Capítulo 33: Hecatombe

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Aquella visión ante sus ojos, secuenciada a extraños y cálidos sentimientos de calma, ligereza y paz afligían por completo su memoria, generando un conflicto entre sus recuerdos de su primer encuentro con la muerte, donde experimentó los más indescriptibles dolores, miedos y desesperaciones que le supieron eternos hasta su angustia del despertar dentro de aquel féretro, con su actual estado de apacible tranquilidad, no mostrándose afectada al divisar la aparente fila de seres pertenecientes a distintas razas, hombres, mujeres, ancianos e infantes, que permanecían sentados sobre aquel plano suelo de tierra, portando sobre sus cuerpos túnicas viejas y desgastadas que alguna vez fueron blancas.

Ni siquiera logró inquietarse al notarlos con rostros apáticos que se mantenían fijos en el suelo, o padecer algún sentimiento coherente al notar aquellas largas y gruesas cadenas que, unidos a grilletes, los mantenían a todos atados y unidos en formación lineal.

Al mirar su propio aspecto, notó en si misma aquella túnica de aspecto descuidado, la cual revelaba sus piernas desnudas y pies que eran incapaces de sentir la tierra debajo de ellos. Observó sus manos, encontrando los mismos grilletes que en los demás, sin embargo, las cadenas se extendían sin aparente final por todo el suelo hasta un punto que sus ojos no fueron capaces de encontrar.

Tomó una de ellas e intentó tirar de ella para atraer el resto de la cadena, cosa que no fue capaz de concretar al encontrar sus músculos impedidos de fuerza.

Suspiró con desgano, mirando una vez más a aquella fila de la que no formaba parte, intentando encontrar algún principio o fin sin lograrlo. Su vista viajó al cielo, o al menos lo que debiera serlo, encontrando solo un angustiante lienzo de oscuridad, carente de estrellas, nubes y vida, que pareciera tratarse de un abismo en la espera de devorarlo todo.

Aun enfrentando aquello, no fue capaz de experimentar temor alguno.

Regresó su atención a las cadenas, si no podía traerlas hasta su posición, tendría que caminar hasta ellas.

Su andar era lento y torpe, ocasionándole uno que otro tropezón y caída al suelo sobre sus rodillas, siendo una de ellas donde fuera capaz de prestar atención a sus nuevas proporciones, notando sus manos y pies más pequeños, así como su silueta misma; un aspecto más joven de lo que recordaba de sí misma.
Su cabello ya no contenía aquel tono rojo, mostrándose castaño como lo había sido antes; largo y salvaje.

Se levantó por incontable ocasión del suelo, continuando su marcha en secuencia a la aparente interminable cadena, observando por momentos los rostros apáticos y miradas caídas del resto de personas cautivas. Sin importar su raza, aspectos físicos, edad o género, todos compartían aquel mirar resignado, carente de vitalidad.

En su mente, la idea de interrogarlos se mostró tentadora, pero encontró una corazonada de advertencia la cual le auguró que no obtendría respuesta alguna de ellos, por lo que solamente los observo y continuó con su travesía, caminando por lo que pudieran sentirse como horas y horas, aun cuando el cielo no mostraba ni un solo cambio y la fila solo continuaba extendiéndose, siendo su único referente de progreso al no encontrarse con rostros iguales a los anteriormente vistos, lo cuál le brindaba la seguridad suficiente para asegurar que si avanzaba.

No experimentó fatiga o dolencia alguna en su aparentemente interminable trayecto, solo una inexplicable fascinación al admirar como la cadena que única sus grilletas no se quedaba detrás suya, sino que parecía reducir su tamaño al compás de su avanzar.

Pareciera no importar cuanto avanzará, aquella fila de rostros carentes de vida no pareciera tener final, sin embargo, el escenario a su alrededor si presentó cambios, la presencia de un alto, robusto y frondoso árbol de roble se mostraba como un agente extraño dentro de aquel entorno, un ente simbólico de vida que se erguía con orgullo frente a la aun interminable fila de seres apáticos.

Lands Of DreximDonde viven las historias. Descúbrelo ahora