Capítulo 41: Lordem

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Todo lo que podía salir mal, resultó siendo una desagradable realidad. Años de trabajar bajo las sombras, jactándose de actuar bajo la "estricta y omnipresente" visión de los autoproclamados seres superiores sin ser detenido o siquiera advertido en sus actos, controlando y manipulando a su conveniencia a todos aquellos seres inferiores que habían recibido el beneficio de permanecer en aquel plano, mientras él y los suyos enfrentaron la injusta condena de ser enviados y contenidos dentro de aquella zona de la ruina y perdición; para terminar de nuevo en el punto de partida.

Una burla que no se encontraba dispuesto a tolerar.

Obligado a atravesar por aquella puerta que debiera ser símbolo de su supremacía y oportunidad de cobrar venganza contra todos los ingratos que los enviaron al exilio, su cólera se convertía en combustible y alimento de sus llamaradas de fuego destructor.

Conservando su apariencia de neblina, manteniendo la contención de su víctima, atravesó con toda prisa por aquel cielo infernal, sorteando las hordas de otros coléricos exiliados que intentaron canalizar su enfado en contra suya, cayendo presas de la muerte inminente tan pronto osaron intervenir en su camino.

Simplemente seres inconscientes con los que no valía la pena perder el tiempo.

Sin detener su viaje, logró llegar sin más distractores hasta una de las laderas de la alta montaña que se apreciaba desde la distancia, liberando finalmente a su carga, quien no perdiera el tiempo en soltar sus desagradables arcadas secuenciadas del vomito del humo toxico que adquirió al respirar mientras se encontró cautiva de aquella neblina.

— Predecible —Se mofó del estado lamentable de aquella mujer que, momentos antes, se había proclamado como quién le daría muerte.

No interviniendo en los actos desagradables de la contraria, apresuró a recorrer con la mirada los alrededores hasta encontrar el sitio exacto donde había ocultado antes su posesión más valiosa.

Rápidamente llevó su intangible figura hasta una zona protegida por grandes rocas de apariencia picuda, atravesando por ella sin mayor problema hasta perderse de la agobiada vista de la cazadora que luchaba por recuperar el control sobre si misma, lidiando con aquellas desagradables náuseas y aturdimiento de sentidos.

La tierra bajo suya se estremeció, sacudiendo por completo la montaña misma y generando con ello fuertes y destructivos derrumbes y deslaves de tierra que amenazaron con sepultarla viva si no escapaba de aquellas zonas.

Los temblores y desastres fueron detenidos al momento del gran estruendo de una explosión cuya zona de origen sería aquella donde el Lordem se había adentrado, eliminando por completo la presencia de los bloqueos para abrir paso a una figura de porte imponente, estatura superior a los dos metros, piel escamosa color órcela con pigmentos dorados que permitía divisar la presencia de dos pares de grandes brazos, equipados con grandes garras color ónix. En su espalda se asomaba una triada de alas de apariencia demoniaca, equipadas con gruesas y numerosas púas del mismo color de sus garras. Su torso, descubierto, dejaba al expuesto un par de brillantes e hipnotizantes ojos de profundo color escarlata. Piernas largas y de grosor imponente, reflejo de la fuerza y peligrosidad que rodeaba todo su ser.

— No más contenedores basura —Exclamo con mofa, estirando sus extremidades con aparente gozo, permitiéndose el hacer crujir su cuello.

De su extraño y atemorizante aspecto, su rostro incompleto sería el mayor detonante.

Cabeza descubierta de cabello, provista de cuatro pares de cuernos con puntas llameantes que brindaban una apariencia de corona sobre la zona, ojos cargados de la más densa oscuridad con pequeños brillos blanquecinos, sin posibilidad de apreciar una nariz o boca en aquel rostro infernal, un aspecto que no revelaba ser impedimento para escuchar su estridente voz.

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