[40] 𝙴𝚜𝚝ú𝚙𝚒𝚍𝚊𝚖𝚎𝚗𝚝𝚎 𝚌𝚛𝚞𝚎𝚕 [𝙴𝚖𝚖𝚎𝚝]

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❝ 𝑪𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒆𝒔 𝒆𝒎𝒑𝒂𝒕𝒊𝒛𝒂𝒓 𝒄𝒐𝒏 𝒂𝒍𝒈𝒖𝒊𝒆𝒏 𝒚, 𝒆𝒏 𝒍𝒖𝒈𝒂𝒓 𝒅𝒆 𝒅𝒂𝒓𝒍𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝒄𝒂𝒓𝒊𝒄𝒊𝒂, 𝒍𝒆 𝒅𝒂𝒔 𝒖𝒏𝒂 𝒃𝒐𝒇𝒆𝒕𝒂𝒅𝒂 ❞

Anónimo

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[𝙴𝚖𝚖𝚎𝚝]

[𝙰𝚗𝚝𝚎𝚜 𝚍𝚎𝚕 𝚋𝚊𝚒𝚕𝚎 𝚍𝚎 𝚙𝚛𝚒𝚖𝚊𝚟𝚎𝚛𝚊]

Tengo dos problemas: No sé cerrar la boca a tiempo y hablo más que pienso.

Esto puede parecer idéntico, pero utilizándose con distintas palabras, y en realidad no lo es ni por asomo. Depende del contexto. A veces hablo, hablo, hablo; y cuando quiero darme cuenta la gente ya me mira con el ceño fruncido, mientras intuyo en su mirada la posible frase oculta de un «¡Cállate cien años, por favor!». ¿Pero qué puedo decir? Hablar es un gran talento, y aspiro a tener lo que muchos catalogan como «El don de palabra». 

No se me da muy bien, pero trabajo en ello aunque la gente se enfade.

Y luego está eso de que no sé cerrar la boca cuando toca, porque mis emociones en ese instante me abruman tanto que mi cerebro deja de regular las propias normas sociales. Inconscientemente puedo ser hiriente, tormentoso o cruel. No quiero serlo con las personas a las que guardo en alta estima, y sin embargo eso pasa cuando llega el momento y sé que he hecho mal. 

Una disculpa no siempre es suficiente.

Se supone que soy un chico inteligente, a punto de ser un adulto, y que papá se sentirá orgulloso de que haya crecido tanto en todos estos años. Pero no es así. Mi padre ahora mismo sólo está encantado de que haya elegido a una chica para ir al baile de primavera, pues guarda la esperanza que alguna sea lo suficientemente buena para mí y siga una serie de deseos. Suyos, claro. 

Esto tiene connotaciones muy anticuadas: Mi padre espera que antes de que cumpla los dieciocho tenga una novia oficial, como la tuvo él, y comience a asentar cabeza de una vez por todas. Después haga la universidad y curse algo que genere ingresos, que el trabajo que elija en el futuro perdure y que antes de los veinte me independice. Ya que no estamos en una manada, lo mejor es camuflarse bien entre humanos.

Como hizo él con mamá.

Pero hay tres problemas en sus deseos: Yo no soy él, por mucho que intente moldearme a su conveniencia; tengo mis objetivos claros desde hace mucho, mucho tiempo; y Conri tiene un hueco en mi corazón desde que éramos niños. Un deseo que se transformó en un sentimiento íntimo y silencioso; sedante. Necesitaba, por cualquier medio, estar a sus órdenes como un lacayo; y no había ningún deseo malicioso en él, sólo pura adoración; una que jamás podrá comprender mi padre. 

Conri es magnético a su manera, y yo tengo la habilidad de atraer a los demás con mi voz. Estamos hechos el uno para el otro.

—Recuerda no preñar a una chica hasta que sea tu novia oficial —me recuerda mi padre muy serio, observándome desde el sofá mientras ojea el periódico sin mucho interés—. Es importante tener una camada cuando eres joven, porque después serás viejo y tendrás más posibilidades de errar. Los padres tienen que ser óptimos para sus hijos.

—Lo sé, papá —respondo antes de suspirar. Quería vestirme de azul oscuro, el color que me recordaba a Conri, pero cuando escuché que el color que debíamos llevar era el negro para honrar a los fallecidos supe que era o ir completamente de luto, o utilizar el verde lechoso que encontré en mi armario—. Lo sé perfectamente, así que no te preocupes. Sabes que no cometo errores.

𝓗𝚎𝚕𝚕𝚏𝚊𝚗𝚐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora