Capítulo 37: Una oportunidad

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Su expresión de terror e incredulidad reflejaba su completo estado de estupor, negado a creer que su poderosa barrera, que había logrado mantener cautivo a los residentes y visitantes sin que fueran conscientes de ello, debilitar en gran cantidad a un ser de energía como el Enercante y mantener la ilusión de no estar presente para evitar el llamado de alerta de los Celestiales, a quienes también había mantenido alejados con su prohibición de comunas religiosas a la ciudadela, fuera destruida por causa de una fuente de energía desconocida de gran magnitud.

Con su barrera destruida, la presencia de los celestiales fue inmediatamente percibida, un gran numero de ellos cuyas presencias, aun no visibles desde su sitio, eran imponentes.

Aquellos que juraron no intervenir se hacían presentes.

Pero aquello no sería indicio de su derrota.

Se libero de su propia aflicción, ignorando por completo la presencia quejumbrosa del Enercante quien, con respiración acelerada y difícil, se esforzaba por mantenerse consciente, procesando lo que sucedía con su cuerpo y como este ya no era capaz de cambiar a su voluntad. Un gran porcentaje de sus poderes había desaparecido en un doloroso, y angustiante, santiamén.

Fiavaron llegó hasta el protegido espacio donde su creación se mantenía suspendida, enfrentando nuevas angustias al notar que el proceso de canalización se había interrumpido sin su mandato. Extendió sus manos y comenzó a conjurar nuevos hechizos para recuperar el tiempo perdido, notando como las marcas de renacimiento brillaban en tonalidades blancas a la par de que el cuerpo comenzaba a moverse por cuenta propia, pequeños y sutiles espasmos que eran secuenciados por un lento y sereno respirar.

Sin deber fragmentar más su poder entre la barrera, la puerta y luchar, su concentración en concluir su labor era absoluta, no importándole acabar con sus propias reservas de energía.

Había esperado durante tortuosos largos años por aquel momento que no permitiría que se lo arrebatara nada en el mundo.

Los ojos del nuevo ser temblaron durante unos segundos hasta lograr ser abiertos, reflejando una mirada vacía que adopto un cristalino color miel, junto a un cabello oscuro que se rizó y tornó casi rojiza.

Arkan regresaba a la vida.

Sin alterar su esfuerzo, la mano derecha alcanzó la mejilla del nuevo contenedor de su pequeño, quien comenzará a emitir amargas lágrimas de tristeza.

— Todo estará bien, mi pequeño —Intentó calmar el maestre de magia, embriagándose de inmensa felicidad y orgullo cuando las marcas terminaron por dominar el cuerpo completo del anfitrión.

Su semblante decayó cuando los ojos de Arkan comenzaron a cerrarse y el color a desvanecerse de su cuerpo.

— ¡Arkan! —Llamó con desespero, regresando su mano a la par de la opuesta, luchando por encontrar que obstaculizaba su trabajo.

Las marcas del cuerpo, alguna vez blanquecinas, adoptaron un fuerte tono naranjo hasta tornarse oscuras y mostrarse como grietas que comenzaron a desquebrajar el contenedor, destellando en el centro del pecho una única luz naranja, que pareciera latir.

Un destello logró cejar al maestre de magia el tiempo suficiente para no lograr esquivar el fuerte puño a mano armada que impactó contra su rostro, enviándolo varios metros lejos.

Los ojos de Brell lo habían presenciado todo, de aquel destello proveniente del cuerpo creado un brazo con nudilleras había escapado, arrastrando consigo el resto del cuerpo de su portador quien no se detuviera en ese primer ataque, emprendiendo carrera para abalanzarse contra el aturdido maestre para continuar su ronda de fuertes golpes al rostro y toda parte del cuerpo a la que tuviera acceso, emitiendo gritos de desesperación y gran furia.

Lands Of DreximDonde viven las historias. Descúbrelo ahora