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Pasaron algunos meses, la pareja parecía ser más feliz que nunca y no solo por sus encuentros a solas, sino más bien por todo en general, en la ciudad empezaban algunos a tener envidia y otros a murmurar que algo ahí no era normal. Noriaki por su parte, de manera que ni él comprendía empezó a hacer más cosas, aprendió a cocinar, a bordar y tocar piano, este último se volvió su hobby aunque no se comparaba con dibujar extrañaba eso y se lo hizo saber a su pareja, que no tardo nada en llegar con lienzos, varias brochas y miles de pinturas, sentía que por alguna razón había alcanzado una felicidad que no pensó volver a tener, además que a su esposo le iba bien con los negocios y cada vez subía de posición y que ahora precisamente por eso no solían ir demasiado a la hacienda, aparentemente todo iba bien. 

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Cuando solían pasar en la ciudad no pasaban mucho tiempo juntos puesto que el rubio trabajaba casi todo el día, aunque nunca faltaba para el almuerzo.

Una media tarde de otoño, Noriaki pintaba un cuadro en la habitación que había sido dada prácticamente para él y sus cuadros, estaba emocionado pintando porque por influencias de su esposo logró encontrar un museo en la capital donde podría exponer alguna de sus pinturas, sin embargo, miro el reloj y sabía que pronto llegaría el rubio, dejo todo ahí, fue a lavarse y cambiarse de ropa, se había vuelto una costumbre almorzar juntos, o más bien cada comida estarlo, al menos en cuánto era posible. Algunas veces solía cocinar algo por su cuenta y aunque ese no era el día, había preparado un postre con ayuda de una empleada. Ya listo fue a ayudar a poner la mesa, aunque siempre las empleadas le decían que no debía molestarse él insistía, no le gustaba ser un completo servido; estaba colocando las cucharas cuando unas manos le cubrieron la vista, sonrió tomando las manos ─¿Dio?─

─Adivinaste muy pronto─ lo soltó abrazándole por la cintura y besando con ternura su mejilla ─Ya te dije que no deberías hacer esto, las empleadas pueden encargarse solas─

─Es lo mínimo que puedo hacer, ellas se encargan de casi todo aquí─ explicó acariciando el rostro de este

─Pero─

Le dio un beso silenciándolo ─Vamos a comer mejor─ sonrió

─Espera, espera, te traje algo─ saco una caja alargada de su bolsillo ─Ábrelo─

─Ya te he dicho que no debes andar gastando el dinero de esta forma─ hizo un puchero

─Gastaría todo el dinero del mundo por ti, cariño─

Suspiro abriendo la caja, era una cadena de oro junto con un dije de su fruta favorita, las cerezas, era hermoso, se dio la vuelta y lo abrazo ─¿Por qué?─

─Ya te lo dije, porque eres tú─ correspondió el abrazo ─Me gustaría que lo usaras alguna vez─

─Lo haré, lo haré─ se apartó un poco para limpiar sus lágrimas

─¿Por qué lloras?─ pregunto preocupado secando con su pulgar las lágrimas de la mejilla

Negó varias veces con la cabeza ─No es nada─ sonrió ─Almorcemos─

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Alguna de las cosas que solían hacer cuando estaban en la hacienda era montar caballo, aunque en primera instancia al pelirrojo le pareció algo complicado hacerlo luego se acostumbro, en caballo era más fácil llegar a cualquier parte de la hacienda, en especial a su lugar favorito junto al lago. Esa noche habían decidido ir a dar un paseo, aunque le pareció extraño que Dio insistiera en ir a ese sitio, cuando estaban cerca lo vio detenerse.

¿Esto Realmente Es Amor? •|Diokak|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora