Capítulo 32: Grito de Guerra

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Sus ojos, aun hipnotizados y encerrados en la negación, miraban aquel palacio, el cual, había perdido toda su imagen de gloria, mostrándose como un edificio atacado por las grietas y derrumbes, luciendo decadente y convirtiéndose en la tumba y cementerio para todos aquellos infortunados que osaron atreverse a acercarse, así como aquellos en su interior cuya vida, desconocidamente, fue arrebatada. Bajo el mismo impulso primitivo e incontrolable, su mirada viajaba por momentos a la enorme grieta que atravesaba la ciudadela, ocasionando el derrumbe de edificios colindantes y que a mas de uno había devorado. Aquella grieta de la que había emergido la gigantesca y enigmática puerta rojiza de piedra ígnea que se hallaba cerrada, protegida por los nacientes ejércitos de renacidos, hechiceros esqueleto y criaturas de aspecto desagradable e intimidante tamaño.

Su cuerpo se mantenía inmóvil, expectante de lo que sus ojos se negaban a dejar de observar, convirtiéndole en un inerte ser más dentro del grupo de confundidos e hipnotizados guerreros, viajeros, comerciantes y habitantes que se mostraban de la misma manera. Incapaces de realizar movimiento alguno, cautivos de sus propias mentalidades bloqueadas e instintos dormidos que no prevenían el peligro que se aproximaba a ellos.

Algunos pocos dentro de aquella marea inerte de espectadores recuperaron momentáneamente sus sentidos al advertir una presencia móvil cerca suya, cambiando su atención para dirigirla en dirección de aquel bajo ser que caminaba, con paso lento, encorvado, cojo y tortuoso, avanzando en una dirección desconocida. Algunos mantenían la vigilancia en su trayecto, observándole sin lograr emitir palabra, sonido o gesto alguno. Otros más, aquellos mas cercanos a su paso, se movían para dar apertura al camino, evitando ser un impedimento de su difícil andar, terminando por unirse, inadvertidamente, al grupo de observadores inertes.

Paso tras paso, lidiando con aquella cojera y escape de sangre, aquel líquido vital que se filtraba por las múltiples heridas, que tintaba el suelo a sus pies con aquel peculiar tono rosado, la mujer de aletas, con ahora ambos brazos al descubierto, mostrando uno de ellos desagradablemente dañado y tembloroso mientras el contrario, en mejor apariencia, aprisionaba un objeto metálico difícil de identificar, se abría camino para continuar su difícil avanzar. Manteniendo la mirada baja y cubierta por su flequillo ligeramente crecido, sin emitir palabra o sonido alguno que no fueran sus propias pisadas, avanzaba dentro de la marea de espectadores hasta lograr reconocer una presencia familiar, aquella que, desde minutos atrás, había intentado localizar sin mucho éxito.

Los sentidos de Géraki parecieron despertar al sentir un tirón en su mano izquierda, llevándole a finalmente lograr apartar la vista del palacio y la puerta para divisar el origen de aquella perturbación, encontrándose, para su sorpresa y desconcierto, con una pequeña mano herida y cubierta de un peculiar liquido color rosa que le sostenía, con agarre tembloroso pero firme, de la manga de su atuendo.
Siguiendo la extensión de aquel miembro logro conectar con su propietario, alarmándose al reconocer aquel estado herido de la habitante del mar que mantenía su mirada gacha

— ¿Nerédin? —Escéptico de sus propios sentidos, necesitó escuchar una confirmación de que aquella mujer, en ese estado al borde de la muerte, era realmente la habitante de los mares que conocía y no una ilusión.

La aludida no respondió, manteniendo su intento de agarre firme en la manga del varón, esforzándose por lograr que este extendiera su mano a ella, lográndolo luego de un par de intentos para entregarle aquel objeto que había mantenido aprisionado en su mano contraria.

Géraki miró con atención, aunque sin comprender, aquella tiara de bordes despintados, que brillaban con color metálico, que ahora reposaba en su mano.

— Ve con ellos —Logró murmurar la mujer, revelando una voz forzada, cansada y doliente. Su mano libre se encargo de cerrar el agarre de la mano del varón, reafirmando que mantendría consigo aquella tiara

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