Capítulo 36: Barrera

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Los estragos de la colisión de las fuerzas de ataque mágico entre los dos usuarios de magia sacudieron con fuerza lo que quedaba de la estructura de aquel palacio, grietas profundas que perforaron el suelo, pasillos y habitaciones que sucumbieron ante los retumbares, escombros que en más de una ocasión amenazaron con asesinarles, aun con el escenario en decadencia, la atención de ambos se mantenía en predecir, evitar y contraatacar los ataques del contrario.

Ambos se mostraban agotados pero firmes en mantener aquel bélico encuentro que solo culminaría con el desaparecer del enemigo. Fiavaron empleaba su ingenio para mantener los ataques y protegerse a sí mismo y el futuro contenedor de Arkan, creando cada vez un mayor número de canales de control y dirección de su energía, proteger, atacar, defenderse y preservar la barrera resultaba altamente desgastante, imposibilitando la ejecución de cualquier hechizo de alto nivel como la estrella que había conjurado antes, misma de la que aún no lograba recuperar del todo la cantidad de energía empleada. Por su parte, la situación se encontraba similar para el Enercante quien, limitado de sobremanera por la presencia de aquella barrera de contención de la que no era capaz de eliminar, se encontraba en la necesidad de evitar su táctica de recurrir a los cambios de apariencia, conservando su aspecto humano y emplear, en cambio, aquel flujo de energía para incrementar la fuerza en sus ataques.

Ataques elementalistas chocaron de nueva cuenta, feroces ventiscas con lanzas de hielo en contra de los tornados de fuego cargados de proyectiles de roca volcánica. Ráfagas de rayos y relámpagos que fueron redirigidos por látigos de agua para afectar al enemigo, transformación del espacio mismo por armas mortales que fueron velozmente esquivados. Estruendos y grandes ondas de energía explosiva en resultado del choque de energías de luz y oscuridad.

Un gran destello que lo consumió todo por unos segundos antes de arrojarlos a ambos en direcciones contrarias, revelando sus estados de agitación y daño. Gabardinas con notoria evidencia de desgaste al emplearse como armaduras de protección, cuerpos temblorosos de respiración agitada y miradas de inquebrantable voluntad que gritaban no detenerse hasta lograr su cometido.

Hacía ya varios minutos antes que Brell había notado el interés de Fiavaron por proteger aquel cuerpo que permanecía suspendido en un espacio, aparentemente, fuera del plano donde ambos luchaban. Al direccionar un ataque en aquella dirección comprobó que el instinto del maestre de magia se accionaba, deteniendo sus ataques para crear barreras de protección. Prefería crear barreras para evitar los daños que directamente transportarlo a otra zona lejos del peligro.

Intentó de nueva cuenta atacar el cuerpo, emitiendo un primer ataque de proyectiles de roca volcánica ígnea, que Fiavaron contraataco con sus gélidas habilidades, a la par de emplear sus látigos de agua para hacer contacto, viéndose impedido cuando el de gabardina plateada, a expensas de recibir un fuerte daño físico, se encargó de crear un muro de hielo grueso que logró impedir el contacto.
No se contuvo con su ataque detenido, tomando la ventaja de emprender veloz carrera para llegar hasta la zona, no ocultando su sorpresa cuando el mismísimo maestre de magia le enfrento con puños preparados, comenzando una nueva batalla, ahora a corta distancia donde fuertes puños de carga eléctrica intentaban eliminar al combatiente de gabardina rosa.

— No has olvidado el entrenamiento —Externó al momento de comenzar una lucha de fuerzas físicas con el impacto de su puño con viento gélido contra el electrizante del maestre.

El aludido no respondió, manteniendo su concentración en mantener aquella fuerza hasta lograr alejar al de gabardina rosa, permitiéndose mirar de soslayo el cuerpo dormido cuyas marcas de transición a la vida demostraban un lento avanzar. Aquel combate era solo un retraso y factor de riesgo para su cometido, debía terminar con ello cuanto antes.

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