Capítulo 25: Nunca Es Tarde

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El día había resultado ser un necesitado cambio de ambiente y liberación de tensiones para todos.

Vipmon termino demostrando en los pequeños combates de energía su gran progreso en el desarrollo de sus habilidades elementales y dominio con el elemento viento, forjando una pequeña criatura de cuerpo de madera con apariencia de zorro  que era capaz de canalizar su control en los hechizos de atributo viento. Reconoció y aprendió de las tácticas de combate y defensa de los otros usuarios de magia, sin embargo, el también los sorprendió utilizando movimientos de batalla con su pequeño ser que habían sido aprendidas de sus entrenamientos con la cazadora, así como posturas de defensa y contraataque que había adoptado de la habitante del mar.

Su emoción por el juego y mejora le permitió llegar hasta las finales, sin embargo terminó por encontrar la derrota ante un anciano tritón cuya criatura de roca, con apariencia de oso, le  resultó imposible de derribar y vencer. Aún con la sensación de tristeza por la derrota, el sentimiento de felicidad se mantuvo presente en todo momento, llevándole a una reflexión y agradecimiento para con el Enercante que lo había acogido como su pupilo y le instruyó en el verdadero arte del control y manejo de las corrientes de energía.

Terminado el torneo, ya muy pasada la noche y próxima llegada del amanecer, se realizó una pequeña celebración para todos los participantes y la entrega de premios a los primeros lugares, artículos canalizadores de energía elaborados con materiales complejos, algo que, de no ser por sus prácticas y útiles nudilleras, hubiera apreciado como objetos de la más alta calidad.

Recordó con gracia su sorpresa al notar la ya tarde hora que era, y sólo una vez fuera de su emoción todo el cansancio acumulado por su cuerpo le ordenó buscar sitio donde descansar, claro está, que antes de ello se dio a la tarea de buscar a sus compañeros de equipo, no teniendo gran dificultad para encontrar a la pareja de cazadores quienes se encontrasen en una mesa exterior, cerca de lo que aún era una pista de baile en la que rostros alegres, sonrojados e intoxicados por alcohol continuase luchando por bailar.

Desde su posición, no hizo falta acercarse más para corroborar que la pareja se encontraba en una burbuja de "momento especial". Ambos se notaban relajados y conversando con calma. Geráki mostraba un notorio cansancio y grandes deseos por caer rendido al sueño, sin embargo, su imborrable sonrisa y mirada atenta para con la extrañamente serena pelirroja lograba hacer pasado inadvertido su estado, por su parte, Kia había admitido, muy a su pesar, el haber logrado desquitar parte de su furia, descontento y ansiedad durante su largo rato de baile, terminando por aceptar la calma del momento para refugiarse de los males del mundo en aquel estado de paz.

Observarles de aquella manera, tan calmada y alegre, le motivo a sonreír sutilmente. Lo poco que había conocido sobre Geráki le brindaba la seguridad para afirmar que era justo la persona indicada para permanecer con la cazadora, como guía, apoyo y pilar de crecimiento. Durante su travesía con la cazadora aprendió a reconocer su carácter firme y casi inquebrantable, así como su temple y carácter obstinado cuando una idea se forjaba en su mente; una mujer de apariencia fuerte pero egoísta con sus penas, quien se negara a pedir por voz propia la ayuda que realmente necesitaba.
Con el pasar del tiempo, su visión de ella como una tirana, salvaje y demandante mujer fue transformada por la visión de una aliada, una persona de alta confianza por quien, aseguraba él, se adentraría a las más grandes hogueras y desgracias, alguien cuyas tragedias empatizaban con las propias.

Optó por no interferir en aquel espacio seguro, considerando que su presencia sería el alfiler que diera ruptura a tan agradable vista.

Sus pensamientos más oscuros comenzaron a remover y alterar sus sentimientos de envidia, llevándole a juzgarse a sí mismo como alguien que se encontraba destinado a la soledad, cuyo único consuelo, temporal, se encontraría en aquel peculiar grupo al que podía declarar, con la frente en alto, que pertenecía. Sin embargo, aún con aquella compañía, los sentimientos de soledad solían dejar estragos por su mente, algo que, para su sorpresa, Brell le reveló en uno de sus entrenamientos.

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