[11] 𝙻𝚊 𝚘𝚙𝚘𝚛𝚝𝚞𝚗𝚒𝚍𝚊𝚍 𝚑𝚊𝚌𝚒𝚊 𝚕𝚘 𝚍𝚒𝚏𝚎𝚛𝚎𝚗𝚝𝚎

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❝ 𝑳𝒂 𝒎𝒊𝒔𝒆𝒓𝒊𝒄𝒐𝒓𝒅𝒊𝒂 𝒆𝒔 𝒖𝒏𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒊𝒏𝒕𝒆𝒈𝒓𝒂𝒏𝒕𝒆 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒋𝒖𝒔𝒕𝒊𝒄𝒊𝒂 ❞

—Jacques Benigne Bossuet

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Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, pero nadie me ha explicado lo que tengo que hacer mientras las manecillas del reloj siguen moviéndose a su ritmo. Es lento, tanto que puedo llegar a creer que al tiempo en sí le encanta ver cómo me muevo dentro de la habitación del ático. Lo hago de forma reiterante, moviéndome de un lado a otro sin poder escuchar la conversación que se lleva a cabo en el salón. Erik, Solis, Eliana, Emma, dos mujeres extrañas y dos hombres más están ahí hablando con mucha seriedad desde hace un buen rato, tanto que cuando intento salir me encuentro a Selene custodiando la puerta. Cruzamos miradas y ella niega lentamente con la cabeza, diciéndome en ese silencio imperturbable que lo que tengo que hacer es cerrar la puerta y no salir hasta que me den permiso.

¡Pero cómo hacerlo!

Cada dos por tres me asomo a la ventana, viendo que la noche sigue al otro lado de la ventana sin a duras penas realizar cambio alguno. Lo hago por un rato aparentemente eterno, hasta que de casualidad le encuentro a él. A Sam. Está subido a un árbol y mi mente se llena de preguntas al instante, e incluso me froto los ojos para comprobar que sigue ahí. Se le ve bien, limpio y sonriente como siempre, pero no tengo ni la más remota idea de cómo ha llegado hasta aquí si no hemos reparado en su presencia durante todo el camino desde el orfanato. ¿Será un lobo también? No lo sé, no puedo saberlo. Sam siempre se mantiene alejado, como ahora, y eso hace que las cuestiones se formen en la nada de mi mente para intuir cosas sobre él: No sé en qué momento exactamente llegó a mi vida; tampoco cómo tiene la posibilidad de desaparecer en el aire; cómo es capaz de encontrarme en cualquier situación; qué clase de habilidades tendrá para fundirse entre las sombras y fundir el hierro con las manos desnudas... pero la más importante deriva en una sola. ¿Qué es él? Humano desde luego que no.

Intento responderle con la mejor sonrisa que puedo ofrecerle pese a mi situación. Aunque el mundo nos separe y yo esté sufriendo un huracán en mi pecho por las dudas, él de alguna forma se las ingeniará para mantenerse en su lugar lejano, bien escondido, para vigilarme entre las copas de los árboles y esa sonrisa que me genera un poco de alegría en mi interior.

De repente la puerta se abre, provocando que mi mirada se desvíe hacia Selene. Está callada y estática, cual estatua, pese a que por su expresión corporal puede interpretar como que ya tengo permiso de salir; después, tan silenciosa como siempre, se marcha. Vuelvo la mirada hacia la ventana para despedirme de Sam, pero él ya no está pese a que bisbisee en varias direcciones.

Otra vez solo... pienso a mis adentros.

Suspiro con pesar y me dirijo al espejo de la habitación para verme por última vez. He perdido la cuenta de cada ocasión tonta que he tenido para observar mi atuendo, mi aspecto, o forma de que el cabello esté bien puesto. No tengo nada de etiqueta, me debo de apañar con ropa holgada y elástica. Asiento a mi reflejo, imitándome, y tras ello me largo en dirección al salón con cierto temo a lo que me espera ahí abajo.

Solis está con su común bastón grueso mientras habla con Erik y Eliana, Selene anda preparando las cesta y el mantel —lo que me hace pensar que nos vamos de picnic, aunque nunca he hecho uno de noche—, y Emma es quien me pilla de lleno mientras me escondo entre los barrotes. Ni siquiera he hecho ningún ruido para que la mirada fuera directa.

𝓗𝚎𝚕𝚕𝚏𝚊𝚗𝚐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora