❝ 𝑳𝒂 ú𝒏𝒊𝒄𝒂 𝒑𝒓𝒆𝒈𝒖𝒏𝒕𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒅𝒆𝒃𝒆 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒓𝒔𝒆 𝒆𝒔 𝒄𝒖á𝒏𝒕𝒐 𝒆𝒔𝒕á 𝒅𝒊𝒔𝒑𝒖𝒆𝒔𝒕𝒐 𝒂 𝒔𝒂𝒄𝒓𝒊𝒇𝒊𝒄𝒂𝒓 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒍𝒐𝒈𝒓𝒂𝒓 𝒆𝒍 é𝒙𝒊𝒕𝒐 ❞
—Larry Flint
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El mundo es un infierno, ahora ya puedo describir a qué se le asemeja si me lo preguntan.
Puedo confirmar que absolutamente está oscuro y silencioso, no hay viento a mi alrededor, los árboles que he dejado atrás no se mueven desde que he empezado a correr tras esa cosa. Me detengo un momento e investigo. Tengo a la vista varios automóviles destrozados, aplastados y calcinados mientras el humo asciende en dirección al cielo repleto de nubes. La luna se ha ido, ni siquiera puedo alcanzar a recordar en qué fase estaba antes de que mis ojos se tiñeran de un potente granate: La ira y la sangre en mi piel se han adherido a mi Armagedón mental. Estoy sobresforzándome para no cegarme.
Tampoco parece que haya cielo.
Es casi como si estuviera solo bajo una burbuja creada por el petróleo y mis ojos permitieran un único color que no refleja absolutamente nada; una bóveda donde poco después terminan uniéndose la sombra de los objetos. Hellfang se ha quedado sin habla y gruñe; al principio suavemente, por lo que pienso que puede deberse a que es la primera vez que ha visto a una de esas cosas asquerosas, pero después el sonido aumenta y se vuelve más feroz, más salvaje; y entonces sé que está percibiendo la misma peste a azufre que estoy captando yo. Volteo la cabeza, bisbiseando a mi alrededor en busca de movimiento, pero no veo nada.
Después algo oigo, bastante lejano. El pecho duele y mi carrera inicia con los ladridos furiosos de Hellfang, como si un sabueso estuviera harto de que el conejo se burlara en su cacería. No existen palabras en su lengua, sólo rojo e ira.
Corro por lo menos treinta metros y, en cuanto creo que lo tengo a tiro, me lanzo del mismo modo que un león contra una gacela en la sabana y le hinco los colmillos a la criatura. Su alarido es espeluznante y su sabor putrefacto. Aun así me niego a escuchar lo que dice en esa lengua extraña, y cuando el hueso de la garganta es extirpado de su cuerpo sólo tengo a tiempo a ver dos cosas que llaman mi atención: Es una chica y tiene tres lunares sobre su busto.
Después el cuerpo se transforma en ceniza bajo mi cuerpo.
Sabe horrible. La sangre, al igual que el cuerpo, se transforma en ceniza en mi boca mientras comienzo a escupirla entre sonidos de asco y un amago similar a la tos.
—¡Emmet! —grito, sin obtener respuesta.
Vuelvo a correr en este paraje desértico, hasta que el único sonido que termina respondiéndome es un trueno en algún lugar. Después, unas manos me intentan agarrar en la oscuridad y tengo el tiempo justo para sacarlo de la penumbra, hundirle el guante con placas de hierro en la cara y observar que es otra mujer. Esta vez rubia. Lo peor es que grita tan alto que mis tímpanos se resienten y pitan por la reverberación, lo que me recuerda a uno de los engaños de Eliana; la iluminación llega a mi mente en una milésima de segundo y levanto el cuerpo de la chica tras agarrarla del cuello antes de que jadee: Un puñal ha impactado en su pecho desde alguna zona que no alcanzo a ubicar.
Lo siguiente que hago es partirle el cuello a la fémina por si acaso y la lanzo por los aire desde donde provino el arma arrojadiza. Después corro, corro todo lo que mis piernas me permiten en busca de ese que me lo han arrebatado de mi lado sin siquiera darnos tiempo de reacción. Aunque mi mente a duras penas iba mejorando en el coche, sintiendo que las palabras eran cada vez menos cansinas, el último grito de él ha provocado que todo estalle en mi cerebro.
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𝓗𝚎𝚕𝚕𝚏𝚊𝚗𝚐
Werewolf«𝑻𝒐𝒅𝒐 𝒃𝒖𝒆𝒏 𝒉𝒐𝒎𝒃𝒓𝒆 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆 𝒂 𝒖𝒏 𝒅𝒊𝒂𝒃𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒆 𝒔𝒖𝒔𝒖𝒓𝒓𝒂 𝒂𝒍 𝒐í𝒅𝒐» Aunque eso sea lo que dicen las malas lenguas, lo que ellos nunca te dicen es por qué el propio diablo te elige a ti. Tampoco te explican si se...