[18] 𝙴𝚕 𝚍𝚎𝚜𝚌𝚞𝚋𝚛𝚒𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘 𝚜𝚒𝚎𝚖𝚙𝚛𝚎 𝚕𝚕𝚎𝚟𝚊 𝚝𝚒𝚎𝚖𝚙𝚘

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❝ 𝑬𝒍 𝒉𝒐𝒏𝒐𝒓 𝒆𝒔 𝒍𝒂 𝒄𝒐𝒏𝒄𝒊𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂 𝒆𝒙𝒕𝒆𝒓𝒏𝒂, 𝒚 𝒍𝒂 𝒄𝒐𝒏𝒄𝒊𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂, 𝒆𝒍 𝒉𝒐𝒏𝒐𝒓 𝒊𝒏𝒕𝒆𝒓𝒏𝒐 ❞

—Arthur Schopenhauer

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Había escuchado alguna que otra vez que sólo necesitas unos pocos minutos para que el orgullo se transforme en vergüenza. Qué tontería. ¿No se supone qué debemos de tener amor propio y defender nuestros ideales, amigos e intereses, aun cuando los demás no están de acuerdo con ello, y por eso se nos ataca desde diferentes ángulos? Porque eso fue lo que hizo Emmet... creo. A decir verdad, no sé muy bien qué ganaba él con soltar todas esas palabras hirientes; pero lo que sí supe fue que a los días posteriores a nuestra pelea, él ya volvió a ser el mismo de siempre. En teoría. No hallé en su rostro ningún atisbo de rencor, arrepentimiento o enfado, pero sí un espeluznante interés que me hacía sentir el pelo de punta.

Lo supe, por que el momento que cruzamos miradas, tanto mi mente como Hellfang pronunciaron al mismo tiempo que él no me iba a dejar en paz. 

Emmet me quería en el punto de mira, y yo no sé a día de hoy cuál es la razón.

Sólo han pasado algunos días desde que Eliana me dio la charla más larga de toda mi existencia. Exactamente se pasó más de cuatro horas sin detener su retahíla —salvo para beber—, recordándome todo: Normas de su casa; normas de comportamiento; normas sociales; formas de evitar una pelea; que Briana no era una niña tonta e inútil y podía defenderse sola; frases que utilizábamos en los entrenamientos en forma de mantra... Cuando terminó me dolió la cabeza y, otra vez, me acosté sin cenar absolutamente nada. 

Tampoco me encontré con Hellfang en mis sueño o a Sam en la ventana; simplemente sentí durante unos días la esquirla de miedo a sentirme solo. Ellos eran importantes para mí, me hacían la vida mucho más diferente desde que aparecieron; y con ello, bajo ese silencio en conjunto, me pregunté si era necesario que me lo dieran sin darme ninguna explicación.


En cuanto es por la tarde y Solis llama a la puerta, encontrármelo crea en mí una expresión de sorpresa. No dice nada al principio, sino que señala con su vieja mano la mesa con dos sillas con la merienda ya preparada: Té y galletas, nosotros dos solos; lo que significa que el momento de entablar una conversación ha llegado.

Así pues, tomo asiento y coloco mis manos sobre mis muslos conforme el anciano camina parsimoniosamente hasta sentarse en la silla. Lo hace relajado. 

—La ira nubla el juicio, y por ellos nuestros sentimiento por defender a los demás crea brechas entre la humildad, la pureza y la inconsciencia. —Pronuncia solemnemente, tomando la bonita tetera con flores mientras llena su taza de té—. Una emoción tan fuerte, siendo tú tan joven, te recuerda que el duelo que pasas sigue activo; ahora que no hay nada que te silencie, te ves en la obligación de dejarla salir —concluye, tomando su taza para llevársela a los labios y darle un sorbo relajado.

Emma me ha recomendado muchas veces que, cada vez que tenga dudas, me sienta mal, o experimente emociones que me desbordan, acuda a él para que pueda influirme de su sabiduría. Sé que Eliana no puede ayudarme con ello y, aunque quiero mucho a Emma, ambos sabemos que ella no podrá ser objetiva cuando llegue el momento de la verdad. Fue por ello, quizás, que su esposa no la contradijo la noche que le dio la idea.

El amor a la familia es una venda que puede desencadenar emociones positivas, pero también empujarme a la incomprensión de las consecuencias; la alegría deben de ser gotas sobre un vaso de agua para darle un sabor leve y no provocar adicción; el contacto físico tiene que ser siempre el escudo que necesite cuando me sienta solo, pero no me protegerá de mis demonios internos; y ahora mismo no estoy capacitado para dejarme ayudar con tanta facilidad. El temor se aqueja en mis silencios y en las noches mis miedos afloran aunque no sean visibles al ojo humano.

𝓗𝚎𝚕𝚕𝚏𝚊𝚗𝚐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora