra... —inhale aire y exhalo—. Trataron... ¡Trataron de robarme!

En cuanto pronuncio eso, él se acerca rápidamente a mí.

— ¡¿Qué?! ¿Estás bien? —le asiento, pero no parece muy convencido. Hace que empieza con un escaneo completo de mí—. ¿En dónde? ¿Recuerdas sus rostros? ¿Qué andas haciendo sola a estas horas? ¡Carajo! ¡Debemos que llamar a la policía!

— ¡No! —suelto de inmediato, lo que ocasiona que me observe con confusión—. Lo dejare así, ya pasó, West. Seguramente los tipos ya se fueron… No quiero que la policía venga a perder su valioso tiempo.

—Pero... —niego y le doy una sonrisa que busca tranquilizarlo, al tiempo que libero mi cabello de la coleta en que lo había colocado. Eso es suficiente para que baje la guardia—. ¿De verdad, estás bien? ¿Quieres algo?

—No te preocupes, ¿vale? Solo intentaron robarme, pero escape… Quiero una botella de agua, estoy algo sedienta… —digo en un tono dócil y sereno.

—Bien, ¿quieres que te acompañe a buscarla?

Nuevamente vuelvo a darle un asentimiento y segundos después estamos en la sección de bebidas. Con solo ver el agua a través de vidrio me dan ganas de llorar, abro y saco dos botellas de litro.

—Gracias... —susurre.

—No hay de qué —sonríe pero es un gesto lleno de incertidumbre—. ¿No te golpearon… o algo peor?

—No.

Le devolví la sonrisa. Es un chico bonito y bastante amigable. Me gustaría conocerlo a profundidad, pero esta es la última vez que le veré. 

—Tuviste suerte.

—Sí, mucha suerte.

Regresamos a la caja en silencio. West inicia a hacer un arqueo de lo que vendió hasta el momento. Y estaba, por sacar mi teléfono para mirar la hora y marcarle a Julietta, pero recuerde que eso va con el perfil que estoy usando. Así que decidí optar por ir a traer otra botella de agua.

El camino a casa es largo y hay que estar preparada.

—Lo mejor sería irme ya, mis padres deben de estar preocupados —musite al sacando dinero de mi bolsillo trasero izquierdo para pagar por el agua.

Él lo agarra sin mirarle y cuando lo hace, me cuestiona.

— ¿Qué tipo de ladrones no te quita el dinero?

—Quizás eran novatos —me encogí de hombros restando importancia—. Doy gracias que no me mataron y dejaron en un cauce.

—Cierto, mejor hay que dar gracias —acepta. Despega el recibo y me lo extiende con el cambio.

—Quédatelo… No lo necesito, mi casa queda a unas cuantas cuadras —le tranquilizo y por unos segundos duda pero al final asiente creyendo en mí.

Si supiera.

—Vale, ¿deseas algo más?

Hago como que pienso, pero ya sé lo que le pediré, desde hace días lo planeé.

—Sí, ¿podrías sacarme por la puerta de emergencias?

West me queda viendo raro como si no terminase de entender el tipo de chica que tiene enfrente. No obstante, no pregunta y eso me da la impresión de que es un chico inteligente, con un ademán me lleva hacia donde le pido, ya en el sitio le pregunto:

— ¿Qué hora es?

—Tres y media, ¿quieres que te acompañe a tú casa? —se ofrece.

Me encantaría, pero estoy segura que a mi padre no tanto.

—Gracias, pero no —elevo los bordes de mi boca por inercia y empiezo a alejarme. A un par de pasos, me giró y levanto mi mano. El chico aún está en la puerta observándome, como si supiera que nunca más en la vida volvernos a encontrarnos—. ¡Nos vemos otro día, West!

— ¡Igualmente, Li! ¡Cuídate!

Continué mi caminó y no es hasta unas dos cuadras que nuevamente volteo, ya no está y un suspiro de alegría sale de mí. Dejo de lado el andar despreocupado y empezar a correr con soltura. La hora se repite una y otra vez en mi mente.

¡Mierda, mis padres me mataran!

Corro como si mi vida dependiera de ello –lo que es la verdad–, mi vida depende de que llegué con bien a casa y que nadie se entere de que salí en medio de la noche sin permiso. Mientras sigo andando miro en todas las direcciones, porque de repente siento como si alguien estuviera siguiéndome el paso.

Me detengo, hago otro escaneo en el área, pero no logro ver nada. Todas las viviendas están con las luces apagadas, ni un alma en las calles, arbustos sospechosos, un callejón oscuro... Y no puedo evitar pensar que es el lugar perfecto para que un asesino me maté, sin embargo el maldito aparato que llevo dentro de mi chaqueta empieza a vibrar, cuando leo el nombre de la pantalla mi corazón pasa de miedoso¬¬—asustado a irritado—estresado.

Descuelgo la llamada y empiezo a moverme nuevamente.

—¡¿Por qué no me contestabas?!—por el auricular traspasa la voz agitada de Julietta Carrier, mi mejor amiga—. ¡Casi me toman! ¡Malditos perros! ¡¿Estás bien?!

—¿Por qué jodido gritas? —sermoneo—. Voy hacia a casa. Estoy bien, algo cansada, pero bien, ¿tú?

Su carcajada hace que me duelan los oídos.

—Te dije que tu evacuación estaba muy lejos… Corrí menos —agrega con orgullo—. Y también estoy bien, algo agitada, pero bien. Estoy por llegar a casa. Espero que mis padres estén profundamente dormidos… ¡Tengo que subir por el puto árbol! ¡Si me jodo algún hueso me las pagarás Helman!

—Carrier, no seas dramática, yo también escalaré hasta mi habitación —le recuerdo.

—Como sea, me envías un mensaje al estar en casa, ¿vale? —se despide.

—Vale.

. . .

Media hora más tarde, estoy llegando a mi calle.

El consuelo es inmediato en todo mí ser. Reduzco la velocidad de mis pasos y detallo la casa en la que vivo. Observo su oscuridad, las luces están completamente apagadas, probablemente mis padres ya estén dormidos. La escalera que dejé camuflada entre los arbustos, sirve para subir hasta mi ventana, y el aire frío se filtra por la misma.

Cuando mis pies tocan el piso de mi cuarto, escuchó unos pasos conocidos, y tengo la intención de lanzarme a la cama y meterme de lleno en mis cobijas para fingir dormir, pero solamente se queda en una simple intención. Menos de un metro me separa de la cama, visto de negro, llevo una gorra y tengo puesto botines de estilo militar, no hay manera de quitarme los dos últimos objetos porque la puerta se abre y el primero de mis miedos desde que empecé a escabullirme, sucede.

Demasiado tarde para mí.

El cabello castaño de mamá en lo primero que observo, vestida con su pijama me da la bienvenida y en esta ocasión no es agradable. En sus finas facciones se detonaba algo que me oprime desde adentro. El rostro de mi madre es el vivo retrato de una montaña rusa emocional; miedo, alegría, molestia y sorpresa. Sus ojos azules están cubiertos por una delgada capa de lágrimas, dejando muy en claro lo que ha estado haciendo en mi ausencia: ¡Mamá paso llorando por mi culpa!

Otra vez.

— ¡¿Dónde estabas, Aliss?! —lo que dice es mitad grito y mitad sollozo—. ¡¿Tienes idea de lo preocupados qué nos encontramos por ti?! ¡¿Qué haces afuera a estas horas?! ¡¿Por qué no nos dijiste a dónde ibas o mejor aún, por qué no pedisteis permiso?! ¡¿Háblame?!

—Ma...Yo...

— ¡¿Qué?! —cuestiona al borde del llanto.

Desvíe la mirada con pena, no podía decirle de que lugar venia, mucho menos el por qué. Tenía que inventar algo. Una mentira buena e ingeniosa.

—Alisson… —la voz de Lucas Helman se oye en el pasillo, dos segundos tengo para prepararme para ver a mi padre, mis ojos lo enfocaron detrás de mamá, abrazándole y brindándole apoyo—. Tranquila, no llores más, ella ya está aquí… Gracias al Cielo está bien.

La culpa me cubrió, mi mirada se nublo y contuve mis ganas de vomitar.

—Lo siento, mamá… —mi voz fue baja.

Puede que si ellos no estuvieran tan centrados en mí ni siquiera se habrían enterado de que hable. Me acerque a pasos lentos a ambos con miedo a algún rechazó, pero ¿cuándo ellos me han rechazado? Nunca, nunca lo han hecho y estoy segura de que jamás lo harán.

Y saberlo duele.

—Aliss... —susurró mi madre y después me atrajo a su pecho. En un abrazo cálido, un abrazo grande que estaba conformado por los tres, uno que no sabía que necesitaba.

—No volveré hacerles esto —pronuncié y en respuesta me apretaron más—. Perdóneme, no los merezco… —dije en medio de un sollozo se me escapó. ¿En qué momento empecé llorar? —. ¿Me perdonarán?

—Mi amor, por supuesto que si —contestó mamá controlando sus lágrimas—. Pero no vuelvas a hacerlo, por favor.

Asentí, odiándome a mí misma por mentirle.

— ¿Papá?

—Claro que si —respondió con la voz sumamente ronca—. Pero mañana hablaremos de todo esto, ¿vale?

Volví asentir, pero una parte de mí no quería que ese mañana llegará, porque solo significaba añadiría más secretos a mi larga lista.

Perfecta Mentirosa © [Completa ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora