Capítulo 8: Luna Llena

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Su cuerpo se estremeció al recordar su experiencia traumática de muerte, el frío que le recorrió seguido del vacío en sus entrañas, el no poder ver más allá de la oscuridad y la soledad; no hubo una ascensión a la tierra de los cielos o una caída a la infratierra, solo la nada infinita y la no existencia.

Morir era desaparecer

Sin embargo, esa desesperación que la embriago por una aparente eternidad desapareció con la presencia de dolor y ardor, acompañada de un fuerte grito y terror cuando despertó de nuevo en la oscuridad, una oscuridad que sofocaba y le impedía moverse. Se encontró a sí misma atrapada dentro de cuatro pequeñas y asfixiantes paredes. Grito y golpeó clamando por ayuda, la desesperación la hizo hiperventilarse y nublar su visión; el terror la mantenía en su dominio.

Solo hasta escuchar pasos cerca seguido de un forcejeo y la visualización de la luz de un farolillo fue suficiente para hacerla saltar, ignorando todo su dolor, en dirección del propietario de aquella luz en las penumbras.

Un hombre de buen ver, cuyo traje pulcro y elegante se arrugó ante la fuerza de la mujer que ahora lo aprisionaba en un incómodo abrazo, temblando y llorando sin control.

No mediaron palabra alguna, el caballero simplemente la aprisiono en sus brazos, frotando su espalda para brindarle calma, para posteriormente subirla junto a él en un caballo y partir del lugar.

El miedo la había hecho desmayarse, regresando a las tinieblas donde lucho por escapar hasta abrir de nuevo los ojos, encontrándose en una impecable habitación blanca sin ventanas, recostada en una amplia y cómoda cama en la cual, desde una de las esquinas, su salvador le observaba con rostro sereno, compartiendo una pequeña sonrisa al notarle despierta.

- ¿Quién eres? -fueron las primeras palabras emitidas por la confusa y temerosa mujer

El varón se levantó de la cama, permitiendo notar, a través de la poca luz de unos candelabros con velas encendidas, su porte y apariencia. Una camisa blanca con cuello volante por debajo de un chaleco color escarlata con uniones doradas, pantalones oscuros y pulcros zapatos formales del mismo color.

- No temas, puedes llamarme Benaff -se presentó a sí mismo, haciendo una corta reverencia que permitió apreciar su cabellera azabache y rizada.

- ¿Dónde estoy?, ¿Qué sucedió? -sus incógnitas fueron expuestas como una cascada indetenible, ante lo cual Benaff se mostró sereno y calmo.

- Obtendrás todas las respuestas que necesites, por el momento debes seguir descansando -el hombre se alejo de la cama, tomando camino en dirección a la única puerta visible- Ya estas a salvo.

Aquello no logro calmarla, por contrario, incremento su nerviosismo, temor e impaciencia.

Tal y como Benaff lo había dicho, durante los días siguientes respondió a cada una de sus preguntas, revelándole que se encontraban su hogar, una modesta mansión construida entre las montañas del paso de Arkanto en Vrently del Norte, un lugar alejado en demasía de su pueblo originario.
Se tomó el tiempo de explicarle que fue él quien la encontró entre los escombros de un colapsado templo abandonado y que no dudo en ayudarla al notar que aún se mantenía con vida.

- ¿Qué sucedió con el resto?, éramos más personas allí atrapadas ¿Y la gente del pueblo?

Ante cada revelación más incógnitas se formaba, ¿Por qué un extraño le había salvado y no sus padres?, ¿Por qué Geráki no la busco? Pensamientos y sentimientos de tristeza la invadieron durante los días venideros. Para su alivio, Benaff le había permitido tener su propio espacio de sanación, manteniéndose fiel a sus palabras de seguridad, proveyendo alimentos, telas, respuestas y otros elementos que la mujer mostraba necesitar.

Lands Of DreximDonde viven las historias. Descúbrelo ahora