[4]

67 13 0
                                    

Esa noche apenas pudo dormir de los nervios y por los nuevos sentimientos que embargaba su pecho, cuando amaneció alistó todo de acuerdo con el plan; la mañana había pasado más lenta que cualquier otra, el rubio le dijo que en la tarde podía salir, eso quería y eso hizo, se despidió sin ni un poco de pena, pero por alguna razón con una corazonada mala en el pecho. Fue a la plaza y esperó a que llegara al pelinegro, aunque, por primera vez él no estaba desde antes. Esperó y esperó pasaron dos horas y no llegaba, algo iba muy mal sin dudas, habían pasado las dos horas que tenía libre, su tiempo había terminado, caminaba por la plaza buscándolo, pero no hubo resultado, entonces unas mujeres pasaron diciendo 

─ ¿No puede ser mataron a otro japonés? ─ 

─ ¡Vámonos a casa, corre! ─ 

─ ¿Japonés? ─ corrió hacia el sitio de donde venían un montón de gente, rodeaban algo (por favor que no sea Jotaro, por favor que no sea él) se abrió paso entre el gentío hasta llegar al frente... Lamentablemente si era él... 

─ ¡Esto es para demostrarles que no permitiremos que los japoneses pisen tierras inglesas! ─ varios hombres gritaban felices al parecer por el suceso 

─ J-Jotaro...─ casi susurró viendo al pelinegro amarrado a una estatua, ensangrentado, con varias heridas en todo su cuerpo, por su apariencia, obviamente estaba muerto, quería acercarse, zafarlo llevarlo a un médico, no podía permitir que le pasara algo así y es que ¿Cómo había pasado?, si tan solo el día anterior lo vio lleno de vida con una sonrisa en los labios, fue quien lo besó con dulzura y abrazó en su regazo, y ahora, ahora estaba muerto. 

─ Dice que lo mataron porque planeaba escapar ─ 

─ Seguro que era un espía ─ 

(No, no, no, él no era así cállense) empezó a llorar en su propio sitio sin saber que hacer, para su gracia empezó a llover y la plaza se fue despejando, a nadie le importó el cuerpo tan solo lo dejaron ahí, se acercó y desató las cuerdas que lo amarraban para tomarlo en sus brazos, no le importaba mancharse de sangre, o que alguien lo viera, lo detuvieran, hasta morir poco le importaba ─ Jotaro, lo siento, discúlpame, no debí involucrarte, tú querías salvarme y... todo esto terminó mal ─ lloraba ─Lo siento tanto no te mereces nada de esto, discúlpame por favor ─ acariciaba el rostro del contrario sin consuelo alguno ─ Díganme que esto es una pesadilla, por favor ─ por más que suplicó, grito o lloro nada cambiaba, todo se había arruinado, la luz de la esperanza se apagaba, no había nada, no tenía nada.  

¿Esto Realmente Es Amor? •|Diokak|•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora