Capítulo 45: Bonanza

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La confusión y el temor serían los dominantes dentro de aquella esfera ahora rodeada y custodiada por la imponente presencia de sombras que danzaban a su alrededor, cegando la visión a otra cosa que no fueran aquellas luces grises que lograban generar mareo y desconcierto.

Vipmon se mantenía firme, pese a la alarmante y cada vez mayor sensación de desfallecimiento y derrota, por ejercer control y salvación en aquella esfera agrietada y al borde del colapso. Odiándose a si mismo por, momentos antes, haber deseado con todas sus fuerzas la destrucción de aquella protección. Sus manos, temblorosas, quemaban y ardían con gran tortura, la energía que había conseguido enlazar sería débil pero no por ello segura, una corriente errática que le dañaba en gran medida, llevándolo a revivir aquellos dolores y pesares del pasado cuando su control de la energía dependía de gemas; su único alivio sería la banda sobre su cabeza, misma que, también comenzando a mostrar grietas, absorbía la mayor parte de su dolor.

Kia se esforzaba por buscar, dentro de ese ciclón de luces y sombras, la presencia de Nerédin, misma que había perdido después de toda la conmoción y su actual situación de vigilancia perpetua; se negaría a creer que la mujer había perecido ya.

— No lo creas hasta no ver el cuerpo —Se repetía a si misma en bajos murmullos, manteniendo la esperanza de divisar aquella cabellera gris dentro del espiral de destellos.

El único aparente alivio que fueron capaces de considerar fue la distancia que mantenían los seres con ellos, simplemente rodeándolos y recorriendo sus alrededores, como cazadores en asecho y contención de su presa. Con sus movimientos cíclicos, habían logrado mantener en estabilidad de esfera de energía, impidiendo su ascenso, descenso o movimiento en general, dejando a los cautivos en un espacio suspendido en la completa nada.

— Kia —Llamó con urgencia el varón, viéndose a si mismo llegando al limite total de su fuerza y soporte— Me muero

La aludida apartó la mirada y atención de la zona donde observaba para centrarla en el varón de apariencia temblorosa que se había permitido caer sobre sus rodillas, manteniendo, con esfuerzo y temblor, sus manos erguidas para conservar la estabilidad de la contención de protección.

— No digas estupideces —Intentó reprochar, disimulando el verdadero temor que rodeaban su cuerpo— Saldremos de esta, todos juntos.

Sus manos se unieron a las de Vipmon, funcionando como pilares de apoyo para evitar que el varón bajará sus manos; no le permitiría rendirse después de haber llegado tan lejos.

— Hemos enfrentado una fuerte lucha, solo debes resistir un poco más —Aquellas palabras de aliento fueron también para si misma, cada respiración era una tortura en su cuerpo y el esfuerzo por mantenerse consciente eran solo uso de los rastros de su fortaleza; había llegado a su límite desde antes, pero se negaba a derrumbarse.

— Siento mucho frio —La voz del varón era cada vez más baja y débil, su cuerpo mismo contrastaba en tonos pálidos dentro de aquella penumbra, brindándole un aspecto enfermizo.

La castaña no respondió, optando por morder sus propios labios y contener el fuerte deseo de llanto al observar el rostro desfalleciente del usuario de magia, tembloroso y con anhelo de poder descansar. Sus ojos se humedecieron, anunciando un silencioso llanto que le fue imposible evitar.

Su lucha no podía terminar de aquella manera.

Había logrado cosas inimaginables, viajado por diversos lugares, aprendido a trabajar como un equipo y a mejorar sus habilidades, enfrentando luchas formidables, escapado de la muerte, explorado la infratierra; ¡vencido a un Lordem demencial que les había jodido la vida!

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